¿Cómo votamos los argentinos?

En 2008, durante un reportaje, un periodista me contó que le había tocado cubrir los piquetes de ruta en Gualeguaychú, contra la resolución 125 y que un ruralista le había dicho: “En vez de cortar la ruta, nos deberíamos cortar las p…; porque nosotros los votamos”, haciendo referencia al apoyo mayoritario recibido por el gobierno en el sector en 2007.

Lo recordé al ver los resultados en estas últimas elecciones primarias y me llevó a pensar en cómo votamos los argentinos. Uno de los sectores más castigados por las políticas del Gobierno, sin duda, ha sido el agropecuario. En 2006, ante el alza local del valor de la carne, se restringieron las exportaciones y controlaron los precios del ganado para faena. Por un tiempo, los argentinos pudimos comer asado más barato.

Pero los productores no estuvieron conformes con que les metieran la mano en el bolsillo de esa forma y empezaron a buscar otras alternativas para sus campos, liquidando su hacienda. Por lo tanto, se incrementó la faena de hembras, que son las que producen los terneros que a los tres o cuatro años deberían transformarse en carne en las góndolas.

Cada vez que este producto amenazaba con aumentar, las medidas intervencionistas se profundizaban aún más. Pasados cuatro años, cuando debían llegar a Liniers los novillos, que nadie tuvo incentivos de producir, los precios se han disparado, la cantidad de animales para faena se ha derrumbado, los argentinos tuvimos que bajar alrededor del 30% nuestro consumo de carne y los niveles de exportación han caído a la mitad.

En el caso del trigo y el maíz, los empresarios agrícolas no solamente tienen que lidiar con absurdas retenciones, sino que les limitan las posibilidades de vender al exterior. Por lo tanto, no es raro que los precios locales no sean equivalentes a los internacionales menos los impuestos a la exportación (FAS), como pretenden el Gobierno y los productores. Al no dejar que se venda libremente el trigo al exterior, se genera un excedente de oferta en el mercado doméstico. Para que el mismo se absorba, el precio debe bajar disminuyendo el costo de producción de la harina y sus derivados incentivando la demanda de los molineros que la trasladarán a los productores. Para el Gobierno, esto tiene el demagógico beneficio de reducir el valor del pan y otros productos que pagan los consumidores argentinos que, a la hora de votar, no piensan en quién producirá estos bienes a futuro, sino en lo barato que son hoy.

Desde 2002, los productores de soja, maíz y trigo, los principales productos agrícolas del país, han perdido más de US$40.000 millones por las retenciones, que este gobierno no piensa eliminar. Es más, se propone crear una Junta Nacional de Granos que solamente servirá para seguirle metiendo la mano en el bolsillo al sector. Si alguno piensa que esto perjudicará solamente a los productores, está equivocado. Quién le venda o preste servicios al campo tendrá menos ingresos. Quienes son empleados por estos últimos o por los productores rurales tendrán menos oportunidades de trabajo y salarios más bajos.

En una palabra, todos los pueblos del interior cuya labor principal tiene que ver con el sector agropecuario tendrán menos capacidad de desarrollo. Por lo tanto, la continua migración de población a las grandes ciudades continuará y, por ende, el crecimiento de los asentamientos marginales. Supongamos que dividimos un pueblo por la mitad y, en una de ellas, a la gente le sacamos parte del fruto de su trabajo y se lo repartimos a los que viven en la otra mitad. ¿En cuál preferiría residir? Eso es lo que sucede hoy con el distribucionismo populista vigente; que justifica los crecientes problemas de ocupaciones ilegales y que, dada la actual política, deberían tender a agravarse. Por eso reformulo mi pregunta original, ¿alguien entiende cómo votamos los argentinos?.

*Publicado por La Nación, Buenos Aires.