En los últimos años se ha acentuado el debate acerca de la figura de la mujer dentro de las economías de mercado hasta tal punto que su integración queda relegada por las mismas teorías que intentan realzarla, cuando es bien sabido que su papel es fundamental para el progreso de cualquier sociedad moderna.
En primer lugar, es necesario definir acertadamente qué es y cómo funciona una economía de libre mercado ya que de ahí se genera la mayor confusión. Una economía de libre mercado cede el poder a los individuos, sin discriminar por género. No existe una división por sexo y es totalmente ilusorio creer lo contrario porque al libre juego de la oferta y la demanda sólo le interesan las capacidades, la inteligencia, la seguridad y la valentía de los individuos, y no si es mujer o varón. Vamos a un simple ejemplo económico: si B debe producir cierta cantidad de producto por día y debe escoger entre contratar al empleado C, que tiene una productividad mayor, o al empleado F, cuya productividad es menor a la de C, para que fabrique la mayor cantidad de producto en el menor tiempo posible entonces ¿A quién contrataría? Por lógica y matemática pura a C. Ahora si C fuese mujer y F varón ¿Cambiaría en algo? Si su objetivo sigue siendo generar la mayor cantidad de producto en el menor tiempo posible obviamente continuaría contratando a C. Y si por cualquier otro motivo decidiera contratar a F, el mercado libremente lo castigará. ¿Cómo? Fácil, a C la contratará la competencia y de esa manera el empleador que no quiso contratar a C por ser mujer terminará perdiendo ya que la productividad con la que trabajará será mucho menor. En consecuencia, bajo libre competencia cualquier tipo de discriminación será automáticamente penalizada.
Por supuesto es condición necesaria y suficiente que exista libertad de mercado para que el orden espontáneo coloque a cada actor en su lugar y eso no signifique algún tipo de regulación que más que solucionar agrave la situación de un sector de la sociedad. Por ejemplo, aquellas leyes que desean imponer a la fuerza cupos por sexo lo único que endurecen y propagan a lo largo del tiempo es la idea de que las mujeres sean reconocidas por su sexo más que por su intelecto, fuerza y determinación. Si se obliga a alguien a contratar sin considerar los aspectos objetivos tendremos dos problemas: por un lado, los individuos dejan de ser soberanos de su elección y por el otro, se convierten en esclavos de este sistema totalmente parasitario que absorbe intelecto y cualquier posibilidad de progreso. Todos los individuos sin importar si sea hombre o mujer merecen que se les brinde el mejor servicio, el mejor producto ya sea el que necesite operarse, el que requiera un par de zapatos nuevos o simplemente disfrutar de una cena en algún lugar. Todos los individuos merecen ser operados por el médico más capacitado, el fabricante de zapatos más reconocido o deleitarse con los platos de un excelente chef. Ni a la economía ni a nadie le agrega nada que ese producto o servicio sea brindado por una mujer o un hombre.
En segundo lugar, bajo el libre mercado las mujeres tienen la posibilidad de progresar y desarrollar completamente toda su capacidad intelectual e integrarse sin ningún problema en cualquier espacio. Si tomamos a los países líderes en libertades económicas de acuerdo al Índice de Heritage y lo comparamos lo comparamos con el nivel de desempleo en la población femenina según el Banco Mundial, se puede observar cómo el mismo es menor en aquellos países más libres, como Singapur, Reino Unido o Irlanda y mayor en aquellos, como la Argentina, que es una economía altamente reprimida.
Del mismo modo si nos enfocamos desde la óptica de las mujeres emprendedoras podemos analizar que mientras en los países más libres el costo de iniciar cualquier actividad comercial es cuasi nulo, en nuestro país, en donde la presión tributaria es la más alta de toda la región, el costo se multiplica abrumadoramente.
Esto es absurdo ya que en nuestro país mientras desde algunos “grupos ideológicos” se exigen más “políticas de género” y, por ende, menor libertad, cualquier mujer que desee incorporarse al mercado laboral ya sea como empleada o empleadora tiene el doble de dificultades que las mujeres nacidas en los países más libres.
Por otra parte, el nivel libertades económicas es un factor sustancial que determina la calidad de vida de las mujeres dado que es claramente visible que la expectativa de vida es mayor y la tasa de mortalidad materna menor en los países más libres.
Es apabullante como la tasa de mortalidad por enfermedades evitables se duplica en la Argentina en relación al resto de los países y la expectativa de vida promedia de 3 a 5 años de diferencia.
Asimismo, la educación de las mujeres es más alta en los países con mayor libertad económica. No es sorprendente que la inserción laboral y el nivel de vida se encuentren relacionados con la calidad educativa que reciben. Si en las primeras etapas de crecimiento, el individuo no absorbe todos los recursos que requiere para poder desarrollar su intelecto, el día de mañana es muy probable que ese individuo no cuente con todas las herramientas al momento que tenga que incorporarse al mercado laboral.
En tercer lugar, las economías de mercado permitieron a lo largo del tiempo que las tareas domésticas, las cuales eran mayormente sopesadas por las mujeres, puedan ser reemplazadas por nuevas tecnologías que posibilitan diariamente la incorporación de la mujer en los espacios de decisión. A principios del siglo XX las mujeres ocupaban la mayor parte del día en cocinar, asear la casa y fregar los platos. Hoy el tiempo se ha reducido a la quinta parte y eso es gracias a todas las nuevas tecnologías que se han inventado bajo economía libre de mercado como el lavarropas, el lavavajillas, la aspiradora, etc. A su vez, gracias a la proliferación de las ideas del liberalismo hoy, en pleno siglo XXI, la división de trabajo fuera y dentro de la casa ya no queda relegada a un sexo u a otro. Gracias a la libertad de elección ya sea hombre o mujer, el individuo decide libremente entre trabajar en la casa o fuera de ella. Es importante destacar que no existe nada que obligue a las personas a realizar tal o cual acción bajo una economía de mercado.
Por último, no existe un equilibrio sino una tendencia a este. Eso implica que la sociedad cambia y evoluciona constantemente si es librada de cualquier poder coercitivo que intente someter la soberanía del individuo. Es por ello que no debe pensarse al presente como un punto estático sino más bien como un progresivo ir y devenir fluido. Esto quiere decir que a medida que avance la libertad, todos los individuos por igual mejorarán en materia laboral, de educación y salud. Por ende, si desean mejorar su situación económica y su calidad de vida este 8 de Marzo tanto hombres como mujeres deben exigir más libertad.