Alberto Benegas Lynch (h)
Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.
Por Alberto Benegas Lynch (h)
Este es mi último artículo de 2009 y si quisiéramos construir un balance neto de las recientes décadas, observamos un plano inclinado que se inclina más a medida que transcurre el tiempo. No es desde luego que no existan reservas morales. Las hay y muy potentes pero, por el momento, no resultan suficientes para detener la avalancha.
Aparentemente en todas las épocas quienes apuntan a mejores metas han sostenido que el mundo está en decadencia. Esto suena a derrotismo vacío, pero el hecho es que Roma pereció en la antigüedad y los Stalin, Hitler y Castro de nuestra época no constituyen ficciones sino que son muestras de declinación brutal de lo que conocemos por civilización. No todos son entonces fuegos de artificio. Hay fenómenos reales que desilusionan al más entusiasta.
Este es mi último artículo de 2009 y si quisiéramos construir un balance neto de las recientes décadas, observamos un plano inclinado que se inclina más a medida que transcurre el tiempo. No es desde luego que no existan reservas morales. Las hay y muy potentes pero, por el momento, no resultan suficientes para detener la avalancha.
Esta especie de hecatombe es básicamente de valores y principios, fundamentalmente -aunque no exclusivamente- morales. Se desestima la importancia de la palabra empeñada y consiguientemente del cumplimiento de los contratos, lo cual David Hume estimaba como una de las bases de la sociedad civilizada. Se desmerece la trascendencia de la propiedad privada en favor de la “tragedia de los comunes” (es decir, la colectivización de la propiedad en cuyo caso quienes mantienen una explotación en conjunto no pueden vender su cuotaparte puesto que no la poseen). El debilitamiento de la propiedad privada a su vez arrastra la distorsión de precios como las únicas señales para asignar los siempre escasos recursos.
La corriente del llamado posmodernismo hace alarde de relativismo epistemológico, hermenéutico, ético y cultural con lo que desaparece la distinción entre proposiciones verdaderas y falsas, la distinción entre lo bueno y lo malo junto a la destrucción del lenguaje. En nombre de la “apertura mental” se adopta la peor de las cerrazones intelectuales al aceptar todo a la par sin percibir que se trata más bien de un basural abierto.
La educación estatal y los organismos y reglamentaciones concordantes hacen estragos en la formación de los jóvenes junto a la declinación de los modales más elementales. Los sistemas coactivos de jubilaciones arruinan la vida de los más necesitados. La deuda estatal compromete severamente el patrimonio de futuras generaciones que ni siquiera han participado en el proceso electoral para elegir al gobernante que contrajo la deuda. Se hace tabla rasa con la democracia como ideal para preservar los derechos de las minorías: Acton escribió que “Es malo ser oprimido por una minoría, pero es peor ser oprimido por una mayoría” del mismo modo que antes Cicerón había consignado que “El imperio de la multitud no es menos tiránica que la de un hombre solo, y esa tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y el nombre del pueblo”. El federalismo como método para fraccionar el poder se ha transformado en un unitarismo en el que se torna insoportable el centralismo gubernamental.
Se sigue aceptando el aborto, en verdad homicidio en el seno materno puesto que desde el instante de la fecundación del óvulo hay una persona en acto con toda la carga genética completa, en potencia de desarrollarse en múltiples facetas. Sin embargo, los abortistas recurren a la magia más primitiva suponiendo que antes del alumbramiento se trata de un mineral o vegetal que muta su especie en el momento del nacimiento.
Bajo el pretexto de cuidar al planeta Tierra los planificadores de siempre se han embarcado en una cruzada estatista de control de las haciendas de otros a través de las figuras del “derecho difuso” y la “subjetividad plural”, en el contexto de una desfachatada desfiguración de las estadísticas, un grosero ocultamiento de datos y un asombroso malabarismo con las extrapolaciones (la ovación de pie que recibió Chávez al condenar al capitalismo en la conferencia en Copenhagen revela a las claras de que se trata todo esto).
