Marcaremos el peor récord para 2019, el de la “presión fiscal”

URGENTE  24 – Un estudio privado la ubica en 33,2% del PBI para este año, y la destaca como una “de las más altas” del mundo. Los contadores la miden claro: en la Argentina, un ciudadano trabaja el 60% del año para pagar impuestos y solo se queda con lo que genera en el 40% del tiempo restante. “El peso que tiene el Estado en Argentina es alto para poder financiar el gasto público”, dijo la titular de Iaraf, que publicó el informe, y que Aldo Abram tradujo como “la verdadera enfermedad que nos está matando”.

La mochila de los impuestos sigue siendo pesada para los argentinos y está entre las más altas del mundo. Un informe privado revela que en cada 10 pesos que se paga por diversos productos, tanto alimenticios como de consumo masivo, entre el 3 y el 8 por ciento queda para el fisco.
“En Argentina, los ciudadanos pagan altos impuestos. Por ejemplo, cuando se compra una gaseosa en un kiosco o un supermercado, casi el 50% del precio es carga impositiva. El fisco mantiene una alta carga tributaria, debido a la necesidad de recaudar más para financiar un gasto público permanentemente en ascenso”, indicó el director del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), Nadin Argañaraz, según reprodujo el diario platense ‘El Día’.
“La presión fiscal será récord en 2019: cerrará en 33,2% del PBI sumando impuestos nacionales, provinciales y municipales”, proyectó la consultora para este año y destacó que en el país se tributan en los tres niveles del Estado nada menos que 106 tributos.
Para Argañaraz, “los alimentos que tributan la totalidad del IVA (21%) tienen una carga impositiva del 42,3%”, y mete dentro de esa bolsa a los enlatados (conservas), la mermelada, las galletitas, entre otros artículos de primera necesidad, según destacó el portal de noticias ‘Todo Noticias’.
En cambio, “los que pagan 10,5% de IVA, tienen una carga impositiva menor, de 36,9%”, detalló el experto en temas fiscales. Entre estos productos están el pan y los cortes de carne. Así, si un kilo de asado cuesta 175 pesos (precio promedio relevado por el Indec en la canasta del IPC), $110 son para la industria y los $65 restantes van al fisco en concepto de IVA, Seguridad Social, Ganancias, Impuesto al Cheque, Ingresos Brutos y Tasas Municipales.
Las bebidas tributan más que los alimentos. El 44% del precio final de cualquier vino o espumante es para pagar impuestos, un porcentaje alto incluso a pesar de que la industria no está gravada con impuestos internos. La cerveza podría costar menos en el mostrador si el fisco no se quedara con el 52,3% del precio final. Y la alícuota de un litro y medio de gaseosa llega a 49.6%. Esto significa que el valor en góndola de una botella de primera marca podría ser exactamente la mitad.
Con los datos de Iaraf se ven las diferencias entre la Argentina y otros países de la región: en Uruguay, pagan impuestos por el 43% del precio final de un litro y medio de gaseosa; en Chile, 40,4%; en Perú, 39,9%; en México, 37,9%; y en Paraguay, 28,5%.
El conductor que carga nafta súper en cualquier surtidor del país contribuye con el 34,3% del precio final (promedio) en concepto de Impuesto a la Transferencia de Combustibles (ITC) -un cargo adicional por el dióxido de carbono (CO2)-, IVA e Ingresos Brutos. Es decir, por cada litro de combustible, que tiene un precio promedio de $40, $13,72 son para pagar impuestos y los restantes $26,28, para cubrir los costos y la rentabilidad del sector.
Con el gas pasa algo similar, aunque la presión tributaria es bastante menor. El usuario promedio (incluído en la categoría R3) paga 22,55% de impuestos.
Y según datos de la Fundación Pro-Tejer, el 50,3% del precio final de una camiseta o remera básica confeccionada en la Argentina es para hacer frente a las obligaciones impositivas del sector.
Un artículo similar en un comercio de Miami apenas tributa 7% de tasa. Es decir que del precio final de un ítem que allá cuesta U$S21,7 (equivalente a los $850 locales), un consumidor paga U$S1,5 de impuestos.
Los impuestos sobre el tabaco en la Argentina están en línea con el de las economías más desarrolladas: cada 20 cigarrillos de un atado, 16 son para pagar impuestos.
Los contadores tienen otra forma de medir la presión tributaria local: un ciudadano argentino trabaja el 60% del año para pagar impuestos y solo se queda con lo que genera en el 40% del tiempo restante.
Los profesionales calculan que un contribuyente necesita generar ingresos entre 170 y 202 días al año para estar al día con las exigencias de la AFIP, de la ANSeS y de los distritos (provinciales y municipales) correspondientes en cada caso.
“El peso que tiene el Estado en Argentina es alto para poder financiar el gasto público”, ratificó el economista, al mismo tiempo que consideró que “esto lleva a que sea muy alto el ingreso por evadir, porque es tan alta (la carga tributaria) que quien la puede evadir tiene una ganancia significativa”.
Asimismo, Argarañaz indicó que “cuando el Gobierno impulsó la reforma tributaria para bajar la carga en cinco años, a menos de un año que comenzó se tuvo que modificar porque se tuvo que acelerar la baja del déficit fiscal”.
