¿No saben o no quieren? ¿Realmente es tan difícil superar la pobreza?

Presidente del Club de la Libertad de Corrientes.

Un debate vacío y políticas elocuentemente ineficaces

 Impericia para combatir la pobreza 

El tema esta nuevamente en el tapete. Esta vez las cifras impactaron con potencia en un escenario que presenta malas noticias económicas casi a diario. La gente y la política se llenan la boca hablando de esto. Dicen que hay sufrimiento y dolor, que es necesario ser solidario y sensible, pero nadie parece querer ir a fondo en un tópico que requiere de decisiones fuertes.

No es cierto que no se sepa como salir de esta encrucijada. Muchos países pueden dar testimonio del recorrido que hay que hacer, de los escollos que se deben atravesar y de lo que se puede lograr haciendo lo correcto.

Claro, qué por estas latitudes, todos pretenden resultados fabulosos, pero sin esfuerzo alguno. Quieren el premio, pero no el sacrificio.

Creen en lo mágico y no en el esmero y es por esa razón que todo sigue siempre igual. política económica argentina - pobreza

Mucho se puede decir sobre esta manía de “medir” la pobreza. Es una variable tan subjetiva, dinámica por su movilidad temporal, con criterios tan cambiantes y opinables, que las comparaciones en una línea de tiempo son demasiado improcedentes y llevan a lecturas incompletas e inadecuadas.

La política siempre se ocupa de hacer de las suyas, de contaminar en extremo la discusión y entonces todos acomodan sus discursos según de que lado del mostrador se ubican para llevar agua para sus propios molinos. Eso tampoco ayuda demasiado.

Desviar la atención, encender posturas emocionales y obnubilar la mirada de los que pueden tomar determinaciones relevantes que incidan en un cambio de rumbo, no suma. Reducir la discusión a establecer un umbral numérico arbitrario que divide a las personas y las clasifica como pobres, según ese parámetro es superado o no alcanzado, es retroceder en el camino de la construcción de soluciones.

Los indicadores son siempre una guía, una referencia, pero de ningún modo pueden ser analizados en forma aislada sin contemplar otros aspectos generales que también participan de ese contexto tan problemático.

El país convive con estos niveles de pobreza desde hace décadas. Mas allá de las cifras escalofriantes, ciertos paradigmas estructurales son aún mas preocupantes porque no solo hablan del presente sino también del futuro. No solo existen personas en situaciones paupérrimas desde lo estrictamente económico, sino que muchos de ellos, tiene una imposibilidad fáctica y profunda que les impide salir del circulo vicioso en el que han caído.

Ellos no solo precisan de significativos cambios macroeconómicos y mejores condiciones para hacer al menos el intento, sino que deben corregir ciertas complejas cuestiones, de no tan sencilla resolución en el corto plazo. No se puede jugar con la dialéctica de la eliminación de la pobreza porque eso iría en contra de la naturaleza humana y negaría la posibilidad que tienen quienes deciden un estilo de vida compatible con esta descripción.

Pero no es preciso disponer de una mente brillante, ni reunir a un equipo sofisticado de técnicos para saber que se debe hacer para mitigar un fenómeno social que la mayoría considera casi inaceptable en esta era. Las naciones que avanzaron en esto solo hicieron los deberes más básicos. Muchos afirman que la tarea es de una gran complejidad, pero en realidad es solo una excusa que esconde la falta de coraje para hacer lo preciso.

Las ideas centrales que se deben abordar son muy simples. En todo caso, lo engorroso, lo realmente desafiante, es reunir el valor para encarar esa agenda que tiene muchas aristas y para construir los consensos imprescindibles para soportar las distintas etapas de ese proceso. En ese fatigoso sendero no solo se deberán sobrellevar los amargos sinsabores con un estoicismo a prueba de casi todo, sino que también habrá que resistir la tentación de abandonar ese derrotero, porque en el “mientras tanto” muchos apostarán a que se interrumpa abruptamente lo iniciado.

También habrá que acompañar ese esquema monitoreando la evolución y contribuyendo especialmente en la labor de acortar al máximo todos los plazos para que aparezcan pronto los progresos y los anhelados logros. No será para nada fácil, tampoco transcurrirá sin tropiezos o sin que aparezcan errores involuntarios mas que predecibles ante semejante reto, pero si prima la convicción, la perseverancia y la paciencia, mas tarde o mas temprano, se concluirá asumiendo que esa victoria valió la pena. Si alguien espera la perfección se equivoca y mucho, pues habrá que aclarar que tal cosa como una sociedad sin contratiempos no existe, sobre todo porque los seres humanos son esencialmente imperfectos.

Nunca se salió de la pobreza con dádivas y asistencialismo, tampoco subsidiando industrias o con Estados elefantiásicos, mucho menos con políticos mediocres y cobardes, o con demagogia y populismo.

Pese a la categórica evidencia que ofrece el mundo, los dirigentes locales solo proponen fórmulas contrarias a la austeridad republicana, a los mercados libres y a la iniciativa privada como motor del desarrollo. Se ocupan a diario de agrandar el gasto estatal, aumentar impuestos y generar inflación emitiendo moneda y endeudándose cuando ya nada alcanza. El dilema es real. Los que creen que la pobreza es insuperable no han observado a aquellos países que superaron circunstancias mucho peores que las que se viven por aquí. Ellos arrancaron desde muy abajo, con dificultades superiores a estas, sin embargo, finalmente fueron exitosos.

Claro que no esquivaron nunca el desafío. Creyeron férreamente en su proyecto, fueron abrumadoramente consistentes, no se claudicaron ante la primera señal adversa y buscaron siempre variantes para progresar.