Problemas estructurales de Argentina siguen latentes, advierte economista

Economista, colaborador de Libertad y Progreso

Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.

(Xinhua) — El economista argentino Iván Cachanosky advirtió hoy que los problemas estructurales de Argentina siguen latentes en la tercera economía de América Latina después de Brasil y México.

En una entrevista con Xinhua, el experto, magíster en Economía Aplicada de la Universidad Católica Argentina (UCA), hizo un balance de la situación económica de la Argentina en 2018 y se refirió a las perspectivas para 2019 como así también al impacto de la devaluación del peso y sus consecuencias en la región.

“El balance de Argentina en el 2018 no es para nada nuevo. El año cerrará con una inflación superior al 45 por ciento, la pobreza se incrementó al 33,3 por ciento, el nivel de endeudamiento en dólares creció fuertemente y, más grave aún, esos dólares se hicieron para cubrir gastos y combatir las corridas cambiarias y no para arreglar los problemas estructurales de Argentina”, dijo Cachanosky.

El analista añadió que “el déficit de la cuenta corriente se agravó el año pasado y este año iba por el mismo camino, hasta que las devaluaciones pusieron un freno en el deterioro de ese déficit”.

La inflación en Argentina acumula en el año un 43,9 por ciento y totaliza un 48,5 por ciento en términos interanuales, según datos oficiales, en un contexto en el cual, en abril pasado, el peso enfrentó una situación de volatilidad que condujo a una fuerte apreciación del dólar, que pasó de cotizar 18,74 pesos por unidad el 2 de enero a 38,20 el 30 de agosto. Esta semana, la paridad subió a 39,05 pesos por dólar el jueves 20 de diciembre.

Factores externos, como la subida de tasas dispuesta por la Reserva Federal de Estados Unidos, a lo que se sumó la sequía más fuerte en cinco décadas que afectó las cosechas, restó al menos 8.000 millones de dólares de ingresos. Ello condujo al pronóstico de caída del Producto Interno Bruto (PIB) de un 2,4 por ciento para fines de 2018.

A mediados del año, el gobierno argentino acordó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) una línea de crédito por 50.000 millones de dólares para llevar calma a los mercados.

“La imagen política del oficialismo se encuentra por el piso y hay malestar social. Claramente, el 2018 ha sido el peor año del gobierno de Cambiemos desde 2015 a la fecha. El principal error fue confiarse que los mercados financieros iban a financiar el gasto de Argentina hasta el 2019. Cuando las condiciones en el mundo se modificaron (principalmente la suba de tasas de interés en Estados Unidos) y los prestamistas nos dijeron ‘basta’, Argentina no tenía ‘Plan B’. La consecuencia fue tener que recurrir al FMI”, explicó Cachanosky.

El experto, economista jefe de la Fundación Libertad y Progreso, dijo que el año próximo “tiene la particularidad de ser un año con elecciones presidenciales, y normalmente se incrementa el gasto público para realizar campaña. Sin embargo, hay un compromiso con el FMI por parte del oficialismo de reducir el déficit fiscal primario (aquel que no tiene en cuenta los intereses de la deuda) del 2,5 por ciento del PIB al 0 por ciento para el próximo año. En ese marco, el desafío es enorme. El problema más grave es que el 80 por ciento de ese ajuste lo hace el sector privado, que ya se encuentra demasiado ahogado, y solo el 20 por ciento es acompañado de una reducción del gasto público”.

“Es probable que Argentina tienda a cumplir el compromiso de déficit fiscal primario 0 por ciento, pero eso solo compra tiempo. Los problemas estructurales de Argentina siguen latentes y si realmente se quiere cambiar, hay que empezar a solucionarlos urgentemente en el próximo gobierno. El año que viene casi con certeza no se realicen mayores cambios estructurales porque el objetivo es ‘sobrevivir’ y llegar a las elecciones presidenciales”, observó el experto.

En ese marco, Cachanosky sostuvo que “el impacto de la devaluación en Argentina durante 2018 ha sido enorme. El primer impacto se vio en la inflación. Septiembre y octubre fueron meses de inflaciones mensuales récord y eso pega directamente en el bolsillo de la gente y los que más lo sufren son los que menos recursos poseen. Por otro lado, la corrida cambiaria le ha costado muchos dólares al Banco Central, que vendió divisas para frenar al dólar. No obstante, también debe pensarse hasta dónde hubiera llegado el dólar si el Banco Central no hubiera intervenido”, afirmó.

“Luego, como la inflación se disparó, producto de las devaluaciones, el Banco Central incrementó las tasas de interés a niveles muy elevados, también para combatir al dólar. Esto agravó la recesión y complicó aún más a las pequeñas y medianas empresas, y también a algunas empresas grandes. En el último tiempo, el Banco Central ha ido reduciendo lentamente la tasa de interés, pero aún continúa demasiado elevada”, consideró el economista.

Cachanosky indicó que “las corridas cambiarias sufridas generaron una disparada en la inflación y una caída en la actividad que no logrará recuperarse en el próximo año. El presupuesto 2019 estima una caída del PIB del 0,5 por ciento y puede ser generosa: el FMI estima una caída que rondaría en torno al 1,5 por ciento”, comparó.

El experto añadió que la devaluación del peso frente al dólar en Argentina “hace que nos volvamos más baratos. O, como a algunos les gusta decir, ‘Argentina se vuelve más competitiva’. Esto genera que se exporte más y se importe menos en el corto plazo. También genera un mayor turismo receptivo porque, nuevamente, somos baratos”.

“Sin embargo, esta ‘competitividad’ es de corto plazo. Países de la región estarían comprando más productos argentinos y visitando el país con mayor frecuencia que con un tipo de cambio atrasado. Nuevamente, esto no quiere decir que Argentina se ha vuelto competitiva. El tipo de cambio es solo una variable más de la competitividad, no la única. En el resto de las variables que hacen la competitividad, como presión tributaria, gasto público, juicios laborales, eficiencia laboral o productividad, Argentina tiene malos resultados”, advirtió.