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No hay magia, hay un cambio de rumbo económico

23 Junio 2025

Aldo Abram para Diario Río Negro Cuando políticos o economistas dicen que este gobierno no tiene un programa de gestión, respondo que en más de 30 años como analista nunca vi un gobierno que expusiera un plan económico con mayor detalle.

Más allá de que uno pueda estar de acuerdo o no, ni bien asumió, el gobierno anunció: a) no se emite más desde el Banco Central (BCRA) para financiar al Estado; b) el gobierno no va a gastar más de lo que le ingresa, porque deja de tener quien le financie esos excesos; c) se lanzó un Mega DNU que modificaba una gran cantidad de normas distorsivas y nocivas para los trabajadores y empresarios, y d) se envió al Congreso un extenso y ambicioso Proyecto de Ley “Bases” que buscaba modificar normas distorsivas y avanzar aún en más reformas regulatorias y del Estado.


Por otro lado, esta gestión demostró que era una falsedad que se podía producir todos los pesos que se quisieran para financiar al gobierno y no pasaba nada. Sin embargo, tuvimos que sufrir décadas de inflación alta, recontra alta y tres hiperinflaciones.

En los primeros tres meses de gobierno, la cantidad de moneda casi no varió, lo que permitió frenar el proceso hiperinflacionario heredado. Luego, volvieron a producir pesos en la medida que los argentinos volvían a demandar moneda local, alentados por la fuerte baja de la inflación. Gracias a esta prudencia del BCRA hubo un derrumbe de la inflación en el primer semestre.


Cabe aclarar que, al principio, el ritmo de emisión fue más alto de lo deseable, porque se heredó un BCRA al borde de la quiebra y un banco central debe tener un mínimo de solvencia para tener un control total del valor de su moneda. Aún así, se logró desacelerar la velocidad de pérdida de valor de nuestra moneda y, durante 2024, se sanearon los pasivos en pesos de la autoridad monetaria.

El BCRA ya tiene las características de los de los países normales, cuenta con un mínimo de solvencia y el mandato de priorizar la estabilidad monetaria.


En tanto, su carencia de reservas propias tuvo que esperar al nuevo acuerdo con el FMI de abril de 2025. Con los USD12.000 millones que recibió del organismo internacional, el Tesoro recompró al BCRA unas letras que los gobiernos anteriores le habían colocado para saquearle sus divisas (por más de USD60.000 millones). Hoy tiene más de USD5.000 millones reservas propias; mientras que esta gestión lo recibió sin un solo dólar propio y usando más de USD11.000 millones ajenos.


Por eso, el BCRA ya tiene las características de los de los países normales, cuenta con un mínimo de solvencia y el mandato de priorizar la estabilidad monetaria. Así que es esperable que durante 2026 logre el objetivo de darnos a los argentinos un dígito de inflación anual, cosa que hace dos años nadie hubiera creído posible.


Me llama la atención que economistas y políticos consideren que se bajó demasiado rápido la inflación y que, en adelante, la merma debería ser más lenta. Es notable porque, en el mundo, es considerada como el mayor factor empobrecedor de las sociedades. Al emitir más de lo que se demanda, la moneda que tiene la gente pierde valor, del que se apropia el banco central con el impuesto inflacionario.

Si bien esto afecta negativamente a todos los sectores, empobrece más a aquellos de menores ingresos; porque todo lo que tienen está en moneda local y, además, tienen menos instrumentos para defenderse. No es casual que, durante 2023, el crecimiento de la pobreza se haya desacelerado en la medida que lo hacía la variación del índice de precios al consumidor y, luego, ambas se hayan desplomado durante 2024, especialmente desde el segundo trimestre.


Por otro lado, fue fundamental que el gobierno decidiera no gastar más de lo que le ingresaba. Sin acceso al crédito, era imposible no tener que pedirle al BCRA que los financiara. Además, eso permitió mostrar a los argentinos y extranjeros que ya no se seguiría con el despilfarro del pasado; lo que permitió consolidar el cambio de rumbo.


Además, en el pasado, luego de un período de alta incertidumbre en el que la gente sacaba sus ahorros de la economía local, venía uno de tranquilidad y, poco a poco, esos recursos volvían al mercado doméstico. Entonces, los bancos se daban vuelta para prestar esos nuevos depósitos y, allí, estaba el Tesoro para tomarlos para financiar excesos de erogaciones, dejando poco y nada para el sector privado.

En estos momentos, el nivel de actividad es más alto que en el mejor momento del anterior gobierno, pero no abarca a todos los sectores.

Ahora, el Estado ya no necesita aumentar su endeudamiento y, encima, les paga los intereses, así que las entidades financieras tienen que prestárselos a los consumidores y productores, dándole combustible a la reactivación.


Cuando los argentinos ven que se aproxima una crisis, acumulan cada vez más dólares, para poder minimizar el impacto negativo que tendrá sobre el bienestar de sus familias. Ese mecanismo de sobrevivencia es el que utilizaron, desde el segundo trimestre de 2023, ante los desmanejos económicos de la anterior gestión. Para ello, dejaron de consumir e invertir, mientras que las empresas hicieron lo mismo, por lo que la demanda interna se derrumbó y, con ella, la producción y las posibilidades de trabajo.


Ahora, si ya no va a haber crisis, ¿para qué seguir haciendo el sacrificio de ahorrar tanto? Por ello, desde el segundo trimestre de 2024, los que se fueron animando a consumir e invertir un poco más, generaron una reactivación que cada vez fue abarcando más sectores. En estos momentos, el nivel de actividad es más alto que en el mejor momento del anterior gobierno, pero no abarca a todos los sectores.


Esto es inevitable. La estructura económica tiene que pasar de una que tuvo que sobrevivir adaptándose a décadas de anormalidad a una de un país que va hacia la normalidad. Sin embargo, los sectores que crecerán y los nuevos negocios que aparecerán serán mucho más y generarán mayor empleo que los que desaparecerán o se achicarán.


Es cierto, falta mucho por hacer para que Argentina sea un país normal. Sin embargo, son más de 80 años de destruir la economía y diluir las instituciones. Nos guste o no, no existe la magia en economía, sino perseverar en el camino correcto.

Para ello, hay que exigirle a nuestra dirigencia política que persevere en el cambio de rumbo hacia más libertad y respeto de los derechos, apoyando en las elecciones legislativas a los que respondan a esa demanda. De esta forma, se podrá acelerar el desarrollo económico y brindar muchas más oportunidades futuras de progreso.

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