La Hora de la Oposición

Director General en

Economista especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. 

 

 

Cristina Fernández de Kirchner se acerca a la suma del poder público tal como han tenido pocos gobernantes en Argentina. Se siente tan por encima del resto que hasta reclama públicamente que la oposición se organice mejor para poder enfrentar a alguien que valga la pena. Casi como un campeón mundial que no encuentra rivales que le permitan resaltar sus virtudes.

Pero este espléndido escenario político que se le presenta a la Señora presidente, contrasta con el panorama económico que inevitablemente mostrará su fase negativa en los próximos años. Más temprano que tarde, se verá el resultado de exacerbar la economía durante la fase expansiva del ciclo económico. Un lustro de aumentar anualmente el gasto público por encima de la inflación, del dólar y del crecimiento del PBI, han dejado su nivel en un insostenible récord histórico, con altísimos impuestos y con alta inflación, a pesar de la recaudación extraordinaria por la soja y otras exportaciones.

Este modelo de sobre-estimulación de la demanda, default de deuda pública, confiscación de ahorros privados, y consumo de reservas petroleras y gasíferas, permite que la sensación de bienestar sea equivalente a la que brindaba la “plata dulce” o el “deme dos” de otras épocas. Los salarios han subido por encima de la inflación y del dólar, pero también crecieron las ganancias de las empresas por la bonanza super-estimulada.

Pero, una vez llegado a la cima del ciclo económico, típicamente, empezarán los problemas. Algunos de los cuales ya pueden observarse: Se evaporaron los superávits gemelos (fiscal y externo), la inflación es muy alta y es muy difícil de controlar, la puja distributiva se hace cada vez más intensa y a partir del año próximo posiblemente los salarios ya no logren seguir el paso a la inflación. Esto puede coincidir con una reducción del crecimiento mundial, mayor devaluación de Brasil y, Dios no lo quiera, menores precios de los commoditties. Es probable, entonces, que la inflación desemboque en una desagradable estanflación, y que la fuga de dólares ya no pueda ser compensada por el superávit comercial desaparecido.

El gobierno deberá optar entre intentar postergar el ajuste  tomando medidas de cada vez mayores controles, regulaciones, intervenciones en el mercado cambiario, o bien, empezar a afrontar el problema ajustando gradualmente tarifas o frenando el gasto público.

Cualquiera sea el camino que opte el gobierno, el efecto sobre la población será muy duro, y las consecuencias políticas inevitables. , según enseña nuestra historia, se transformará en una rápida pérdida de popularidad y más tarde de poder político. Nuestro sistema corporativo no está diseñado para conciliar intereses contrapuestos, cuando la economía se achica, se hace virtualmente imposible.

Ahí llegará la hora de la oposición. En el momento en el que queden en evidencia las consecuencias de atentar contra la calidad institucional, que no consiguió otra cosa que ahuyentar inversiones internas y externas. Se demostrará que el recalentamiento de la economía no era sinónimo de Bien Común. También se entenderá que estafar a acreedores extranjeros tenía un costo y que los recursos de la ANSES y las reservas del Banco Central no eran infinitos. Consecuentemente, las recetas deberán ser otras.

Es por eso muy importante construir una alternativa republicana, democrática, federal, moderna y competitiva. Un partido político verdaderamente federal con elecciones internas que elijan todos los cargos de abajo hacia arriba y que invite a todos los candidatos que quieran participar de las internas de un partido grande que pueda desarrollar diversas líneas internas. Asimismo, es necesario desarrollar un programa alternativo de gobierno.

En suma la oposición debe tener un partido, un líder y un programa alternativo de gobiernos para ofrecerle a la sociedad Argentina. No podemos pretender, ni depositar nuestra esperanza, en que esto lo haga una sola persona. Esta es una tarea de la dirigencia política, pero también de empresarios y profesionales que debemos sumarnos a la causa. Si lo hacemos entre todos, la Argentina dejará de depender de un líder providencial que nos salve y habremos empezado a reconstruir las indispensables organizaciones intermedias entre el Estado y la Sociedad: los partidos políticos.

Así, finalmente entraremos en el ancho camino del progreso donde hay espacio para avanzar un paso con la derecha y luego un paso con la izquierda de manera de no alejarnos demasiado del centro.