La “guerra contra las drogas” es otra Ley Seca con resultados más dañinos que no solo extiende la corrupción en todos los niveles políticos sino que se cercenan las libertades individuales en el contexto de inmensos incentivos para lograr adictos y la venta de drogas sintéticas aparece merced a los astronómicos márgenes operativos que genera la prohibición. La guerra convencional hace caso omiso de las Convenciones de Ginebra, intercala la tortura e intensifica impunemente los llamados “daños colaterales”. El terrorismo siempre criminal va camino a destruir instituciones civilizadas como el debido proceso y, en nombre de la seguridad, se liquidan otras libertades personales a través de la eliminación del secreto bancario, las escuchas telefónicas y la irrupción en domicilios sin orden de juez competente.
El Leviatán sigue creciendo a pasos agigantados a través de gastos siderales, los deterioros en los signos monetarios siguen su curso, se apilan y superponen regulaciones absurdas y asfixiantes, la maraña tributaria y los impuestos expropiatorios son imposibles de afrontar y el notorio desbalance en las cuentas fiscales resulta alarmante. Las nociones del derecho y la ley se han transformado en legislaciones injustas que autorizan el uso y la disposición del fruto del trabajo ajeno.
El determinismo físico en boga anula el libre albedrío y la responsabilidad individual y está a la orden del día en los campos más diversos. Los empresarios que hacen negocios en los despachos oficiales crecen como hongos malignos reclamado para si mercados cautivos y prebendas de distinta naturaleza, todo lo cual perjudica gravemente al consumidor que se ve obligado a pagar precios más elevados a cambio de calidades inferiores que las que podría haber obtenido de no haber mediado el privilegio otorgado por los gobiernos que intercambian favores con estos ladrones de guante blanco.
El denominado “political correctness” bloquea el uso adecuado de conceptos e ideas hasta niveles de lo ridículo y el “affirmative action” perjudica grandemente a los ámbitos académicos y laborales en general debido al establecimiento compulsivo de cuotas y otras barreras de ese inaudito estilo.
Espero no estar en lo cierto, pero desde que nací no he presenciado una situación más difícil en el mundo porque ya no se trata solo de regiones “bananeras” o regimenes totalitarios aislados sino que el abuso de poder, en mayor o menor grado, abarca todo el orbe debido al rápido corrimiento del eje del debate hacia el abandono del respeto irrestricto por los proyectos de vida del vecino…incluyendo lo que sucede hoy con el otrora baluarte del mundo libre. La lógica del plano inclinado conduce a que casi siempre y en todos lados lo anterior parezca mejor.
Hasta en las religiones tradicionales y no tradicionales surgen miembros oficiales y oficiosos que arremeten y la emprenden contra la sociedad abierta con un resentimiento, odio e ignorancia a prueba de todo sentido común y decencia elemental.
Declina la institución familiar -fundamental para la formación de almas- con lo que sufren niños y adultos que no cuentan con el paraguas protector que significa el cariño y la protección que solo los padres pueden brindar. En ese contexto, algunos homosexuales no se contentan con establecer uniones civiles de naturaleza diversa sino que pretenden invadir y destruir otra institución benemérita cual es el matrimonio que, según el diccionario, alude al casamiento “entre hombre y mujer”, además de contradecir la etimología de la expresión que proviene de mater, que se vincula al hecho de parir. Si bien los diccionarios son libros de historia dado el proceso evolutivo del lenguaje, siempre es bueno no llamarle gato al perro y viceversa puesto que esto no solo perjudica la comunicación sino que imposibilita la precisión y clarificación entre cosas distintas y es perfectamente legítimo y necesario contar con términos diferentes para aludir a situaciones también diferentes.
Como ha escrito Jacques Barzun, esta decadencia puede denominarse “el síndrome Sansón, al pretender la demolición de todo el edificio sobre nuestras cabezas”. Se va el año 2009. Les deseo a todos mis lectores lo mejor para 2010, pero esto naturalmente vendrá solo si se redoblan los esfuerzos para contrarrestar la declinación y se asientan bases sólidas para contar con una sociedad libre.
Estoy seguro que lo podemos hacer si mantenemos encendida la antorcha con la suficiente perseverancia y -aunque la filosofía liberal está siempre en ebullición- sin ceder en los principios y atentos a los peligros sobre los que nos advierte el antes mencionado Lord Acton al dar comienzo a su primera historia de la libertad, respecto de asociaciones contraproducentes a la hora de ejecutar ideas.
