La derecha perdida de España

Ha publicado artículos en diarios de Estados Unidos y de América Latina y ha aparecido en las cadenas televisivas.

Es miembro de la Mont Pèlerin Society y del Council on Foreign Relations.

Recibió su BA en Northwestern University y su Maestría en la Escuela de Estudios Internacionales de Johns Hopkins University.

Trabajó en asuntos interamericanos en el Center for Strategic and International Studies y en Caribbean/Latin American Action.

El colapso del gobierno de Mariano Rajoy redefine la política española de manera inesperada. Marca una crisis de identidad para el Partido Popular (PP), carcomido por un proceso de corrupción que contribuyó a su pérdida de legitimidad. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a pesar de tener una minoría en el Parlamento, puede haber llegado para quedarse.

El PP llegó al poder en el 2011 tras arrasar en unas elecciones en las que los españoles manifestaron su cansancio con el PSOE y su ineficacia para manejar la crisis financiera que afligía al país. No demoró mucho tiempo para que el PP fuera perdiendo popularidad, a tal punto que el descontento con su mando era notable, incluso con su propia base de centroderecha. Gobernó como un partido socialdemócrata más que como un partido de derecha. Incrementó la deuda y los impuestos y, en vez de promover cambios profundos al sistema político y económico español, le hizo solo ajustes.Análisis crisis política española

La gota que derramó el vaso fue el caso de corrupción conocido como Gürtel, el equivalente español del Lava Jato que ha sacudido a América Latina. Desde por lo menos finales de los noventa, altos funcionarios del PP, junto con empresarios y funcionarios locales del partido, participaron de lo que fue un “auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional”, según el fallo reciente de la corte criminal superior de España. Fue ese fallo –que condenó al PP y a numerosos funcionarios suyos– el que resultó en la moción de censura que acabó con el gobierno de Rajoy.

El Caso Gürtel también apuntaló a la sensación de que el sistema no sirve a los intereses de los españoles de a pie, sino a quienes tienen cercanía al poder y a quienes viven del Estado. Esa decepción estuvo detrás del auge del partido izquierdista antisistema Podemos y del partido centrista Ciudadanos.

Que la economía española creciera más de 3% durante los últimos tres años aparentemente no ha favorecido al PP. Medidas como la parcial flexibilización del mercado laboral llegan lejos en un país en que “las tasas de desempleo de 25% han caracterizado cada recesión española importante desde los setenta”, según el economista Diego Zuluaga. Sin duda, hubo demasiada rigidez en la economía española y la sigue habiendo.

¿Qué significa todo esto para el futuro económico y político de España? A pesar de ser un partido tradicional que hasta hace poco no lideraba los sondeos nacionales, el PSOE puede fortalecerse en el poder, pues la oposición lo tiene complicado. Podemos logró su auge durante un gobierno de derecha, pero queda fuera del nuevo gobierno y le será más difícil competir con los socialistas. Por su parte, “Ciudadanos ha perdido su posición central. La izquierda y la centroizquierda van a ser capitalizadas por los socialistas”, según el analista Lorenzo Bernaldo de Quirós, lo cual hará que se disputen el espacio de centroderecha con el PP, cosa que debilitará a ambos frente al PSOE.

La derecha política española está perdida. Perdió su discurso al no elaborar ni practicar principios propios y claros, y perdió su credibilidad aun más al corromperse de manera estructural. Para los menores de 55 años, el PP es el cuarto partido favorito, mientras que sube al primer lugar para mayores de esa edad. Claramente, se tiene que renovar. Le haría bien convertirse en un partido de derecha liberal socialmente tolerante y disciplinado en lo económico.

¿Cómo gobernará el PSOE? Ya parece haberse moderado en lo económico, a pesar de haber abogado por revertir algunas reformas del gobierno anterior. Respecto al separatismo de Cataluña, su postura a favor de una reforma constitucional es astuta, pues le compra tiempo y paz al país. Tiene con qué ganar las próximas elecciones.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 12 de junio de 2018.