LA GUILLOTINA HORIZONTAL

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

EL CRONISTA.- La manía por el igualitarismo no percibe el daño causado, especialmente a los más necesitados. Como los recursos no crecen el los árboles y son limitados en relación a las necesidades, las directivas en cuanto a la asignación de ingresos que establecen con sus compras los consumidores en el supermercado y equivalentes quedan contradichas con la llamada “redistribución”. Esto último implica volver a distribuir por la fuerza lo que distribuyó pacífica y voluntariamente la gente, lo cual significa derroche de capital que, a su vez, se traduce en reducción de salarios puesto que éstos dependen de las tasas de capitalización.

En este contexto, el cuadro de resultados en las empresas muestra quienes dan en la tecla con lo que demandan los consumidores y quienes yerran. Los primeros obtienen ganancias, mientras que los segundos incurren en quebrantos. Esto, desde luego, no tiene lugar cuando los empresarios se convierten en cazadores de privilegios y operan bajo el amparo del poder. En este caso, las ganancias no se deben a una adecuada atención a los requerimientos de la gente sino a los requerimientos de los amigos del poder. Estos operadores no son estrictamente empresarios sino ladrones de guante blanco que explotan a sus congéneres, sea vendiendo más caro, de calidad inferior o las dos cosas al mismo tiempo.

Como queda dicho, cuando los procesos de mercado son libres y competitivos, las diferencias de rentas y patrimonios surgen como consecuencia de los votos de la gente en el plebiscito diario del supermercado y similares. Consecuentemente, todo intento de limar o reducir esas diferencias se traducen en efectos negativos, especialmente para los relativamente más pobres. Por otra parte, las cruzadas igualitaristas presuponen que la riqueza no es un proceso dinámico y creativo sino uno de suma cero.

Ahora veamos un tema crucial íntimamente vinculado al igualitarismo y es que si se encara de modo riguroso resulta imposible de llevar a la práctica, en cuyo contexto deben tomarse en cuenta cuatro elementos esenciales. Primero, debido a que la revolución marginalista en economía demuestra que las valorizaciones son subjetivas no puede nivelarse con criterios que provienen desde fuera del sujeto en cuestión. Segundo, aunque cada cual dijera la verdad respecto a sus valorizaciones, como no pueden efectuarse comparaciones intersubjetivas tampoco es posible llegar a un criterio igualador.

Tercero, aun suponiendo que lo anterior fuera posible no hay parámetro “objetivo” para llevar a cabo la igualación ya que la misma intervención estatal desfigura los precios. Y cuarto, si desatendemos todo los anteriores obstáculos, el aparato de la fuerza agresiva debe emplearse permanentemente al efecto de evitar que cada uno use y disponga de sus bienes repartidos de un modo distinto, lo cual volvería a mostrar las desigualdades que según este modo de pensar habría que combatir.

En resumen, el igualitarismo no solo es malsano en cuanto a sus efectos sociales, es rigurosamente imposible de llevar a la práctica y significa un esquema autoritario sin solución de continuidad.

*PUBLICADO EN EL CRONISTA, 12 DE DICIEMBRE DE 2012.