Facilitar el inicio de negocios, un desafío pendiente para el país

Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.
Doctor en Administración por la Universidad Católica de La Plata y Profesor Titular de Economía de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Sus investigaciones han sido recogidas internacionalmente y ha publicado libros y artículos científicos y de divulgación. Se ha desempeñado como Rector de ESEADE y como consultor para la University of Manchester, Konrad Adenauer Stiftung, OEA, BID y G7Group, Inc. Ha recibido premios y becas, entre las que se destacan la Eisenhower Exchange Fellowship y el Freedom Project de la John Templeton Foundation.

LA NACIÓN – Por Carlos Manzoni – La Argentina es el reino de los contrastes: a contramano de lo que sucede en otros países, aquí la mejora de las instituciones económicas no va al mismo ritmo que la de las instituciones políticas. Así, el notable avance en índices como el funcionamiento de la democracia, la libertad de prensa y la percepción de la corrupción, contrasta con la lenta recuperación en lo que respecta a libertades económicas y a la facilidad para hacer negocios.

Esta conclusión surge al analizar los resultados del Índice de Calidad Institucional de la Fundación Libertad y Progreso, un ranking que mide la calidad de las instituciones del país e, indirectamente, señala cuán atractivo es para las inversiones extranjeras. En 2019, la Argentina se ubicó en el puesto 112, luego de trepar siete lugares respecto del año anterior, pero mientras que en instituciones políticas trepa al puesto 78 entre 191 participantes, en las económicas está 138.

Martín Krause, autor del índice mencionado, comenta que hoy se está en el mismo lugar que en 2008, fecha a partir de la cual el país se desmoronó hasta el puesto 146. “La mejora de los últimos años se debe a lo ocurrido en el ámbito de las instituciones políticas, donde la Argentina muestra un indicador de 0,5466 (siendo Noruega el de mejor calidad con 0,9905 y Corea del Norte el último, con 0,0176)”, agrega el catedrático de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Donde no es nada halagadora la situación del país, advierte Krause, es en cuanto a las instituciones de mercado. “Allí la calificación es de 0,2593 (siendo Singapur el de mejor calidad con 0,9940 y Somalia el último, con 0,0053). El punto débil de la Argentina está, justamente, en la falta de libertad económica y en la poca facilidad para los emprendimientos. Eso la retrasa en el ítem económico, porque al mismo tiempo el resto de los países siguen avanzando”, señala.

En el análisis de este trabajo, desde Libertad y Progreso, un espacio de pensamiento liberal, se observa que la caída se profundizó en el kirchnerismo. “La llegada de Mauricio Macri en diciembre de 2015 significó un notable cambio de rumbo y un aparente camino de salida a la peste que asoló a la Argentina entre 2003 y 2015: la fiebre populista”, dice el informe.

¿Y qué tiene que ver el populismo y la calidad institucional? El escritor Emilio Ocampo, coautor junto con Roque Fernández de El populismo en la Argentina y el mundo, responde que la presencia del primero es sinónimo de ausencia de calidad institucional. “El populismo es la solución facilista, simplista y arbitraria a problemas estructurales que enfrenta una sociedad que propone a un político carismático y oportunista utilizando un discurso maniqueo. Llevado al extremo, el populismo termina destruyendo la democracia y en su mutación final se convierte en autoritarismo”, afirma el economista e historiador.

El economista Agustín Etchebarne, de Libertad y Progreso, señala que conocer la calidad institucional es importante, porque un país más proclive a respetar las reglas atrae más inversiones y trabajo. En este sentido, explicando la teoría del Premio Nobel Douglas North, dice: “Si es probable que un Gobierno te confisque una propiedad o un ahorro, menor será la tasa esperada de retorno de las inversiones y, por lo tanto, menor será la inversión”.

En tanto, Nicolás Cachanosky, economista de la Metropolitan State University de Denver, remarca que hay fuerte consenso en que las naciones ricas son más proclives a tener una economía de libre mercado abierta al mundo y un adecuado marco de reglas que proteja la propiedad y la libertad. “Las instituciones son claves para entender el éxito o fracaso de las naciones. En definitiva, son las reglas y su respeto lo que define el desarrollo de un país a largo plazo”, subraya.

