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No Hay Presupuesto, Ni Lo Habrá

Como es sabido, los gastos del gobierno nacional están regidos actualmente por la prórroga del presupuesto de 2010. Los números de aquel presupuesto fueron elaborados en septiembre de 2009, es decir ya hace más de dos años, y con supuestos de inflación y de aumentos salariales que luego la realidad superó con gran holgura. El deslizamiento ha sido desde entonces del orden del 45 %, cinco veces más que las hipótesis oficiales manejadas en septiembre de 2009. La pregunta entonces es ¿cómo puede operar el gobierno dentro de semejante corsé? La respuesta es que no hay tal corsé. La ley de presupuesto, como fijación por parte del Congreso de los límites de gasto, simplemente no existe. El Poder Ejecutivo ha encontrado los artificios legales para operar por encima de los límites presupuestarios, o simplemente no los respeta. El Parlamento y los órganos de auditoría nada parecen poder hacer. Cuando la ley de presupuesto se refiere a gastos dice “fíjase”, mientras que cuando habla de recursos dice “estímase”. El poder legal es exclusivamente sobre los gastos, no sobre los recursos, que sólo constituyen una estimación. Claro está que también es mandatorio el límite del déficit fiscal en el sentido que si la evolución de los resultados lleva a excederlo, el Ejecutivo deberá arbitrar una reducción adicional del gasto. Tradicionalmente la ley de presupuesto en la Argentina se refería solo a las autorizaciones de gasto. Así es hoy en general en el mundo. Con división de poderes, ningún gobierno puede gastar más que lo que autoriza el presupuesto aprobado por su propio parlamento. Las excepciones suelen sólo referirse a catástrofes y emergencias, como también lo contempla en el artículo 39 de nuestra Ley 24.156 de Administración Financiera y Control del Sector Público. No debe interpretarse erróneamente el artículo 28º de esta ley que dice que “todo incremento del total del presupuesto de gastos previstos en el proyecto presentado por el Poder Ejecutivo Nacional, debe contar con el financiamiento respectivo”. Esta es una condición necesaria pero no suficiente, ya que también se requiere la autorización del Congreso. Sin embargo en la Argentina se ha convertido en un sobreentendido que el Poder Ejecutivo puede por sí mismo aumentar el gasto cuando los recursos superan la estimación original de la ley de presupuesto. La oposición se queja de que el proyecto oficial subestima mañosamente los recursos tributarios para luego disponer de un gran margen de maniobra para asignar la recaudación que supere esa estimación. Esto ocurre y explica porqué con alta inflación se puede operar con un presupuesto perimido. A pesar de que en los últimos años los proyectos oficiales de ley de presupuesto fueron corregidos limitando los “superpoderes”, el gobierno sigue manejándose con decretos para incrementar el gasto. Este margen de maniobra en realidad no debiera existir, a excepción de lo establecido en los artículos 8 y 9 de la Ley de Presupuesto vigente (la de 2010), referidos a los préstamos internacionales, los recursos de afectación específica y los recursos propios de organismos autárquicos de la administración. La nominalidad e inamovilidad del gasto autorizado, debería ser la única regla legal en un país organizado. Pero la inflación termina inexorablemente por destruir esta regla. El problema no ha sido solo de este gobierno. Ya ocurrió en otras épocas de alta inflación en la Argentina. Los números del proyecto enviado al Congreso se elaboran con un supuesto de drástico recorte de la inflación. Luego se produce el desborde y no se hacen posibles nuevos y frecuentes tratamientos parlamentarios. El propio Poder Ejecutivo va detrás de los hechos y aumenta por decreto las partidas cuando en realidad ya fueron excedidas. En definitiva no hay presupuesto. Con una inflación del 25% anual esto ya está ocurriendo. Si este gobierno resulta reelegido como parece y si mantiene o profundiza el “modelo” como la Presidente lo afirma, tendremos en 2012 igual o mayor inflación. Por lo tanto tampoco tendremos presupuesto aunque se sancione una ley con ese nombre.

*Publicado en El Cronista
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Suecia, ¿éxito socialista?

