Juan B. Justo y el socialismo liberal

Consejero Académico de Libertad y Progreso

Los socialistas tuvieron en sus orígenes muchos puntos en común con los liberales. El pensamiento de Juan B. Justo, fundador del socialismo argentino, prueba que si en nuestros días los socialistas pretenden moderar su intervencionismo no es necesario que traicionen sus raíces: basta con que las reconozcan. Juan Bautista Justo nació en Buenos Aires el 28 de junio de 1865. Estudió medicina y fue catedrático en la Universidad de su ciudad natal, aunque sería exonerado por sus actitudes democráticas y liberales. Fundó la Agrupación Socialista de Buenos Aires en 1892, germen del Partido Socialista Argentino. El órgano de la Agrupación, que después lo será del partido, fue La Vanguardia, periódico “socialista científico, defensor de la clase trabajadora”, cuyo nombre fue propuesto por Justo, que lo creó junto a un inmigrante alemán y dos españoles en 1894.

Fue tres veces diputado, hasta 1924, y desde entonces senador, y representó con brillantez al socialismo en el parlamento argentino prácticamente hasta su muerte. El socialismo fue un partido esencialmente urbano, pero a esa escala tuvo mucho éxito, y hasta el advenimiento del peronismo fue relevante e incluso mayoritario en la capital.

Justo ejerció una amplia actividad política, fundó cooperativas y publicó numerosos trabajos; su obra más ambiciosa fue Teoría y práctica de la historia, de 1909. Tuvo apreciable predicamento en la II Internacional y fue vicepresidente del Congreso de Berna. Conoció en Madrid a Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, que fue su corresponsal durante años y que se refirió a él como “el sabio doctor argentino Juan B. Justo”.

Hombre de vastas lecturas y que hablaba cuatro idiomas, emprendió una labor ímproba: traducir El Capital; fue autor de la primera traducción española completa y directa del alemán, publicada en Madrid en 1898.

Justo murió el 8 de enero de 1928. Poco faltaba para que muriese también la democracia argentina: en 1930 el presidente Yrigoyen fue depuesto por un golpe militar que sería el primero de una larga y triste lista.

Una multitud se congregó frente a la Casa del Pueblo porteña y formó el cortejo fúnebre del líder socialista, al son de “La Internacional”. La gran avenida que lleva el nombre de Juan B. Justo en Buenos Aires fue construida con las aceras rojas, en su honor.

Justo se opuso al anarquismo, dominante entonces en el movimiento obrero, y a la violencia política. Tampoco simpatizó con el comunismo: “En Rusia, donde en nombre del socialismo de Lenin se persigue y se mata a los que entienden el socialismo de otra manera”.

Defensor del libre comercio, repite en sus escritos la relación librecambio/paz, viejo tema liberal desde Smith y Ricardo. Elogia a Locke por su crítica a la regulación del tipo de interés, y a Boisguillebert, que con el liberalismo favoreció a las clases oprimidas contra el “ministro Colbert, personificación la más alta de la intromisión protectora, o destructiva, del Estado”.

El proteccionismo anima para Justo “la peor solidaridad de clases”: capitalistas y trabajadores de un sector contra sus equivalentes en otros países “y contra los consumidores del propio país, que son en su mayor parte trabajadores”. Pedirá Justo la derogación de los aranceles: “Las aduanas alejan y aíslan a los pueblos…La abolición del proteccionismo sólo amenaza las ganancias espurias que a su sombra realizan algunas empresas y la renta abusiva de tierras destinadas, gracias a la aduana, a cultivos que económicamente debieran ser hechos en otros países”. Más de un socialista europeo valedor de la Política Agraria Común debería releer a este antiguo camarada.

Distinguió entre empresarios competitivos y “empresarios incubados y cebados por la ley, mediante trabas aduaneras y privilegios monopólicos… Negamos que las empresas deba hacerlas el Estado. Ya vendrán ellas si el Estado sabe cumplir sus funciones esenciales en defensa del capitalismo, que consisten simplemente en la aplicación del Código Civil y del Código Penal, para establecer el respeto por la propiedad y por las personas”.

