Angola, el 25 de mayo y la Independencia Argentina

Emilio Ocampo

Miembro del Consejo Académico de Libertad y Progreso.

Profesor de Finanzas e Historia Económica, Director del Centro de Estudios de Historia Económica y miembro del Comité Académico del Máster de Finanzas de la Universidad del CEMA (UCEMA). Profesor de finanzas en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York (2013-14). Licenciado en Economía UBA (1985) Master of Business Administration (MBA) de la la Universidad de Chicago (1990). Autor de numerosos libros y artículos académicos sobre historia, economía y finanzas.

[E]n su largo discurso para conmemorar un nuevo aniversario del 25 de mayo, la presidente Cristina Fernández de Kirchner no sólo intentó justificar muchos aspectos de su gestión sino que además nos quiso dar una lección de historia. Sobre lo primero opinarán los analistas políticos. Mis comentarios son sobre la lección de historia.

En primer lugar para mi sorpresa hubo algunos párrafos del discurso presidencial que comparto. Por ejemplo aquellos donde la presidente hizo hincapié en la importancia de estudiar historia:

Para entender lo que pasa hoy, y tal vez poder analizar o entrever lo que va a pasar mañana. Si no sabés de donde venís, es muy difícil que sepas a dónde vas y mucho menos aún que llegues a buen puerto… Saber interpretar estas etapas históricas, saber interpretar estas cosas es lo que nos va a permitir a nosotros hacer más fuerte a nuestro país.”

Creo que Alberdi no lo pudo haber dicho mejor.

Sin embargo, me llamó la atención que la presidente pretendiera vincular su reciente visita a Angola con la gesta de mayo. Según señaló en su discurso aunque ese país africano es “un lugar que parece muy alejado de nosotros,” tuvo mucho “más importancia y presencia” de la que imaginamos el 25 de mayo de 1810. ¿En serio? Luego afirmó que “en la ciudad de Buenos Aires y en toda la campaña, la mitad de la población según el censo de 1778, la mitad eran negros y la mayoría de esos negros provenían de Angola.”

Quienes han estudiado el tema con detenimiento señalan que en 1778, año en que se instaura el virreinato del Río de la Plata, los negros de Buenos Aires constituían el 28.4% de la población, porcentaje al cual se sumaban mulatos, pardos y castas indefinidas (es cierto sin embargo que en otras partes del virreinato la proporción era mucho mayor). En cuanto a su procedencia de estos esclavos tampoco es exacto que la mayoría vinieran de Angola (que por otra parte no existía entonces). Según el historiador Ricardo Rodríguez Molas:

Las zonas de aprovisionamiento de esclavos en la costa de África varían de acuerdo con la época, las compañías y países que en distintos momentos ejercen el monopolio del tráfico. Las áreas de mayor importancia situadas en la costa occidental fueron el Sudán Occidental, la costa de Guinea y el Congo. Asimismo se importaron africanos de Madagascar y de las factorías emplazadas en el extremo sur del continente, con mayor intensidad en los últimos años del siglo XVIII.

Si tuvo razón la presidente en resaltar la tradición anti-esclavista de la revolución de mayo, que fue pionera en el continente (con excepción de Haiti). Aparentemente les informó a los angoleños “que habíamos sido el primer país latinoamericano en abolir la esclavitud en el año 1813, nuestra Asamblea de la cual el año que viene se van a cumplir también 200 gloriosos años donde abolimos la esclavitud.” En realidad, la Asamblea no abolió la esclavitud sino que instituyó la libertad de vientres. La abolición de la esclavitud recién se hizo efectiva y definitiva con la Constitución de 1853. Igualmente me parece loable que la presidente rememore la importante tarea legislativa de la Asamblea del Año XIII. (También pudo haber resaltado que el comercio de esclavos fue abolido por el Triunvirato en 1812).

Aparentemente la presidente pronto se percató de la incredulidad de la audiencia.

“Ustedes me dirán, y que tiene que ver esto con el 25 de Mayo. Yo quiero decirles a los que por ahí les falta alguna lección de historia, que la mayor parte de los ejércitos liberadores de la República Argentina, se constituyeron con negros, mestizos, mulatos, indios que eran los que iban al frente de batalla.”

No sólo eso sino que “eran de origen angoleño los que iban al frente.” ¿En serio? Los interlocutores de la presidente en Angola se deben haber quedado boquiabiertos al escuchar estas afirmaciones. Quizás de esta manera se haya logrado conseguir mayores ventas de productos argentinos (cosechadoras, etc). Pero como hemos visto la conexión angoleña es mas bien tenue, por lo menos en nuestra historia.

