Hazlitt, Bastiat y el largo plazo

Por Enrique Esteban Arduino*

El pasado 15 de noviembre, se cumplieron ciento veinticinco años del nacimiento de Henry Hazlitt, brillante pensador económico y comunicador. Hazlitt era una especie de Frédéric Bastiat moderno. Sus artículos y especialmente su libro de 1946, “Economics in One Lesson”, dejaron claro las complejidades de la economía a una audiencia masiva, influyendo duraderamente en las carreras y razonamientos de muchos de los grandes pensadores libertarios, de su época y posteriores.

En su artículo “Bastiat, the Great”, opina que nos vendrían bien más pensadores como Bastiat en nuestro tiempo, tenemos una necesidad desesperada de ellos pero que aún tenemos gracias a sus libros y escritos al propio filósofo francés. Tal vez, si algunos podemos tener una visión más clara de la situación se lo debemos a Bastiat.

En el citado libro de su autoría, Hazlitt pone en evidencia su compenetración con las ideas de Bastiat. Concuerda con él que:

“El arte de la Economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o medida política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores”

 “El mal economista sólo ve lo que se advierte de un modo inmediato, mientras que el buen economista percibe también más allá”

Es más, trae a nuestros días estos pensamientos y expresa:

“El sofisma básico de la “nueva” Economía, consiste en concentrar la atención sobre los efectos inmediatos de cierto plan en relación con sectores concretos e ignorar o minimizar sus remotas repercusiones sobre toda la comunidad”

Evidentemente “Lo que se ve y lo que no se ve” incidió en su pensamiento. Hazlitt va un paso más allá, y profundiza en la importancia de aspectos de la economía de los que nunca se habla, porque nunca suceden. Para él, la economía no es solo una serie de transacciones con razones ocultas, la interpreta en términos de efectos a largo plazo que sobreviven a los efectos a corto plazo de cada principio o política económica.

Fue un visionario sobre lo políticamente correcto: observó que las organizaciones y el gobierno exigen el cumplimiento de las ideas existentes y castigan a los pensadores críticos. Entiende la moralidad no como la subordinación de lo “individual” a ·la “sociedad” como declama el altruismo, sino la subordinación de los objetivos inmediatos a los objetivos a largo plazo, importantes principios que a menudo se pierden en nuestra sociedad actual. Para Hazlitt, el mercado requiere líderes morales porque no puede funcionar sin integridad. Entiende que solo cuando los hombres son libres pueden ser morales,  demostrando la importancia que a la Libertad le confiere.

Pero, ¿Qué lleva, más allá de las ideas de Bastiat, a Henry Hazlitt a razonar así? ¿Qué características personales lo llevan a plantearse estos dilemas?. Isaac Morehouse, del Institute for Human Studies, nos propone cinco rasgos que Hazlitt exhibió:

Hazlitt fue radical. William Harold Hutt, en su libro “¿Políticamente imposible…?” habla del papel del economista no como alguien que simplemente busca lo que es políticamente posible en el momento y recomienda políticas que están dentro de esa ventana, sino alguien que recomienda lo que él sabe es mejor, incluso si actualmente es improbable;  puede ofrecer una segunda mejor opción, pero el buen economista tiene el deber de aclarar cuál es la política óptima. Para Hazlitt al hacerlo, puede no cambiar la política de corto plazo, pero cambia la ventana de lo políticamente posible incorporando en el discurso público ideas económicamente acertadas. Ofrecer la idea más radical hace que las mejoras marginales parezcan menos radicales y por tanto más aceptables para el público. Hazlitt resistió el atractivo de los elogios políticos y en su lugar encarnó el papel a menudo incómodo descrito por Hutt.

Hazlitt fue práctico. Radical en sus ideas como práctico en sus métodos. Practicidad que no vino de tratar de agradar adoptando ideas populares, sino de su enfoque y estilo. La gente promedio fue su objetivo; comunicó ideas impopulares en medios populares. A Keynes lo consideraba un escritor brillante e ingenioso, pero expresó que nunca debemos confundir el ingenio con la profundidad. Él tenía ambas cosas y las utilizó para transmitir ideas radicales de la libertad de manera accesible.

Hazlitt fue humilde. La evidencia paradójica demuestra su humildad: estuvo dispuesto a escribir sobre una variedad de temas a pesar de no ser un experto acreditado en ninguno de ellos. Puede parecer un signo de arrogancia a primera vista, pero refleja una profunda humildad. Seguro es hablar sobre las áreas en las que está acreditado; es riesgoso verter opiniones, no importa cuán bien pensadas sean, en asuntos en los que no se considera que tenga experiencia. Incluso, Hazlitt nos invita, aún si carecemos de experiencia o credenciales, a no tener temor a explorar otras disciplinas y compartir ideas. Se necesita humildad para arriesgarse a no ser tomado en serio.

Hazlitt fue optimista. Fascina cuán sombrío fue a veces, mientras que al mismo tiempo, derrochaba optimismo sobre las perspectivas de mejora. Incluso en el peor de los mundos posibles, la mínima comprensión económica podría triunfar sobre el colectivismo nacido de la ignorancia. Las ideas pueden salvarnos. Considera que educar en principios económicos, es la primera línea de la lucha por la libertad.

Hazlitt fue persistente. Nos recuerda que sea cual sea el campo en el que el libertario se desenvuelva, debe tomar una posición. No puede permitirse el lujo de decir nada. Ninguno puede despreocuparse; el interés de todos depende del resultado. Elija o no, cada hombre se siente atraído por la gran lucha histórica, la batalla decisiva en la que nuestra época nos ha sumido.

Antes de tomar una decisión, asegúrese de que desea llevarla a cabo. No debe haber duda de que el fin que tiene a la vista es tan deseable o ventajoso que superará todos los deseos y ventajas o todos los demás fines que es probable se deban renunciar para lograrlo. Se debe estar seguro de estar dispuesto a pagar el precio. “Los tiempos requieren coraje. Los tiempos piden trabajo duro. Pero si las demandas son altas, es porque las apuestas son aún mayores. No son nada menos que el futuro de la libertad, lo que significa el futuro de la civilización”.

Como a Bastiat, hoy día necesitamos un ejército de “Hazlitts”: hombres y mujeres con coraje y sabiduría, que no teman hablar, difundir y escribir la verdad.

* Enrique Esteban Arduino, Director de la Fundación Club de la Libertad, Corrientes, Argentina