 

No son pocos aquellos que tienen a Suecia como un modelo a seguir: un país civilizado, que no cayó en los abusos de los países socialistas bajo la órbita soviética, con un elevado nivel de vida y una profunda redistribución de ingresos.

Los economistas, sin embargo, se preguntan cómo puede ser que con una elevada relación gasto público a PIB (58,3% en 2002) puede evitar las presiones de la competencia internacional manteniendo todos los servicios sociales y un alto nivel de ingresos.

Al respecto, Olle Krantz, del Departamento de Historia Económica de la Universidad de Humea, presenta en un reciente trabajo una perspectiva diferente (Economic Growth and Economic Policy in Sweden in the 20th Century: A Comparative Perspective). Señala que existe la percepción que la economía sueca creció a una tasa impresionante desde 1870 hasta 1970, para luego caer entre los países de más bajo PIB per cápita de la OCDE. La fecha señalada para el cambio no es un dato menor ya que implicaría que no fue el “modelo” sueco de socialismo suave implementado en los años 40 y 50 la causa de ese retroceso, sino factores externos, tales como la crisis del petróleo.

Tomando los datos del estudio realizado por Angus Maddison, muestra que Suecia creció a un ritmo del 2,3% anual entre 1870 y 1973, lo que la ubica en el segundo puesto detrás de Japón, pero con claras diferencias entre períodos: 2% (1870-1913), 2,3% (1913-1950), 3,0% (1950-1973), 1,1% (1973-1992). Los datos parecen confirmar dicha interpretación.

Pero Krantz cree que se hace necesario otro tipo de análisis, uno que compare el desempeño económico sueco en relación con algún grupo de países de características similares. Al respecto, selecciona tres:

  • El de los países altamente industrializados.
  • El de aquellos países que tuvieran in nivel similar de ingresos en 1970: Dinamarca, Francia, Alemania, Holanda y Reino Unido.
  • El de países “pequeños” de Europa (en cuanto a tamaño de la población): Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Noruega y Suiza.

¿Cómo resulta entonces el desempeño sueco? Veamos esto en el cuadro:

Crecimiento de Suecia en relación a:
16 países industriales Los seis más ricos Países europeos pequeños
1875-1885 -2,5 -2,3 -2,4
1885-1895 8,4 7,5 5,2
1895-1905 8,5 15,0 12,8
1905-1915 13,7 18,1 18,6
1915-1925 -2,2 -5,3 -6,6
1925-1935 20,5 19,2 15,8
1935-1945 11,9 19,9 21,2
1945-1455 -4,7 -16,5 -7,9
1955-1965 -1,8 1,3 1,8
1965-1975 -9,0 -2,5 -7,1
1975-1985 -10,0 -3,8 -9,3
1985-1995 -10,8 -7,7 -9,2

De estos datos surge otro panorama. Aunque con un intervalo durante la Primera Guerra, Suecia se destaca notoriamente por sobre los demás países desde 1885 hasta 1945, pero a partir de allí tiene un peor desempeño respecto al promedio de los tres grupos, una diferencia que se acelera en las últimas décadas. Esto explicaría la caída desde los primeros puestos en términos de ingresos en ese entonces hasta el lugar 22 de 30 países de la OCDE actualmente.

El primer período es el de la creación y crecimiento de las grandes empresas suecas: Ericsson, ASEA, SFK. Entonces, Suecia pudo aprovechar la circunstancia de no haber participado en ambas guerras y que su capacidad productiva permaneciera intacta. Esto podría justificar el menor desempeño relativo inmediatamente después, pues los demás países crecían más rápido a medida que se reconstruían. Pero, según Krantz, aún así no podrían explicarse los muy malos resultados a partir de 1965.

Curiosamente, Suecia estaría mejorando en los últimos años, gracias a una serie de reformas implementadas en los 90 que incluyeron la desregulación de los mercados financieros, restricciones al gasto público, abolición de los monopolios gubernamentales y reforma impositiva.

En definitiva, el análisis del desempeño relativo de Suecia durante más de un siglo muestra que el “modelo” sueco a seguir sería el de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, no el socialismo posterior.

