¡Víctimas no! Los dos estereotipos que el feminismo usa para dominar a la mujer

El socialismo “feminista” las prefiere sumisas.

He podido observar de forma cada vez más apremiante como la corriente socialista intenta distorsionar, con mitos y prejuicios, la figura de la mujer dentro de la sociedad en pos de sus propios intereses políticos. A esta altura ya es bien sabido que el socialismo intenta captar la mayor cantidad de individuos para transformarlos en números de una masa autómata que siga las órdenes de un único líder. Las mujeres, obviamente, no han escapado de sus garras.Feminismo favorece o perjudica a las mujers

El socialismo, para poder manipular a su antojo al género femenino, le quita individualidad a la mujer y la somete a un colectivo.

De esta forma la mujer, en el transcurso, pierde identidad dentro de la sociedad y se vuelve un ente sumiso a los caprichos del líder, indiscutiblemente masculino. Es por ello que desde como mujer, dentro del mercado laboral, voy a enfocarme en dos mitos que fueron implementados por el socialismo a lo largo del tiempo en la consciencia del género femenino:

Sobre estos puntos: nadie más que tú es responsable de tus acciones, hazte cargo de las consecuencias. Los liberales somos famosos en hacer cumplir las reglas del juego y es un punto a destacar de sobremanera.

Cuando dos individuos comienzan una relación, en general, se establecen las “reglas de juego” de la pareja. Estas incluyen desde las aspiraciones que tiene a con la otra parte hasta los límites de cada uno. Precisamente, estas reglas dependerán de cada pareja y se establecerán luego de, obviamente, la negociación de las partes. Si algunas de las partes no está conforme con las reglas de juego que establece el otro, bien o puede decidir “negociar” o separarse. En todo caso, el acuerdo final es voluntario. Ninguna de las partes, luego de pasado un tiempo, posee ningún derecho a reclamar o victimizarse si las consecuencias de ese acuerdo no son de su agrado. Es imperioso hacerse cargo de la responsabilidad que tiene uno como individuo dueño de cierto grado de lógica y raciocinio.

Para ilustrarlo lo mejor posible voy a atreverme a tomarme como ejemplo. Hace algún tiempo intenté construir una relación con una persona. En el inicio de la relación el individuo en consideración me había establecido como regla de juego que yo bajara el perfil profesional ya que su modelo de mujer era más bien sumiso y dedicado a las tareas hogareñas. En ese instante tuve dos opciones: aceptar dicha regla de juego de la otra parte o romper la relación. Obviamente, y que quede bien claro que no estoy juzgando la regla de juego que había establecido, como individuo pensante escogí la segunda opción porque tenía bien en claro que no podría con las futuras consecuencias que acarrearía la primera. Yo decidí, como mujer, esa opción ya que conocía perfectamente mis propias aspiraciones y reglas de juego y estas eran, fundamentalmente, horizontalidad profesional. En ese momento me volví responsable de esta elección y sus futuras consecuencias.

Lo cierto es que, muchas mujeres deciden por diversos factores -como el miedo a quedarse solas, falta de autoestima, incertidumbre al devenir, subvaloración a la vida profesional por sobre la afectiva- la primera opción.

Nuevamente no juzgo esta decisión sino que deseo enfatizar la plena responsabilidad que tiene la mujer sobre la misma. Si la mujer decide quedarse en casa, realizando los trabajos domésticos, que no son remunerados, y sacrificar, de ese modo, su carrera es responsabilidad de ella. Lo acordó voluntariamente. No es culpa ni del sistema, ni de las regulaciones, ni del “patriarcado”, es yerro de la mujer. Si, como bien dice el Banco Interamericano de Desarrollo, el 80% de los trabajos domésticos recaen sobre la mujer no es culpa del hombre sino, específicamente, de la mujer. Nadie más que ella es propietaria de sus propias elecciones. En todo caso, si ambas partes poseen muchos prejuicios o estereotipos se tratará en terapia, se separarán, etc., pero no por ello deja de ser un acuerdo voluntario. Uno escoge el modelo de vida que más desea pero no vale, en un futuro, culpar a otros ni victimizarse.

Por otra parte, las mujeres tenemos la capacidad de dar a luz a un nuevo individuo. Según el neoclásico Gary Becker, las mujeres nos encontramos biológicamente predispuestas a quedarnos en el hogar cuidando a los chicos, es decir, somos más eficientes en el hogar. Nuevamente, no deja de ser una decisión individual. La mujer, más en el siglo XXI, tiene la posibilidad de escoger ser o no madre, dedicarse ella o no al cuidado de sus hijos. Si la mujer decide salir del mercado laboral para dedicarse a ser madre, es responsabilidad de ella. Nadie más que ella escoge ese camino. No hay que culpar al sistema que, posteriormente, no logren ocupar cargos jerárquicos a falta de años laborales por una elección de vida individual.

Los socialistas apelan a la victimización para quitarle identidad al individuo. Bajo su reducida concepción, el individuo siempre es víctima de algún otro. De esa forma, quitándole responsabilidad al individuo, le quitan identidad. Muchas veces, y el 90% de las políticas de género se encuentran avaladas por esto, intentan diversificar entre toda la sociedad las consecuencias de las acciones individuales. Es así como logran coaptar a las mujeres y convertirlas en partes de la masa socialista que, sin razonar, aceptan de forma autómata las decisiones de un líder masculino, muchas veces tapado por una figura femenina que no es más que otro títere de este. Por ejemplo, el Che Guevara, Carl Marx, etc.

En definitiva, el camino para emponderar a la mujer para que tenga una mayor participación en el mercado laboral y construya una relación de igualdad con su pareja no es el socialismo sino el liberalismo.

La mujer necesita desenmascarar la mentira socialista y comprender que es dueña de su identidad, sus acciones y su vida. Todas sus acciones tienen sus respectivas consecuencias. Si la mujer se da cuenta de esto podrá ser más consciente de sus elecciones. Una vez hecho esto, logrará todo lo que desee en este mundo ya que en un estado de libertad, los anhelos de un individuo son ilimitados.