Doctrinas asesinas

CATO Carlos Rodríguez Braun dice que enfrentados a los resultados monstruosos del anticapitalista, la izquierda recurre a su estrategia más perdurable: juzgar al capitalismo por sus peores resultados y al socialismo por sus mejores objetivos.

Ahora que vuelve a haber guerra en nombre de la nación y la patria, quizá convenga repasar la influencia de las ideas cuando influyen sobre la vida de la gente. O su muerte.

Marx no recomendó a los comunistas que asesinaran a millones de trabajadores. Pero lo hicieron. Marx no fue un asesino, pero sus doctrinas llevaron al vertido de torrentes de sangre. ¿Cuál es su culpa?

No cabe dictar sentencias inapelables sobre ideas, porque ello puede conducir a la generalización de la iconoclasia. Estudiar esas ideas y sus consecuencias es mejor que, por ejemplo, derribar estatuas de Marx.

Recordé este complicado asunto leyendo una entrevista con Paul Preston en El País Semanal, en la que habla de figuras del franquismo como José María Pemán, “responsables con sus doctrinas de muchos muertos, mientras que en algunos periodos dieron la impresión de ser una especie de santos laicos: el Pemán que quedó en la Transición poco tenía que ver con el de la guerra”.

Esto es interesante, porque cuando escribe El zorro rojo, la biografía de Santiago Carrillo, denuncia sus crímenes, pero se los atribuye a él, y no a sus ideas (https://bit.ly/3sezPZy). Este es un truco habitual en la izquierda, que así puede continuar con la más perdurable de sus estratagemas, a saber, juzgar siempre al capitalismo por sus peores resultados y al socialismo por sus mejores objetivos.

Enfrentados ante los resultados monstruosos del anticapitalismo, los progresistas esparcen a raudales la tinta del calamar, en particular la que utiliza Preston al apuntar a la persona malvada de Carrillo como fuente exclusiva de sus tropelías, y no a su ideología. Algo parecido hacen los que buscan la raíz del genocidio comunista en un hombre perverso, y hablan de estalinismo. Como si el hambre y las matanzas fueran originales de Stalin y no hubiesen aparecido con Lenin.

Pemán está siendo objeto de una campaña de persecución en Cádiz a cargo de “Kichi”, al que jamás se le habría ocurrido atacar la memoria de una figura de la izquierda. Y ni él, ni nadie de la progresía defiende a Pemán con el argumento que Preston esgrime sobre él, pero que es válido para muchos otros izquierdistas, empezando por Carrillo: “el Pemán que quedó en la Transición tenía poco que ver con el de la guerra”.

Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 26 de febrero de 2022.