*Publicado por  www.libertaddigital.com.
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Izquierdas y Derechas, Parientes

 

El mes próximo, Mario Vargas Llosa visitará Buenos Aires para participar en el congreso de la Mont Pelerin Society, organizado por la Fundación Libertad, y se le ha cursado invitación oficial para inaugurar una nueva muestra de la ilustre Feria del Libro. Esta presencia ha desatado vendavales de calibre diverso, pero todos envueltos en un inconfundible tufillo de intolerancia y dignos de una acabada expresión de clausura mental. En este contexto, dado que se "habla en superlativo", como diría Ortega, es oportuno bajar los decibeles y consignar algunas reflexiones generales sobre izquierdas y derechas, etiquetas tan vapuleadas en estos días.

La tesis central de esta nota estriba en que, mal que les pese a "los progres" y a los "fachos", la manía de identificar una postura intelectual por la localización geográfica presenta una falsa disyuntiva. También la pretendida ubicación "de centro" resulta en una notable desubicación puesto que carece de identidad, ya que se corre en una u otra dirección según se mueven los extremos.

La representación más fuerte de las derechas está constituida por el nazi-fascismo. En los hechos, Hitler tomó cuatro pilares del marxismo: la teoría de la explotación, el ataque a la propiedad, el antiindividualismo y la teoría del polilogismo. En este último caso, en Mein Kampf escribe que "el marxismo aspira a traspasar el mundo sistemáticamente a manos del judaísmo" (el propio Marx se despacha contra los judíos en La cuestión judía , para no decir nada de las matanzas y persecuciones de Stalin y sus socios criminales), pero Hitler adopta el criterio de Marx en cuanto a la diferente estructura lógica de burgueses y proletarios que sustituye por la de "judíos y arios" (aunque, al igual que en el caso marxista, nadie explicó en qué se diferencian los silogismos respecto de la lógica aristotélica y, después de engorrosos intentos de la pastosa clasificación de "razas" que confundieron con religión, los sicarios nazis raparon y tatuaron a sus víctimas para distinguirlas físicamente de sus captores). Hitler, en entrevista revelada por Thevor Roper en Le Figaro el 12 de diciembre de 1958, había concluido que "la raza judía es ante todo una raza mental".

Por su parte, Mussolini fue secretario del Círculo Socialista y colaboró asiduamente en el periódico Avenire del Lavoratore, órgano del movimiento socialista, época en que sus lecturas favoritas incluían a George Sorel, Kropotkin y la dupla Marx-Engels. Luego fue colaborador del diario Il Populo y director de Avanti. Tal como consigna Gregorio De Yurre en Totalitarismo y egolatría , "era la figura más destacada y representativa del ala izquierdista del marxismo italiano". En los Escritos y discursos de Mussolini, igual que Hitler, mantenía que "el capitalismo es un sistema de opresión". Finalmente, por desavenencias varias, lo expulsan del partido y en 1919 funda los fascios de combate o antipartido.

En realidad, tanto los nazis como los fascistas, al permitir el registro de la propiedad de jure pero manejada de facto por el gobierno, lanzan un poderoso anzuelo para penetrar de contrabando y más profundamente con el colectivismo respecto del marxismo que, abiertamente, no permite la propiedad, ni siquiera nominalmente. Si miramos con alguna atención a nuestro mundo de hoy comprobaremos el éxito del nacionalsocialismo y del fascismo, que sin necesidad de cámaras de gas ni de campos de concentración avanzan a pasos agigantados sobre áreas clave que sólo son privadas en los papeles (en verdad, privadas de toda independencia) como la educación, las relaciones laborales, los bancos, los transportes, los medios de comunicación, el sector externo, la moneda y tantas otros campos vitales.