Hannah Arendt ha escrito que “Nadie ha puesto en duda que la verdad y la política están más bien en malos términos y nadie, que yo sepa, ha contado a la veracidad entre las virtudes políticas”. Hay que alejarse de situaciones patéticas como la argentina en la que no solo se atropellan derechos sino que las mentiras son colosales en todas las estadísticas oficiales, a lo que ahora se agrega la farsa de las reservas de la banca central las que son la mitad de lo declarado una vez deducidas las deudas (al público a través de títulos y a los bancos a través de encajes allí constituidos) y lo anunciado en estos días para pagar compromisos externos (al efecto de poder contraer más deuda). La situación allí (y en muchos otros lares) sigue como lo reafirmado en la bochornosa era de Perón donde en el billete de un peso se veía la efigie de una “justicia” con los ojos destapados para delatar que los “derechos” serán según de quien se trate, en abierta contradicción con la igualdad ante la ley con que Pericles definió el sistema de libertad.
Jean-Francois Revel escribe que “En el mundo entero, el Estado, enorme máquina de aspirar dinero, saquea y empobrece a los pueblos. […] Además, caso extraño, el odio dirigido contra los que ganan mucho no alcanza a los que ganan lo mismo bajo forma de prebendas y sinecaturas distribuidas por el Estado”. Como ha dicho Cantinflas “el Tercer Mundo es un mundo de tercera” y “hay que acabar con los pobres, no con los ricos”, a condición, agregamos nosotros, que lo que se obtenga sea fruto de transacciones libres y voluntarias en el mercado con lo que el mundo en vías de desarrollo dejará de mantenerse por siglos “en vías” y el otro dejará de desplazarse a uno en vías de subdesarrollo.
Como bien han apuntado Ron Paul y Arthur Laffer (entre otros), ofende la inteligencia que la revista Time lo haya declarado “el hombre del año” a Ben Bernanke cuando ha sido en buena medida responsable de causar la crisis mayúscula por su irresponsable política monetaria que ahora acentúa con una expansión monetaria que conducirá a una inflación astronómica, principalmente a través de la monetización de la deuda. La Cámara de Representantes acaba de autorizar al Ejecutivo una nueva marca para el endeudamiento gubernamental con la oposición de la totalidad de los miembros del Partido Republicano (es bueno que se den cuanta ahora después de haberle aprobado a G. W. Bush cinco elevaciones del referido tope durante su gestión).
Esto ocurre en el contexto de que Paul Samuelson (muerto este diciembre) ha sido el economista más exitoso de nuestro tiempo. No solo obtuvo el premio Nobel en Economía sino que su libro de texto universitario (escrito con W. D. Nordhaus) es el más vendido -traducido a 22 idiomas, incluyendo el ruso en la época comunista- y que en la página 387 de la decimotercera edición de 1989 (nótese: poco antes del derrumbe del Muro de Berlín) dice “La economía soviética constituye una prueba que, contrariamente a lo que muchos escépticos han creído, una economía socialista planificada puede funcionar e incluso prosperar”.
Y para completar este cuadro en el campo del derecho, Cass R. Sunstein acaba de publicar un libro cuyo título revela de filiación de su autor: The Second Bill of Rights: FDR`s Unfinished Revolution and Why We Need it More than Ever. El contenido demuele el andamiaje jurídico de una sociedad libre al propiciar la redistribución compulsiva de ingresos, y esto lo escribe quien es actualmente nada menos que el responsable máximo de la Oficina de Información y Asuntos Regulatorios de la Casa Blanca en Washington.
Para deshacernos del plano inclinado de nuestra época es necesario contar con personas con integridad, coraje moral y honestidad intelectual que no cejen en la batalla diaria por los valores del respeto recíproco y la dignidad humana. Debemos estrechar fuerzas en esta quijotada, no es relevante de donde proviene una persona sino adonde apunta (todos descendemos de situaciones muy miserables). Solo así podremos disfrutar de las bendiciones de la civilización y liberarnos de la lacra socialista que se resume -parafaseando al gran Henry Hazlitt (y en consonancia con lo que acabamos de citar de Revel)- en esto: “odia a quien es mejor”. Hagamos el esfuerzo ahora para salir de este pantano para bien de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.