El síndrome del hada madrina

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

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Días pasados estuve mirando y escuchando en televisión un reportaje a la gobernadora de Buenos Aires. María Eugenia Vidal. Se nota que está llena de buenas intenciones, pero me da la impresión que se le escapa que su función no consiste en entregar a otros recursos detraídos coactivamente de los bolsillos de los contribuyentes. Hay que estar precavido del ogro filantrópico de Octavio Paz.

Esto no constituye una novedad: hacen ya muchas décadas que los aparatos estatales se han arrogado la función del hada madrina cuyos resultados han sido catastróficos para los más necesitados. Esto en contraste con la Argentina próspera y pujante a la vanguardia de las naciones civilizadas mientras se aplicó la Constitución liberal de 1853 inspirada por Alberdi, hasta que irrumpió el golpe fascista del 30 acentuado por el peronismo y todos sus imitadores sin solución de continuidad.

En verdad sería muy interesante que pudieran hacerse ricos a todos por medio del decreto, pero las cosas no son así. El clientelismo no solo afecta la dignidad del receptor sino que es financiado por otros pobres debido a que al mermar las tasas de capitalización se contraen salarios e ingresos en términos reales, especialmente de los que se encuentran en el margen.

Desde hace décadas se machaca que la política del asistencialismo es una medida de transición, sin percibir el señalado círculo vicioso. Si no se comprende que una de las funciones gubernamentales en un sistema republicano es proteger los derechos de propiedad de cada cual y, en su lugar, se juega al hada madrina, no habrá solución a la vista.
El aparato estatal no dispone de nada que previamente no haya sacado de la gente. Redistribuir ingresos por parte del gobierno constituye una sandez mayúscula puesto que significa que se vuelve a distribuir por la fuerza lo que la gente distribuyó pacíficamente en el supermercado y afines.

Por su parte, el gravamen progresivo se traduce en un tremendo bloqueo a la movilidad social, al tiempo que consiste en un impuesto regresivo, constituye un castigo a la eficiencia y altera las posiciones patrimoniales relativas (a diferencia del tributo proporcional).

Después de tanto avasallamiento por parte de un Leviatán adiposo, el objetivo debiera ser concentrarse en reducir el gasto público, bajar impuestos, eliminar el déficit fiscal y no engrosar aun más el endeudamiento interno con deuda externa adicional.

Al aliviar la presión tributaria debido a la eliminación de funciones del monopolio de la fuerza impropias en una sociedad abierta, se traspasan ingresos a los gobernados quienes necesariamente reasignan recursos humanos y materiales a sectores productivos.

De más está decir que el caso comentado para nada significa convertirlo en un asunto personal puesto que lo relevante es el debate de ideas para que nuestro país salga del fárrago en que se encuentra sumido. En resumen, no vaya a ser que este gobierno resulte en un kirchnerismo de buenos modales puesto que el resto, con el tiempo, se convertirá en anécdotas que pocos recordarán.

Publicado en Cronista.com.-