Entre los autores que han enfatizado las similitudes y parentescos de la izquierda y la derecha se destaca nítidamente Jean-François Revel, quien en La gran mascarada apunta: "Si el nazismo y el comunismo han cometido genocidios comparables por su amplitud, por no decir por sus pretextos ideológicos, no es en absoluto debido a una determinada convergencia contra natura o coincidencia fortuita debidas a comportamientos aberrantes sino, por el contrario, por principios idénticos, profundamente arraigados en sus respectivas convicciones y en su funcionamiento [?] No se puede entender la discusión sobre el parentesco entre el nazismo y el comunismo si se pierde de vista que no sólo se parecen por sus consecuencias criminales sino también por sus orígenes ideológicos. Son primos hermanos intelectuales. [?] Se objetará, con razón, que ninguna rememoración de la criminalidad nazi puede ser excesiva. Pero la insistencia en esa rememoración se convierte en sospechosa cuando sirve para aplazar indefinidamente otra: la de los crímenes comunistas".

Más adelante, en el mismo libro, Revel escribe: "Estoy de acuerdo en que se me exhorte a que abomine cada día más de los antiguos admiradores de Himmler, a condición de que no sean antiguos admiradores de Beria los que me administran esa homilía conminatoria. [?] La analogía no es mía: es de Stalin. Fue él quien llamaba a Beria "nuestro Himmler" y fue en esos términos en los que lo presentó al presidente estadounidense, Franklin Roosevelt".

En la práctica, las rencillas izquierda-derecha se deben a facciones que luchan por el poder y que a veces se embarcan en muy distintas estrategias para el mismo objetivo de estatización y con el mismo enemigo común: el liberalismo. Decimos que a veces, porque en otras oportunidades aparecen formalmente aliados como el caso del pacto Molotov-Ribbentrop o, como ocurre diariamente, aliados en los hechos aunque no en las palabras. La inconducente dicotomía derecha-izquierda es a todas luces falaz y engañosa puesto que ambas posiciones se apoyan en las botas para manejar las vidas y haciendas de las personas; con o sin urnas, se llevan por delante derechos y cercenan libertades (aunque unos recurren al esperpento del "ser nacional" y la xenofobia, mientras que los otros a "los superiores intereses del Estado", que asimilan a los de los burócratas).

Como aparentemente hay más adherentes de la izquierda, se publicitan más los horrores del Holocausto, pero los comunistas masacraron a más de cien millones de personas, según las prolijas estadísticas que revela, entre otros, Stéphané Courtois en El libro negro del comunismo . Lo de "aparentemente" viene a cuento porque, en los hechos, son muchos más los que suscriben las políticas del fascismo y el nacionalsocialismo con el aval de quienes inocentemente se autotitulan de izquierda. Si bien el origen histórico de las izquierdas radica en la oposición al poder en épocas de la Revolución Francesa, luego degeneró en el uso y en el abuso para provecho propio.

Y para los distraídos que dicen que Stalin no ha sido "el verdadero socialismo" y que debe aplicarse "el socialismo con rostro humano", tengamos muy presente lo que señala el ex marxista Bernard-Henri Lévy en su Barbarism with a Human Face : "Aplíquese marxismo a cualquier país que se quiera y siempre se encontrará un Gulag al final". Respecto de la social democracia de Eduard Bernstein conviene subrayar que a pesar de su revisionismo respecto de Marx, insiste en el redistribucionismo que significa reasignar factores productivos desde las áreas preferidas por los consumidores hacia las deseadas por los aparatos estatales, con lo que el consiguiente derroche de capital reduce salarios e ingresos en términos reales. La actual quiebra de los llamados "sistemas de seguridad social" coactivos en distintas partes del mundo, los desplantes del sindicalismo compulsivo y la maraña y caos fiscal son el resultado de la antedicha visión, que termina empobreciendo a quienes se dice se desea proteger, y cuyo aspecto medular radica en el igualitarismo de los Rawls, Dworkin, Thurow y Bobbio que, con el mejor de los propósitos, no parecen percatarse de los graves perjuicios que crean a los más necesitados.

Entonces, en última instancia, la verdadera disyuntiva, con sus muchos matices, es entre el estatismo y el liberalismo, al tiempo que deben enfatizarse los desaguisados mayúsculos que se han adoptado en diversos lares, a los que algunos endilgaron injustamente la etiqueta de "liberal" a pesar de la destrucción de la división horizontal de poderes, los intentos de amordazar a la prensa, alquimias monetarias, controles de precios, adiposos gastos y deudas estatales en el contexto de corrupciones inauditas y alianzas con barones feudales disfrazados de empresarios.

