Iván Carrino
Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.
Iván Carrino analiza las políticas monetarias del Banco Central de la República Argentina.
CATO – En su último informe de política monetaria, el Banco Central de la República Argentina reconoce que para 2021 existen algunos factores que generan presiones sobre la inflación, entre ellos, la necesidad de que haya un ajuste de las tarifas de servicios públicos. Sin embargo, sostienen que eso no será un problema porque el Gobierno Nacional “coordinará fuerzas” para que la baja de la inflación continúe.
En concreto, sostienen:
Hacia adelante algunos factores podrían ejercer presión sobre el proceso de formación de precios, entre los que se encuentran: la recuperación del precio relativo de los servicios, el avance de los acuerdos paritarios y la búsqueda de recomposición de los márgenes de comercialización minorista en algunos sectores. Sin embargo, se espera que la coordinación de estas fuerzas por parte del Gobierno Nacional con los distintos sectores de la economía permita que el proceso gradual de baja en la inflación continúe.
Para empezar, es curioso que en el informe de política monetaria muestre un rol casi nulo para, precisamente, los factores monetarios que determinan la inflación. Ahora bien, yendo al punto, cabe preguntarse si son las tarifas de servicios públicos las que generan la inflación y, por lo tanto, controlar este precio es lo que resolverá el problema de la caída del poder adquisitivo.
Seguidores de Olivera
El punto principal de esta teoría en realidad se remonta al trabajo de un célebre economista argentino, llamado Julio Hipólito Guillermo Olivera. En dicho artículo, de 1960, llamado La Teoría no Monetaria de la Inflación, Olivera no descarta que existan causas de la inflación que sean monetarias (que un exceso en la cantidad de dinero lleve al exceso de demanda que suba los precios) pero plantea que ésta también puede tener origen en el cambio de algunos precios específicos de la economía.
En este sentido va a decir entonces que si existen inflexibilidades de precios, es decir que los precios no se pueden mover mucho hacia arriba o hacia abajo, entonces el hecho de que cambie un precio particular un x%, dado que ninguno de los otros precios de la economía va a moverse en sentido contrario para compensar, entonces subirá el nivel de precios sin necesidad de que aumente la cantidad de dinero.
Si sirve un ejemplo concreto para aclarar, supongamos que el kilo de naranjas está en $ 100, mientras que el kilo de bananas se consigue a $ 200. En esa economía de dos bienes, el nivel de precios es $ 150 (un promedio de ambos precios individuales). Ahora bien, si suben las naranjas a $200 y, al mismo tiempo, no bajan las bananas, entonces el nivel de precios promedio habrá aumentado a $200. La tesis de Olivera es que esto puede pasar sin que aumente la cantidad de dinero.
Esta idea es la que hoy toma el Banco Central para desligarse de la responsabilidad sobre la inflación y ponerla sobre lo que el Gobierno Nacional pueda hacer con las tarifas de servicios públicos y otros precios o tasas de la economía.
Primero la inflación, después el “tarifazo”
Un problema con esta teoría es que, en primer lugar, y en el caso específico de las tarifas, primero viene la inflación, y luego la necesidad de ajustarlas.
Durante los primeros tres gobiernos kirchneristas, la combinación de altos niveles de inflación con el congelamiento de los servicios públicos dio como resultado que las tarifas residenciales de electricidad cayeran un 80% en términos reales. Ahora las tarifas de luz se encuentran congeladas desde marzo de 2019, mientras que las de gas se congelaron en abril.
En ese mismo período el nivel general de precios acumuló un aumento de 75% y 69% respectivamente.
Frente a estos escenarios el gobierno tiene dos opciones: o bien mantiene el congelamiento con la esperanza de que la inflación no suba -más allá de que sí sube a pesar de los controles- o decide (de forma gradual o de golpe) sincerar los precios, reconociendo que quedaron “atrasados” respecto de la inflación.
Ahora bien, si toma este segundo camino, es porque la inflación llevó a la necesidad de ajustar las tarifas, no que el descongelamiento tarifario haya generado la inflación. Primero viene la emisión monetaria, luego suben los precios, y finalmente lo hacen los precios a los que el gobierno antes no permitió subir.
Corto plazo vs. largo
Una objeción más fundamental a la teoría no monetaria de la inflación es que confunde un fenómeno de corto plazo con una explicación de largo plazo para la cuestión de la inflación.
Es que es absolutamente probable que si mañana las tarifas de servicios públicos suben un 50%, cuando el INDEC haga su relevamiento de precios notará que uno de los precios de la canasta con la que calcula de la inflación habrá subido. Al mismo tiempo, en el cortísimo plazo el resto de los precios puede permanecer sin cambios puesto que la reasignación de consumo de los agentes no se dará de forma inmediata.
Sin embargo, en un plazo más largo, y en la medida que el gobierno no aumente más las cantidades de dinero, entonces este aumento general en el nivel de precios no se va a ver convalidado. Con el tiempo otros precios de la economía tendrán que reducirse porque sencillamente no habrá dinero con qué pagarlos.
Volviendo al ejemplo de las naranjas y las bananas, si la cantidad de dinero total era $ 300, entonces solo a corto plazo puede ocurrir que tanto las naranjas como las bananas tengan un precio de $ 200. En el largo plazo, la suba del precio del kilo de naranjas se hará a costa de la baja del precio del kilo de bananas, manteniéndose el nivel de precios constante.
Obviamente, también puede ocurrir que quien produzca bananas no pueda reducir sus precios sin cerrar el negocio. En dicho caso, el ajuste en el precio de las naranjas tendrá como consecuencia una recesión económica. En el caso de las tarifas pasa lo mismo. Como los consumidores tendremos que gastar más en energía, tendremos menos para gastar en panaderías, con lo que si los precios de éstas no pueden bajar, algunas cerrarán sus puertas generando una contracción económica.
Pero los costos de este sinceramiento de corto plazo deben compararse con los costos de la destrucción del sistema energético nacional, que es el único corolario que surgirá de mantener la política de controles de precios sobre el sector.
No repetir el pasado
Para ir cerrando, es cierto que a corto plazo los ajustes de algunos precios regulados generan un impacto al alza en el índice de precios. Pero la inflación como fenómeno de largo plazo no es causada por estos ajustes, sino que es la causa de ellos. Además, en el largo plazo, independientemente de los tarifazos que haya que hacer, si la política monetaria está controlada, la inflación sí o sí bajará, como lo ha hecho en todos los países de la región en los últimos 30 años.
En Argentina mucho antes de que tanto el gobierno de Cristina Kirchner como el de Mauricio Macri comenzaran a ajustar las tarifas de servicios públicos, la inflación se había multiplicado por 10, pasando de cerca del 3% en 2003 a cerca del 40% en 2014. Si no estamos dispuestos a aprender de las lecciones del pasado, estaremos condenados a repetirlo.
Este artículo fue originalmente publicado en el sitio personal de Iván Carrino el 6 de diciembre de 2020.