Cómo atraer los mejores estudiantes a la docencia

Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.

Tener la suerte de ser educado por un muy buen maestro provoca diferencias significativas a lo largo de toda la vida. Una pregunta relevante en nuestro país consiste en cómo atraer a los mejores graduados de la escuela secundaria a la profesión. ¿Serviría para esto un programa de becas? Solo si se producen cambios en la carrera docente.

El pasado 11 de junio The Economist publicó una interesante columna en la que resalta la importancia de los buenos maestros en el proceso educativo. Es claro que en nuestro país una pregunta relevante consiste en cómo atraer a los mejores graduados de la escuela secundaria a la profesión. Esta nota explica porqué un programa de becas fracasaría en el intento.

Comencemos por valorizar la importancia del rol del maestro, el cual tendrá efectos perdurables a lo largo de toda la vida de sus estudiantes. Dado que dichos efectos se percibirán muchos años después, es difícil evaluar su contribución.

En septiembre de 2014 The American Economic Review publicó un paper de R. Chetty, J. Friedman y J. Rockoff, que estima dicha impacto. Para ello sigue la vida de 2,5 millones de estudiantes a lo largo de 20 años. Los resultados son reveladores. El paper demuestra que tener la suerte de ser educado por un muy buen maestro o por uno no calificado provoca diferencias significativas a lo largo de toda la vida.

A modo de ejemplo, sugiere que en Estados Unidos reemplazar un maestro de bajo desempeño por uno promedio, durante un año del ciclo lectivo, puede representar para el curso a su cargo, a lo largo de toda su vida laboral, una diferencia de ingresos de 266 mil US$. Si multiplicamos esto por los años en los que ejerce su profesión, el costo de un maestro no calificado es potencialmente enorme.

Veamos otra evidencia al respecto, mediante un estudio llevado a cabo por la Bill & Melinda Gates Foundation, publicado en el Wall Street Journal el 24 de octubre de 2014: el Equity Project Charter School.

Una charter school recibe financiamiento público, pero funciona independientemente. La carta constitutiva de la escuela es un contrato en el cual detalla la misión, programas, metas, etc. Equity Project Charter School comenzó a funcionar en Nueva York en 2009 con el objetivo de poner en práctica la conclusión de un gran número de estudios: la calidad de los maestros es el factor escolar más importante en el éxito de los alumnos.

Con el objetivo de atraer docentes de alta calidad ofreció salarios de 125 mil U$S anuales, casi el doble de lo que se cobraba en las escuelas públicas de la ciudad. Luego de cuatro años, en comparación con estudiantes en una escuela pública cercana de similar nivel socioeconómico y resultados afines en exámenes estandarizados al inicio de la experiencia, las diferencias fueron importantes: los niños cursando octavo grado mostraron en los exámenes de matemáticas una diferencia de un año y medio de conocimientos respecto del grupo de control, más de medio año en ciencia, y casi otro medio año en lengua.

Si bien el ejemplo es contundente, se podría cuestionar que es tan sólo un caso particular. Por ello resultan de gran interés las conclusiones de un estudio colaborativo del Banco Mundial y siete países de Latinoamérica y el Caribe (2014), realizándose más de 15 mil visitas imprevistas a aulas de más de 3 mil escuelas públicas entre 2009 y 2013.

En alusión al mismo, The Economist señaló el 26 de julio de 2014 que una de sus conclusiones centrales es que “la principal razón para el fracaso escolar de América Latina es simple. La región produce en serie un gran número de maestros a partir de candidatos poco calificados. Se los entrena mal y se les paga poco. Por lo tanto es lógico que enseñen mal”.

¿Qué tan adecuado es en la Argentina el programa de entrenamiento de los futuros docentes? Prefiero describir los requerimientos para ejercer la profesión en otras sociedades y dejarle al lector sacar sus propias conclusiones.

Tomemos el caso de Finlandia, líder mundial en educación, donde es necesario sortear un exigente proceso de selección para acceder a estudios universitarios que conduzcan al ejercicio de la docencia. Para comenzar se requiere superar los nueve puntos de promedio en el colegio secundario. De satisfacer esta condición, el interesado debe participar de un examen a nivel nacional donde se suele escoger al 10% de los candidatos.

Luego los aspirantes pasan a una segunda fase selectiva en la que cada universidad realiza las pruebas que estima oportunas. Al respecto Javier Melgarejo, especialista en tal sistema educativo, señala: “Uno de los aspectos esenciales de dicha fase es la entrevista, donde se comprueba si el aspirante tiene las propiedades necesarias: capacidad de comunicación, actitud social y empatía. Si no las tiene o no las puede incorporar, se prescinde de él y no accede a la formación”.

La carrera docente dura cinco años, tres años de Licenciatura y dos de Maestría; las prácticas se realizan desde un principio y al finalizarla el estudiante debe elaborar una tesis.

Es claro que los requerimientos para ejercer la profesión no son ni remotamente parecidos a los de nuestro país. También es claro que en la Argentina un profundo cambio es necesario, parte del cual consiste en generar incentivos para atraer a la carrera docente calificados postulantes. Crear un programa de becas para que los mejores graduados del secundario se interesen en ella no conseguirá dicho fin.

Cuando un joven egresado del secundario elige la carrera a seguir, toma en cuenta, además de su vocación, las posibilidades que la misma le brindará en un futuro. Imaginemos una carrera donde el esfuerzo y la dedicación no tienen chances de verse reflejados en una mejora salarial y la incompetencia no incrementa el riesgo de ser despedido. ¿A quién es de esperar que atraiga? ¿A los mejores graduados o a aquellos jóvenes únicamente interesados en cumplir con un horario y garantizarse un salario? La respuesta es obvia, un sistema de becas en nada la habrá de modificar.

Cambiarla implica eliminar las ventajas que aprecian los jóvenes sin aspiraciones, como la estabilidad laboral y la escala salarial basada en la antigüedad, y atraer a los mejores graduados del secundario mediante una remuneración asociada a su rendimiento. También requiere otorgar un justo reconocimiento a los numerosos buenos maestros que arriesgan muchas veces hasta su integridad física en pos de educar a nuestros hijos.