Mario Vargas Llosa pertenece a la tradición de pensamiento liberal, la cual, como queda expresado, no constituye un tejido uniforme. En el mencionado congreso de liberales del mes próximo aparecerán las diferencias de opinión que siempre enriquecen el conocimiento que, como explica Popper, es provisional y abierto a refutaciones.

*Publicado por La Nacion, Buenos Aires.
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Guerra Contra Terroristas

 

De entrada digo que, en rigor, no hay tal cosa como la “guerra contra el terrorismo” (como ha decretado el gobierno de G.W. Bush que promovió la peligrosa figura de la “invasión preventiva” y consolidó la patraña de Irak) puesto que como indica el hoy candidato presidencial Ron Paul “no se puede hacer una guerra contra un método”, del mismo modo que Milton Friedman escribió que no tiene sentido hablar de la “guerra contra las drogas” de la misma manera que “no se entabla una guerra contra la aspirina” (es imposible imaginarse un bando constituido por aspirinas y equivalentes). Las guerras se libran contra personas o grupos de personas reunidas en países o regiones pero no contra cosas o contra estrategias (por más repulsivas que resulten). En el caso que nos ocupa, es una guerra contra terroristas criminales cuyos resultados más positivos han sido las operaciones comando con propósitos muy específicos fruto de buena inteligencia y no de desplegar decenas y decenas de miles de soldados en acciones bélicas contraproducentes que conducen a fiascos superlativos. Y otra cuestión terminológica en este contexto que hace al buen uso del idioma: aludir a los “derechos humanos” constituye un grosero pleonasmo puesto que los minerales, los vegetales y los animales no son sujetos de derecho (ni agentes morales, por ello no responsables ante los tribunales de justicia).

En esta nota me detendré a considerar el caso argentino en la guerra contra terroristas, sobre lo que he escrito en reiteradas ocasiones: en secciones de libros y en artículos dedicados al tema (el último en el diario “Perfil” de Buenos Aires). Antes que nada debe subrayarse que la violencia sistemática por medio de las armas asesinando a mansalva la comenzaron los grupos terroristas y, como natural reacción, las combatieron las Fuerzas Armadas (para eso están: ataques exteriores y conmociones interiores), de lo cual no se desprende que deban introducirse los repugnantes  y bárbaros métodos a que recurrieron dando lugar a la a todas luces inaceptable y monstruosa figura de “los desaparecidos”.

Es cierto que el 28 de mayo de 1971 -a instancias de Jaime Perriaux- se puso en funcionamiento la Cámara Federal en lo Penal la que con todos los requerimientos del debido proceso operó hasta que de modo inaudito se disolvió el 25 de mayo de 1973 y se soltaron de las cárceles a criminales terroristas que a poco andar integrantes de sus grupos de asalto asesinaron a uno de los jueces, balearon a otros dos y los nueve restantes tuvieron que exiliarse para salvar sus vidas. Sin duda que nada de lo dicho justifica que no se hayan constituido tribunales militares, haciendo lugar a las debidas defensas en juicio, labrado actas con las firmas de los responsables por las penas que en su caso pudieran corresponder. Por no seguir estos procedimientos se procedió de manera similar a los terroristas con lo que esta guerra infame se ganó en el terreno militar pero se perdió en el terreno moral.

Sólo la mala fe pude sostener que no hubo guerra, cuando en infinidad de declaraciones que son del dominio público las propias organizaciones terroristas insistían en mantener que se trataba de una guerra, y toda la terminología de estos facinerosos y sus respectivos organigramas y cadena de mandos era de carácter militar. Lo que ocurre es que la eliminación del hecho de la guerra les permite imputar como homicidios a las bajas de sus secuaces en acción bélica y de este modo la toma de prisioneros de guerra se convierte en secuestro, la detención en confinamientos clandestinos y así sucesivamente.

