Paradojas de la Balanza Comercial y la Suba del PBI

Contra lo que esperaba la mayoría de analistas y economistas, la suba del tipo de cambio en Brasil no significó que se incrementara el déficit comercial que tiene la Argentina con ese país. Sencillamente, esto se debe a que las importaciones de bienes desde dicho origen o de cualquier otro no dependen fundamentalmente del tipo de cambio relativo, sino del nivel de demanda doméstico y de nuestra tasa de crecimiento. Por ende, en los últimos meses, ante el aumento de la fuga de capitales, y en la medida que el Gobierno y el Banco Central no pudieron seguir compensando con su desahorro el del sector privado, la brecha positiva del balance comercial total se amplió y el déficit con Brasil cayó.

En tanto, en la Argentina, nuestros «sabios» funcionarios han decidido avanzar a pleno con medidas proteccionistas, con el objetivo declarado de asegurar un superávit comercial de u$s 10.000 a u$s 12.000 millones en 2012. Ya les avisaron a los comercializadores minoristas que no dejarán importar mercadería que se fabrique en el país y, además, continúan con la absurda política de exigir a los importadores netos que exporten por la misma suma que compran al exterior.

Sin embargo, ese tipo de medidas no determinará el resultado del balance comercial, que dependerá de cómo continúe la salida de capitales que, al deprimir la demanda interna, merma las importaciones y libera las divisas para la «fuga» del riesgo argentino. Si el contexto local y externo sigue complicado, a fin de año, los funcionarios

de Economía podrán cantar victoria, ya que habrán «demostrado» que su «magia» funciona. En una palabra, cuanto peor nos vaya en términos de nivel de actividad, más contentos estarán nuestros «chamanes económicos» con el resultado comercial; lo cual no deja de ser una paradoja. Sin embargo, si las cosas tienden a mejorar, la salida de capitales volverá a menguar; por lo que sería esperable que el resultado comercial ascendente se revierta y tienda a ser menor que el de 2011. De todas formas, hay que reconocer que, con su rumbo de política económica, nuestro Gobierno está haciendo mérito para que esto no ocurra.

El mecanismo de «un dólar de importación por cada dólar de exportación» no equilibra la balanza comercial, sólo vuelve más caro importar; lo que es equivalente a elevar los aranceles. En definitiva, los importadores terminan «comprándole» el servicio de exportación a alguien que ya lo hacía; por lo que el pago que recibe el que vende al exterior es una transferencia directa del bolsillo de los consumidores de los productos importados, que deberán pagarlos más caro. Tanto en este caso, como en el de la prohibición de traer del exterior bienes que se fabrican domésticamente, aumentarán los precios de sus competidores locales y, por ende, se generará un subsidio pagado por los consumidores directamente a dichos empresarios, que verán mejorar sus resultados económicos sin necesidad de invertir y esforzarse. ¡Viva Hood Robin!

En ambos casos, disminuirán las posibilidades de los importadores de vender en el mercado local; lo que implicará una menor demanda interna de dólares. Esto podría llevar a una caída del tipo de cambio nominal bajando el valor real local de las monedas extranjeras; lo que desincentivará las exportaciones, que son las que «producen» dólares. O, como seguramente pasará, el Banco Central comprará las divisas excedentes emitiendo pesos que, al depreciarse, generarán inflación y provocarán la merma del poder adquisitivo de los dólares en el país. Por supuesto, el resultado en pérdida de competitividad de los exportadores será similar. Es decir, estaremos beneficiando a los empresarios ineficientes de nuestra economía a costa de aquellos que son productivos y de los consumidores, que pagarán más caro por bienes de menor calidad; lo que resulta una «interesante» forma de redistribuir los ingresos y promover la «eficiencia» en la economía.

Las preocupaciones con el comercio exterior no terminan allí. La sequía amenaza con complicar las exportaciones de la Argentina y lo mismo sucederá si no arranca la economía brasileña; lo que reduciría la oferta de dólares en el país. Esto combinado con alta fuga de capitales es la garantía de tendencias recesivas y de una mayor puja por los dólares. Como el Gobierno no tiene mucha tendencia a la austeridad, no generará los superávits primarios necesarios para comprar esas divisas; por lo que es esperable que se las tenga que aportar el Banco Central. Allí comienzan los problemas; ya que la menor oferta de divisas de los exportadores, con mayor demanda de la gente para cubrirse del riesgo-país y la mayor necesidad de transferirle divisas al Gobierno generará fuertes presiones al alza del tipo de cambio. Como esto no parece que vaya a ser permitido por el Poder Ejecutivo y su dependiente Banco Central, habrá que esperar mayores restricciones a las compras y transferencias de divisas al exterior y más proteccionismo. Un círculo vicioso de avasallamiento de los derechos de los ciudadanos, impuesto inflacionario e ineficiencia económica que históricamente terminó en crisis cambiarias y financieras.

*Publicado en Ambito Financiero.