Recrudecen las alarmas

Presidente del Consejo Académico en 

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

ÁMBITO FINANCIERO – Llama poderosamente la atención que en el transcurso de un par de días, el presidente de la banca central haya también firmado la carta de intención con el FMI y acto seguido dejó su cargo, que el nuevo presidente inaugure su gestión con un dólar que trepa, que el primer mandatario firme un nuevo decreto de necesidad y urgencia que incrementa el gasto público en ochenta mil millones de pesos y que los intereses de las Lebac llegaron nada menos que al cincuenta por ciento.

Si no fuera porque sabemos de la buena voluntad y las mejores intenciones del equipo gobernante diríamos que se trata de una producción cinematográfica de Woody Allen.

Ahora se terminaron los recursos que voluntariamente nos prestaban para echar mano a los que se obtienen coactivamente de los bolsillos ajenos, es decir el préstamo del Fondo Monetario Internacional.

Resulta un tanto tedioso tener que repetir conceptos, pero desde que asumió la presente administración hemos escrito en diversos medios sobre temas que básicamente giran en torno al mismo problema grave.

Se discute sobre anclajes del tipo de cambio y equivalentes pero conviene subrayar que el anclaje central debiera ser en el seno del equipo gobernante en cuanto a que el asunto medular consiste en que debe reducirse el gasto público que en nuestro medio es elefantiásico y, por ende, eliminar el total del déficit fiscal (no solo el primario), no contraer deuda para financiar gastos corrientes y reducir impuestos a niveles que no sean los más altos del planeta.

Como hemos puntualizado, se trata de eliminar funciones y no podar gastos que, igual que con la jardinería, crecen con mayor vigor. Las conferencias de prensa del ministro de hacienda junto a la cabeza de la banca central y la que ofreció luego el primero revelaron que no se ha entendido el problema puesto que se insiste en seguir con el rumbo emprendido cuando, precisamente, el rumbo es el problema. No se trata simplemente de cambiar nombres como ahora se ha hecho.

Durante buena parte de estos dos años y medio algunos funcionarios machacaron con que debía hacerse que el gasto público fuera eficiente, sin comprender que si un gasto es inconveniente cuando más eficiente resulta peor.

También hay ciertos de los así llamado analistas que alardean con que la clave estriba en aumentar el consumo, sin percatarse que debe primero producirse para que los bienes puedan ser consumidos. Si me permiten la grosería, lo anterior es similar a sostener que para que uno esté bien alimentado, debe vomitar. El ahorro y la consiguiente inversión es en verdad la clave del progreso, pero esto no puede ocurrir mientras dure la inestabilidad que por el momento estamos viviendo y que siempre pagan en primer término los más necesitados.

En esas conferencias daría la impresión que los funcionarios de marras actuaron como si el gobierno recién comenzara, por ejemplo, al anunciar el desmembramiento de la maquinaria infernal de títulos públicos y la prohibición de la autoridad monetaria para financiar el tesoro.

Es indispensable tomar el toro por las astas y encarar los problemas de fondo. El premio Nobel en economía Milton Friedman ha señalado en repetidas ocasiones que lo que no hace un gobierno en los primeros cien días no lo puede hacer ya que permite que los opositores junten fuerzas,  lo cual se torna exponencial cuando sucede el desgaste consecuencia de la inacción.

Ya hemos dicho que este equipo gobernante se inició con el aumento de ministerios y con la pretensión de designar dos miembros de la Corte Suprema de Justicia por decreto. Dos lamentables medidas inaugurales, una en el terreno económico y otra en el terreno institucional. Es cierto que las cosas no son fáciles, pero quienes se postulan para gobernar lo hacen para resolver problemas y no para dar explicaciones ni relatar anécdotas.

Se ha dicho con razón que el comienzo de este gobierno no debería haberse iniciado con el baile del primer mandatario con la banda presidencial en la Casa Rosada, sino con un discurso realista respecto a la tremebunda herencia recibida. Nunca es tarde para rectificar el rumbo, es de esperar que un próximo gobierno no tenga la necesidad de aludir a una mala herencia recibida.

 

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