De un tiempo a esta parte y en grado creciente, en la Argentina tiene lugar una  hemiplegia moral superlativa puesto que se condena a las fuerzas militares por los antedichos procedimientos inaceptables pero se exculpa a los terroristas por sus crímenes atroces. Además, en el primer caso, se vulneraron principios elementales del derecho. Es decir, cuando se trata de una país dominado por cafres en el que se cometieron todo tipo de actos criminales que luego se pretenden ocultar (y justificar) por medio de parodias judiciales y legislativas, es perfectamente lícito que todo eso se revise por gobiernos decentes como ha sido el caso de los juicios de Nuremberg y otras situaciones equivalentes. Pero cuando se trata de actos jurídicos de gobiernos constitucionales surgidos de intachables procesos electorales, que gobiernos posteriores revisen, anulen leyes (lo cual no es facultativo del Congreso) y contradigan lo establecido en aquél contexto, se traduce en una afrenta flagrante al orden institucional y a los principios jurídicos y republicanos básicos, con lo que se destruye todo el basamento de legalidad y los marcos de seguridad. Este precisamente es el caso argentino que eliminó de un plumazo la garantía de la cosa juzgada, la irretroactividad y las normas fundamentales del derecho penal. Incluso miembros del Tribunal que juzgó a la Junta Militar han presentado serias objeciones a los caminos que comentamos se adoptaron con posterioridad.  Por otro lado, en íntima conexión con lo que venimos diciendo, es pertinente a esta altura volver a insistir en el más vehemente rechazo a la tortura para combatir a los terroristas (lo cual no solo apunta al caso argentino sino que alude a casos como el de los Estados Unidos). Vuelvo entonces a repetir lo que he escrito antes sobre esta materia tan importante y delicada.

Cesare Beccaria, el pionero del derecho penal, afirmaba en De los delitos y de las penas que “Un hombre no puede ser llamado reo antes de la sentencia del juez [...] ¿Qué derecho sino el de la fuerza será el que de potestad al juez para imponer pena a un ciudadano mientras se duda si es reo o inocente? No es nuevo este dilema: o el delito es cierto o es incierto; si es cierto, no le conviene otra pena que la establecida por las leyes y son inútiles los tormentos porque es inútil la confesión del reo; si es incierto, no se debe atormentar a un inocente, porque tal es, según las leyes, un hombre cuyos delitos no están probados [...] Este abuso no se debería tolerar”. Y continúa con la crítica a quienes alegan contradicciones en las que incurren personas torturadas “como si las contradicciones comunes en los hombres cuando están tranquilos no deban multiplicarse en la turbación del ánimo todo embebido con el pensamiento de salvarse de un inminente peligro [...] No vale la confesión dictada durante la tortura”.

Los fines no justifican los medios. En el fin están presentes los medios. No es posible escindir fines y medios. Descender al nivel de la canallada para combatir a la canallada terrorista, convierte también en canallas a quienes proclaman la lucha contra los terroristas. Por este camino se pierde autoridad moral y la consecuente legitimidad. Incluso si se creyera que una persona posee la información sobre la colocación de una bomba que hará estallar el planeta -aún bajo la sospecha que el sujeto en cuestión fuera cómplice- no es justificable abusar de una persona. No caben análisis utilitarios sopesando unas vidas frente a otras. Nadie puede ser usado como medio para los fines de otros. Toda persona tiene un valor en si misma. No pueden sacrificarse algunos para salvar a muchos otros. Una vez que se acepta colocar a seres humanos en balanzas como si se tratara de una carnicería, se habrá perdido el sentido de humanidad y los valores éticos sobre los que descansa la sociedad abierta. Una vez aceptados estos balances se abren las puertas para aberraciones tales como que se exterminen jubilados en beneficio de la población joven mas numerosa y así sucesivamente. Permitir el abuso extremo del poder provoca daños irreparables en la sociedad ya que se dejan de lado los signos más elementales de cordura y decencia.