En su discurso la presidente también señaló que el sargento Cabral “era hijo de una esclava negra” (¿habrá sido angoleña?). Y luego aseguró que estas son “cosas celosamente ocultadas por la historiografía oficial, es que cómo iba a ser hijo de una negra el que salvó a San Martín, tiene que ser rubio y de ojos celestes, no puede ser un negro.” No nos consta que ningún historiador haya descripto a Cabral como un ejemplar de la raza aria pero si que algunos sostengan que San Martín era mestizo. Tampoco queda muy claro que es lo que “oculta” la historiografía oficial (siempre hay una conspiración).

Que la población de origen africano formó parte de los ejércitos libertadores argentinos ha sido reconocido por todos los historiadores que han estudiado el tema. Bartolomé Mitre, el padre de la “historiografía oficial” tan denostada en el discurso presidencial, dejó bien claro que “los negros, emancipados de la esclavitud, dieron su contingente á la infantería americana, revelando cualidades guerreras propias de su raza.” Es cierto que Mitre no hizo mención alguna a soldados u oficiales de origen angoleño. Según el general San Martín “el mejor soldado de infantería que tenemos son los Negros y Mulatos” (según algunas estimaciones, casi el 50% de los efectivos del Ejército de los Andes era de origen africano). Además, recomendó habilitar a los esclavos para los cargos de cabos y sargentos. Belgrano no coincidía con esta apreciación. En una carta a San Martín se quejó amargamente de sus soldados de origen africano:

“No estoy contento con la tropa de libertos; los negros y mulatos son una canalla que tiene tanto de cobarde como de sanguinaria, y en las cinco acciones que he tenido han sido los primeros en desordenar la línea.”

La historiadora Marta Goldberg, que ha estudiado con detenimiento este tema, cuestiona “el concepto forzado de la valentía de las tropas negras, que no por quedar desmitificada carece de reconocimiento.” Es decir, no es necesario exagerar la valentía ni desmerecerla sino ponerla en su correcta perspectiva histórica. Según Goldberg, los soldados negros “fueron valientes, sirvieron y lucharon, pero habían ingresado al ejército para asegurar su libertad y como cualquier ser humano su preocupación principal no era morir heroicamente sino sobrevivir. Trataron de disminuir los riesgos al mínimo, especialmente cuando se dieron cuenta de que el servicio significaba estar muy lejos de la familia y de los amigos, duro entrenamiento, mala comida, pocas raciones, pago inseguro, escaso cuidado de la salud y sangrientas batallas donde podían morir, ser heridos o capturados.” De allí que la deserción fuera la causa principal de las bajas en los tropas compuestas de esclavos y libertos.

La presidente sostuvo en su discurso que en “las luchas de la liberación en todas las etapas de la Argentina, en 2010 [ignoramos que lucha de liberación tuvo lugar en 2010 ¿será un error de tipeo?], en las luchas civiles que sobrevinieron después, los criollos, el mestizaje, los más pobres, los que menos tenían eran los que iban al frente.” Luego de semejante distorsión de la verdad histórica, Cristina Kirchner nos insta a contar “la verdadera historia de una buena vez por todas en la República Argentina. No hay mejor manera de honrar la historia que contar la verdad.” En esto coincidimos plenamente. Hay que contar la verdad y no esa fábula que busca alimentar el amor propio o la vanidad de los argentinos (o como en este caso de los angoleños). Coincido con la señora presidente en que “nadie tiene la verdad” (aunque a veces parezca que algunos si la tienen). Justamente por eso me sorprendió la manera en que concluyó su discurso:

Yo quiero homenajear en este 25 de Mayo en estos 202 años de aquella gesta, precisamente a esos seres anónimos, a esos hombres y mujeres desconocidos de la historia que fueron realmente los que permitieron librar las grandes batallas y las grandes luchas.

Recordar que argentinos de origen africano o de condición humilde formaron parte de los ejércitos argentinos y destacar a aquellos que se distinguieron por su valentía en la guerra de la independencia y otras que la sucedieron es algo muy loable. Pero identificarlos como sus principales protagonistas no es honrar la historia sino alejarse de la verdad. No es necesario quitar mérito a algunos para dárselo a otros cuando ambos se lo merecen. Y no es aceptable utilizar una fecha patria para distorsionar la historia e intentar justificar medidas de gobierno de dudosos beneficios para los argentinos, como fueron las recientes misiones comerciales a Angola.

*Publicado en Entre la Fábula y la Historia.
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