Esa costumbre de la izquierda de cambiar según sopla el viento

Periodista (TEA) y Master en Ciencias Políticas y Economía (Eseade).

España volvió a mostrar la hipocresía total de la izquierda

Según quien sea el depuesto, hay golpe. Según quien asume el poder, hay instituciones. Una vez más, el doble discurso del socialismo quedó en evidencia tras la destitución de Rajoy.

(Panam Post) Para la izquierda depende del bando en cuestión si hay institucionalidad o golpe de Estado. Una vez más, Pablo Iglesias quedó en medio de sus propias contradicciones.política internacional

Hay dictaduras buenas y hay dictaduras malas. Hay procesos institucionales virtuosos o hay “golpes parlamentarios”.

La reciente destitución de Mariano Rajoy del gobierno de España dejó en evidencia que para la izquierda, según quiénes sean los personajes en cuestión, será su opinión política sobre los sucesos acontecidos.

Todavía es reciente el juicio político a Dilma Russeff en Brasil y el fallo de la Corte que llevó a Lula da Silva a prisión por hechos de corrupción. Ambos episodios fueron denunciados de golpes ilegítimos por parte de la izquierda radical de todo el mundo.

El partido Podemos de España, de importante conexión con las izquierdas latinoamericanas, fue uno de los más importantes voceros de la teoría golpista a nivel mundial. Para estos sectores (cuando les conviene) un presidente electo por el pueblo es inamovible. Cualquier asunto constitucional que prevea una remoción del cargo ante circunstancias preestablecidas se trata lisa y llanamente de un golpe de Estado.

Así lo manifestó la izquierda cuando el paraguayo Fernando Lugo fue destituído o cuando Manuel Zelaya de Honduras fue removido de su cargo por orden de la Corte Suprema de ese país. La coincidencia es total. Cuando el izquierdista es removido de su cargo no importa la independencia de la justicia ni importan los parlamentos. Sin embargo, cuando el presidente removido de su puesto es un rival, no solo se apoya y se aplaude. Sino que se dan los votos y se participa activamente del proceso destituyente.

En unos casos hay golpe, en los otros instituciones.

Pablo Iglesias, fundador de Podemos y aliado del chavismo, del kirchnerismo y del Partido de los Trabajadores de Brasil, tuvo posiciones diametralmente opuestas a las que tuvo cuando Dilma fue expulsada y Lula encarcelado. El dirigente español, en este caso en particular, “respira satisfacción”.

Siguiendo la lógica de la izquierda, hoy tendrían que estar denunciando un golpe de Estado, pero en cambio fueron parte fundamental, ya que con sus votos, el socialista PSOE le arrebató el poder al PP luego de diversos escándalos de corrupción. Más allá de los casos en cuestión, el presidente saliente aceptó las reglas de juego, saludó cordialmente a su sucesor y le deseó buena suerte.

La izquierda, una vez más, muestra que las instituciones, como las constituciones y las elecciones, sirven solo cuando les juega a favor. Cuando los resultados son adversos, denuncian y protestan. Hoy, con la hipocresía que los caracteriza, festejan.