La atrofia generalizada. A dónde nos llevó el populismo

Por Lic. José Luis Jerez

 

La pregunta de partida es: ¿a dónde nos llevó el populismo? Su respuesta: a la atrofia generalizada. ¿Y qué es la atrofia generalizada? Su definición se instala en las antípodas del Sapere aude! kantiano, es decir, a la capacidad de valerse del propio entendimiento, o de salir de la minoría de edad. Minoría de edad en donde –y en continuidad con el pensamiento kantiano– la mayoría de la gente permanece con gusto a lo largo de la vida, producto de la pereza o la cobardía, y esto, a pesar que la naturaleza los ha librado hace tiempo de la conducción ajena.

Este artículo lleva el mismo título que mi último libro. En este planteo, inicialmente, que en cuestiones sociales existe una constante distribución de poder. Esto es visto por el teórico Albert Jay Nock, quien nos dice que de acrecentarse el poder social –que no es otra cosa que el poder en manos de las personas– lo que disminuye es el poder estatal. Por el contario, cuanto más se acrecienta el poder del Estado, lo que lo que disminuye es el poder en manos de las personas, esto es, de la sociedad.

Adhiero a esta fórmula dual de Nock pero advierto que, paradójicamente, la misma colisiona con la hegemonía cultural imperante de nuestra época –zeitgeist o cosmovisión instalada por intelectuales (orgánicos), políticos, comunicadores sociales, artistas– según la cual, y a diferencia de Nock, nada hay mejor que acrecentar el poder del Estado, pues solo así se “el pueblo” –ese abstracto bien diseñado lingüísticamente por el ideario posmoderno, caldo de cultivo de los gobernantes populistas– será salvado de los males y los enemigos externos, esos mismos que generalmente se exhiben inaprensibles y abstractos.

La pregunta que me hago en mi estudio es la siguiente: ¿cuál es la razón de este cambio de filosofía, es decir, de este cambio de pensamiento general? Y encuentro su respuesta en el convencimiento colectivo que hoy muchos hombres han asumido y que puede traducirse del siguiente modo: “solo seremos libres si primero el Estado interviene en nuestras vidas”. He aquí la mentalidad populista.

De aquí que la predica cuasi-religiosa, sello de nuestra época, pasó a ser el polo opuesto a la fórmula de Nock: “fortalecer el poder del Estado –¡un Estado Grande!… lo que no quiere decir que sea eficiente– es fortalecernos a nosotros mismos”. Claro que detrás de esto hay mucha hipocresía mediando: la pulseada al poder estatal no es para achicarlo, sino para agigantarlo.

Entiendo que la fórmula contraria a la de Nock, tan presente en nuestros tiempos, no solo es falaz, sino que también es engañosa y perjudicial, tanto así que ha llevado a muchas personas –¡y generaciones de personas!– a una suerte de reposo y de gandulería permanentes, a la espera y la inacción en vez de a la búsqueda y a la acción. Es a este estado de situación al que he dado en llamar: la atrofia generalizada.

 

 

Entiendo que esta predica es falaz