Otro aspecto de su liberalismo fue su pensamiento monetario. Los socialistas argentinos se opusieron a la creación del Banco Central en los años 1930; Justo había escrito: “La moneda sana de oro o de papel convertible a la par debe también ser un postulado obrero internacional, sobre todo en países como los de Sud América, donde el envilecimiento de la moneda es todavía uno de los procedimientos preferidos para intensificar la explotación del trabajador”.

Opuesto a las interpretaciones hegelianas, Justo expone una visión evolucionista y no dialéctica. En un artículo publicado en la Revista Socialista de Madrid en 1903 habla de “las obscuras, remotas y negativas concepciones de Hegel… si Marx y Engels han llegado a grandes resultados no ha sido gracias a la dialéctica hegeliana sino a pesar de ella”.

Juan_Bautista_Justo_circa_1916Sus peculiares lecturas de Marx y su acertado prejuicio antirrevolucionario lo llevaron a enfrentarse con los comunistas en la Internacional, donde abogó por el libre comercio y otras consignas liberales, como el antimilitarismo y el anticolonialismo. Reprochó a Rosa Luxemburg y otros porque no respaldaban el comercio libre y recaían en un “imperialismo subconsciente” y proteccionista, actitud que había generado la guerra: “Los socialistas no han dado la importancia debida al comercio entre los pueblos, o no lo han comprendido absolutamente. No se encuentra una palabra sobre la libertad de comercio en las largas declaraciones de los congresos socialistas internacionales sobre la guerra y los medios de evitarla. Las relaciones económicas de los pueblos eran completamente ignoradas en esas fórmulas. Se decía en ellas que el militarismo era engendrado por el capitalismo en busca de nuevos mercados, pero no se sugería la necesidad de quitar esa razón al militarismo abriendo todos los mercados”.

Con mucho tino recela Justo del nacionalismo como excusa proteccionista: “Nuestro patriotismo, como diputados socialistas, está en que la industria azucarera prospere libremente, sanamente, y sobre la base de una producción hecha con equidad y economía, y que el pueblo de la república no pague permanentemente un alto tributo por tener la felicidad de consumir azúcar de producción argentina”.

Con todo, Justo fue un socialdemócrata: creía que la evolución de la cultura política permitiría transformar la sociedad, que los trabajadores podrían controlar el Estado, democratizar la política y socializar la economía. Pretende respetar la propiedad privada “en lo que ella tiene de más precioso, la propiedad de la retribución del propio esfuerzo”, pero propicia su limitación en el caso de la tierra a través de los impuestos, algo muy acorde con diversas doctrinas populares del siglo XIX.

Su socialismo queda ratificado por la habitual prevención ante la religión y por su respaldo a un escenario sociológico historicista y holístico que apunta a “una conciencia colectiva que dirija y coordine los esfuerzos productivos de los hombres”. Combina el marxismo con la “ciencia nueva” de la sociología de Comte y el evolucionismo de Spencer, y llega a un extremo empirismo positivista. Muestra de esta concepción antiindividualista es su crítica a la familia, que entronca con tonterías que sostuvieron las fuerzas llamadas progresistas mucho tiempo después.

Y sobre todo, Justo no es plenamente liberal por la misma razón por la que no lo es la izquierda de nuestro tiempo: porque no plantea ningún freno al poder si éste es democrático. Como acuñó su contemporáneo Indalecio Prieto, Justo es un “socialista a fuer de liberal”, que subraya más la libertad “de los antiguos”, la participación política, que el rechazo a la intromisión política en las vidas de los ciudadanos.

Ilustra su sincretismo lo que escribió en 1894 en el primer editorial de La Vanguardia. Según Juan B. Justo los socialistas argentinos iban a difundir las doctrinas de Marx, Ricardo y ¡Adam Smith!

Publicado en La Ilustración Liberal