Desde esa visión, está claro el vínculo entre instituciones sanas y bienestar económico. “Pero, paradójicamente, mientras que en el mundo se da que una mejora en la institucionalidad trae un avance similar en lo económico, en la Argentina se da el extraño caso de que hay un gran esfuerzo en mejorar las instituciones políticas y un descuido en lo económico”, concluyen en Libertad y Progreso.

¿Por qué la Argentina avanza más lento en sus instituciones económicas? Krause atribuye ese fenómeno a la persistencia del déficit fiscal, la alta inflación, la presión impositiva y una economía aún bastante cerrada, todas cuestiones que frenan por el momento una mejora mayor en materia de instituciones económicas.

El Índice de Calidad Institucional es muy amplio, ya que promedia ocho indicadores reconocidos a nivel internacional: Rule of Law y Voz y Rendición de Cuentas, ambos del Banco Mundial; Libertad de prensa, de Freedom House; Percepción de la corrupción, de Transparencia Internacional; Competitividad global, del Foro Económico Mundial; Libertad económica, de Heritage Foundation, Libertad económica en el mundo, de Fraser Institute, y Doing Business del Banco Mundial.

Un recorrido por el resto de los países analizados en el índice en cuestión permite ver que los que combinan tanto libertades económicas como seguridad jurídica y transparencia en el balance ideal son Nueva Zelanda (número 1 del ranking), Dinamarca, Suiza, Noruega, Finlandia, Suecia, Holanda, Canadá, Reino Unido, Australia, Alemania, Estados Unidos, Irlanda, Estonia, Luxemburgo, Austria, Islandia, Hong Kong, Taiwán y Bélgica.

Krause también destaca el desempeño de los bálticos, que ocupan el puesto 14° (Estonia), 22° (Lituania) y 29° (Letonia), sobre todo por ser los países mejor ubicados entre los que abandonaron el régimen socialista soviético a inicios de los 90. “En 1996, Estonia ya estaba en el puesto 39°, lo que muestra el gran esfuerzo de cambio realizado en los primeros años y la continuidad que ha tenido desde entonces”, señala el catedrático.

Lamentablemente, hacia el final de la lista no se ven muchos casos de países que estén saliendo de esa mala posición. Este año, los habitantes del “tren fantasma” de la calidad institucional son Corea del Norte, Somalia, República Árabe Siria, Eritrea, Guinea Ecuatorial, Libia, Sudán del Sur, Turkmenistán, Venezuela, Yemen, Sudán, Chad, Burundí, República Democrática de Congo, República Centroafricana, Angola, República del Congo, Zimbawe, Iraq y Cuba.

El caso de Nueva Zelanda

Un caso destacable en lo que respecta a calidad institucional es Nueva Zelanda. A este país le va tan bien en las instituciones como le va en algunos deportes. En los 24 años de datos del Índice de Calidad Institucional, Nueva Zelanda fue el país con más calidad institucional durante la mitad del tiempo, según el índice analizado.

En paralelo a su mejora en las instituciones, el país pasó de un ingreso per cápita de US$26.735 en 1996 a US$37.852 en 2017 (dólares constantes de 2010). “La expectativa de vida es de 80 años para hombres y 83 para mujeres. Además, se destaca por el respeto a los derechos individuales, a las diferencias culturales, la protección ambiental, la seguridad y la justicia”, detalla Krause.

Los países que han acompañado a Nueva Zelanda todos esos años en los tres primeros puestos son Dinamarca, este año 2°, y Suiza (3°). Dinamarca ha ocupado el primer puesto durante cuatro años consecutivos (2008/11) y Suiza en cinco años (2005/07 y 2015/16).

Durante esos 24 años estos países han compartido los tres primeros puestos, un desempeño más que notable, que extiende la sugerencia de estudiar sus instituciones a los tres casos. Desde 2002 hasta 2017 tuvieron un cuarto acompañante, Finlandia, pero este país cayó al 6° puesto en 2017 y recupera ahora un escalón.

La Argentina está lejos de soñar con integrar ese top ten del Índice de Calidad Institucional que lideran los neozelandeses, pero al menos se puso en carrera: desde 2016, avanzó 30 puestos en el ranking (4 en 2017, reflejando 2016; 19 en 2018, con base en lo ocurrido en 2017 y 7 este año, como reflejo de 2018). Claro que, lamentablemente, eso no sirvió para imprimirle más ritmo a la mejora de las rezagadas instituciones económicas.