La carga tributaria en la Argentina se había reducido 1,7% entre 2016 y 2017.
Pero por la falta de financiamiento y la necesidad de equilibrar las cuentas fiscales, el Gobierno creó nuevos impuestos y recuperó esa caída en 2018. Así, 2019 será recodado como el año de mayor presión impositiva en 60 años por la aplicación de nuevas retenciones a la exportación de productos y servicios, que se agrava más con la quita de reintegros.
“Por eso se suspendió la baja del impuesto al cheque y fijó un aumento en bienes personales, por lo que primó la necesidad de recursos. El fisco busca lo que genere más rápido un aumento en la recaudación”, concluyó Argañaraz.
El diario ‘El Cronista’ destacó justamente en su tapa de hoy que este año llegaremos a “niveles récord de 2015”, y lo hizo en función del mismo informe que reprodujo también el diario platense.
“A nivel macro, el aumento de la presión tributaria indica que se está comiendo del ingreso disponible de las empresas y familias para inversión y consumo para financiar al Estado. El aumento de la presión tributaria tiene un impacto de crowding out”, dijo Juan Luis Bour, de FIEL, al matutino.
Para Guillermo Nielsen, ex secretario de Finanzas, la presión impositiva hoy “opera como un filtro que tira para abajo a los pocos sectores que muestran recuperación”.
“La presión impositiva y cumplir con la AFIP la variedad de vencimientos que tienen es el principal problema de las empresas. Están todos corriendo para ver qué cuelgan este mes para poder pagar la quincena”, agregó.
Nielsen discrepa con la política monetaria dura acordada con el FMI. “En 2002 salimos de la crisis con una política fiscal muy dura y a la vez no basada en mayores impuestos, sino en operar sobre el gasto y una política monetaria laxa”, agrega.
“El Gobierno inició el camino para recuperar la competitividad de la economía, pero las turbulencias cambiarias y el acuerdo con el FMI truncaron ese proceso”, dijo Elisabet Bacigalupo, del equipo macroeconómico de Abeceb. “Ahora no queda otro camino para llegar al equilibrio fiscal”.
“El FMI es la última alcancía, después viene el abismo”, dijo el economista y director de L&P Aldo Abram, en ‘Ambito Financiero’, donde señaló también que “la verdadera enfermedad que nos está matando es el exceso de Estado”:
“El Gobierno recibió un Estado al borde de la quiebra debido al enorme incremento del gasto público durante la gestión “K”. Sin embargo, si uno toma el total de erogaciones estatales respecto de la producción argentina de 2017 es mayor al de 2015. El Gobierno nacional argumenta que ellos sí bajaron el gasto primario (sin contar intereses), pero si uno compara las erogaciones netas de transferencias para subsidiar tarifas de servicios respecto del PBI, también se incrementó en 2017 respecto de 2015. Es decir, que ni siquiera ahorraron todo el ajuste que nos hicieron hacer a nosotros con los aumentos de tarifas. Además, Cambiemos recibió un Banco Central (BCRA) al borde del abismo. Lograron salir pronta y exitosamente del cepo que aseguraba una pronta debacle. Contra la mayoría de los pronósticos, el dólar libre bajó respecto de sus niveles previos, demostrando las ganas de confiar que tenía la gente. Sin embargo, esa credibilidad inicial se perdió cuando, en vez de priorizar defender el valor del peso, el BCRA se dedicó a emitir para: a) financiar el exceso de Estado; b) aumentar el crédito y bajar la tasa porque el Estado se absorbía la mayor parte para cubrir su déficit; y c) al inicio para comprar los dólares de deuda que traían la Nación y algunas provincias porque con el financiamiento interno no les alcanzaba. Como la suba de precios se aceleraba, el BCRA decidió comprar esas divisas, endeudándose carísimo con las tristemente célebres Lebac. Conclusión: 2018 nos encontró habiendo usado el abundante crédito externo para mantener el exceso de Estado y no para resolverlo”.
La crítica del economista continuó: “nadie quiso hacerse cargo del ajuste del Estado, así que se lo transfirieron en un 80% a la gente. ¿Y nos extraña que el sector privado productivo sienta el apretón? Perdieron de vista que le piden que ajuste al que genera la riqueza para pagar los sueldos de sus empleados y el de los del Estado. ¿Y pretenden que crezca para licuar el gasto y la deuda pública? Imposible, es un mito que más ajuste del Estado llevaba a más recesión. Es al revés. ¿Quién va a querer invertir en un país que está en el lugar 21, entre 190, entre los que más exprimen con impuestos a sus empresas? En 2017 nuestros políticos prometieron bajarnos la presión tributaria y sancionaron dos leyes en ese sentido. Para cerrar el Presupuesto 2019 la volvieron a aumentar. ¡Una locura! Pensemos, ¿qué hubiera pasado si la mayor parte del ajuste lo hubiera hecho el Estado sin suba de gravámenes? Quizás hoy alguien tendría alguna esperanza de que algo cambie en la Argentina. Es vital que se asuma que el problema no es el déficit fiscal, es sólo una de las consecuencias de la verdadera enfermedad que nos está matando, el exceso de Estado. Por eso, si no la curamos, aunque logremos eliminar el desequilibrio fiscal, lo mejor que nos espera es crecer muy lento”.