El caso hipotético de la bomba que hará estallar el planeta supone más de lo permisible. Supone que el torturado en verdad posee la información, que la bomba realmente existe, que no es una falsa alarma, que se puede remediar la situación, que el torturado trasmitirá la información correcta, etc. Como ha escrito Beccaria si no se sabe que una persona ha cometido un delito no es permisible sancionarlo antes de sentencia judicial y si se sabe es superflua la tortura (además de lo que también señala en cuanto a que la información recabada durante la tortura no es confiable, lo cual es confirmado por quienes manejan detectores de mentiras). Michael Ignatieff escribe que “La democracia liberal se opone a la tortura porque se opone a cualquier uso ilimitado de la autoridad pública contra seres humanos y la tortura es la mas ilimitada, la forma mas desenfrenada de poder que una persona puede ejercer contra otra”. Explica que en situaciones límite es perfectamente legítima la defensa propia pero la tortura no solo ofende al torturado sino que degrada al torturador. Ignatieff sugiere que para evitar discusiones inconducentes sobre lo que es y lo que no es una tortura, deberían filmarse los interrogatorios y archivarse en los correspondientes departamentos de auditoria gubernamentales.

No cabe la pregunta tramposa de que haría una persona frente a un sospechoso de haber secuestrado a su hijo. Este tipo de escenarios desdibujan lo que debe ser una norma civilizada y la sustituyen por lo que podría hacer una persona en el contexto de una situación de extrema conmoción. Una cosa es lo que debería hacerse y otra la que eventualmente resulta de lo que hace un ser humano en una situación límite. Por ejemplo, en medio de un naufragio una persona puede no atender los requerimientos del dueño del único bote disponible en cuanto al orden de prelación de quienes pueden hacer uso de el y, en cambio, imponer la salvación de su familia. Pero, nuevamente, a lo que apuntamos es a lo que debería hacerse y no lo que hace determinada persona en circunstancias de catástrofe. Del mismo modo, en nuestro caso, estamos pensando sobre la posición civilizada frente al abuso de una persona a través de la tortura.

También en la actualidad se recurre a las figuras de “testigo material” y de “enemigo combatiente” para obviar las disposiciones de las Convenciones de Ginebra. Según el juez estadounidense Andrew Napolitano el primer caso se traduce en una vil táctica gubernamental para encarcelar a personas a quienes no se les ha probado nada pero que son detenidas según el criterio de algún funcionario del poder ejecutivo y, en el segundo caso, nos explica que al efecto de despojar a personas de sus derechos constitucionales se recurre a un subterfugio también ilegal que elude de manera burda las expresas resoluciones de las antedichas normas internacionales que se aplican tanto para los prisioneros de ejércitos regulares como combatientes que no pertenecen a una nación.

Habiendo dicho todo esto, reitero que una “justicia” tuerta y basada en concepciones que contradicen principios jurídicos elementales como es el caso argentino, se encamina a la liquidación de toda norma civilizada donde nadie tiene garantizados sus derechos porque se juega de tal manera con las instituciones republicanas que en definitiva dejan de tener significado y así se extingue la noción de la sociedad abierta. Una cosa es rechazar los aberrantes procedimientos en la guerra contra los terroristas y otra bien distinta es contradecir abiertamente todo el andamiaje en que descansa el derecho y hacer la vista gorda para los que iniciaron el escandaloso asalto a la vida.

Cierro con una reflexión de Jorge Masseti, ex agente de los servicios cubanos de espionaje, quien escribe en su libro El furor y el delirio: “Hoy puedo afirmar que por suerte no obtuvimos la victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra formación y el grado de dependencia de Cuba, hubiéramos ahogado el continente en una barbarie generalizada”.

*Publicado por Diario de America, New York
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Hegemonizar para solucionar las distorsiones

 

Ha generado entusiasmo el discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sobre la necesidad de encarar, en su próxima gestión, soluciones a las "distorsiones" económicas. Sin embargo, compartir la percepción sobre los problemas existentes no implica coincidir en las soluciones necesarias.

Para hacer un análisis, si no se cuenta con las propuestas concretas (incluyo a la oposición) para saber lo que alguien va a hacer, primero hay que tratar de entender cómo razona, ya que puede ser distinto a la propia visión. Si se interpreta el pensamiento dominante en el Gobierno, se lee que el "modelo redistribucionista" implementado desde 2003 ha sido exitoso. Si bien sus protagonistas admiten que hay algunas "distorsiones", insisten en que éstas no se deben a las actuales políticas, sino a que existen algunos sectores demasiado influyentes (empresarios, medios de comunicación u otras corporaciones) que se resisten a alinearse con el "modelo" y terminan generando estos problemas. Por ello, la solución es buscar una mayor hegemonía del poder que les permita alinear a los rebeldes o hacer que les vendan sus negocios a aquellos que sí estén consustanciados con la actual estrategia.

Si se toma esta hipótesis de pensamiento oficial, se pueden diagnosticar algunas de las "distorsiones", prever la "medicina" oficial y, también, sus resultados:

a) Las "tensiones" de precios se deben a que el éxito del "modelo" gestó un fuerte incremento de la demanda interna, al que ciertos empresarios codiciosos respondieron con subas de precios en vez de incrementar la oferta. Por lo tanto, lo esperable es que busquen instrumentos, como restablecer la ley de abastecimiento, para encarrilar a estas empresas insaciables. Esto sólo provocará desabastecimiento y merma de la inversión, ya que el Banco Central seguirá emitiendo excesivamente para darle recursos al Gobierno, mantener un alto tipo de cambio y dar financiamiento al "modelo productivo", cobrándonos un alto "impuesto inflacionario".

POLÍTICA AGRÍCOLA

b) Cuando se anuncia el plan estratégico agropecuario, se plantean muchos objetivos deseables, pero ninguna solución a los problemas que tiene el sector. Por ejemplo, las diferencias entre el precio que surgiría de deducir al valor internacional las retenciones y el que efectivamente cobran los productores de maíz y trigo. El Gobierno no considera que esta distorsión tenga que ver con las restricciones que ponen a la exportación de esos productos. El problema sería que las aprovechadas comercializadoras se hacen de una ganancia mayor, por lo que la solución debe pasar por la nacionalización del comercio exterior. Así el Gobierno se apropiaría de toda la renta que el campo hoy cede por las restricciones e impuestos a las exportaciones, pudiéndola redistribuir a su antojo. Los resultados serán un mayor desincentivo a la inversión agropecuaria, lo que derivará en una peor evolución de la oferta de estos productos para la mesa de los argentinos y la de los extranjeros.

c) Las transferencias a las empresas de servicios públicos para controlar las tarifas y subsidiar el consumo se están volviendo una pesada carga presupuestaria. Además, desincentiva la inversión y está generando escasez de oferta de esos servicios; por ejemplo, la creciente necesidad de importar gas carísimo, cuando la Argentina tiene la capacidad de autoabastecerse. Es el resultado de las pésimas políticas oficiales que desincentivaron la inversión, lo mismo que en otros sectores como el de combustibles o la producción y distribución de electricidad. La solución oficial sería habilitar subas discrecionales de las tarifas a los consumos más altos, reduciendo el subsidio. "Incentivar" a las empresas a invertir o, si sus accionistas no ceden, forzar su reemplazo por otros más flexibles. También intentarán una mayor participación del Estado en la inversión en estos sectores, con las consabidas consecuencias en términos de ineficiencias y riesgos de corrupción. Será recomendable recordar lo vivido a finales de los 80 para estar preparados para lo que vendrá.

d) El sistema financiero es un instrumento vital para dirigir los recursos hacia donde el "modelo" lo requiere. El crédito que da es poco y no va adonde el Gobierno preferiría. Por ende, se buscará aprobar una ley que dé más poder al Estado para determinar a quién se le otorga y a qué tasas, y buscar incrementar los préstamos. Lamentablemente, estos últimos dependen de los depósitos y de ahorristas que están cada vez más cansados de que los gobiernos los usen como si fueran propios e incluso se los confisquen para redistribuirlos, como en 1989 y 2002. Por ende, menos gente confiará sus ahorros al sistema financiero local, por lo que el crédito será menor.

MUESTREN PROPUESTAS

Estas son sólo algunas de las soluciones que se puede deducir que están en la cabeza de los funcionarios del Gobierno. Sin embargo, como ciudadanos deberíamos exigir a todos los candidatos ( www.ciudadanosporeldebate.com ) que hagan explícitas sus propuestas de políticas públicas para el próximo período presidencial.

*Publicado en La Nación, Buenos Aires.
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