La inflación no tiene rival entre las actividades del agro

Director de Políticas Públicas en

AGRO VOZ – En junio de 2015, a través de una comunicación a la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, el economista Manuel Solanet dimensionó la relación que la inflación tiene con la economía argentina. “Desde hace 70 años, con la excepción del período 1992-2001, la inflación se constituyó en una enfermedad endémica de nuestra economía. En los 70 años en que la hemos padecido, excluyendo los de la Convertibilidad, hubo sólo cuatro años en los que no alcanzó el 10 por ciento, pero en trece oportunidades fue de tres dígitos o más. Padecimos dos episodios hiperinflacionarios: el primero a mediados de 1989 y el segundo, muy cercano, a comienzos de 1990”, describió.

Con semejante protagonismo, no hubo en ese período sector o actor económico que no haya padecido sus efectos, incluso hasta los más competitivos, como es el sector agropecuario.Inflación y agro

El año que acaba de terminar volvió a ratificar que, más allá de su leve pérdida de fuerza, la inflación sigue sin rival y que cualquier mejora en los márgenes económicos de una actividad debe ser significativa para ganarle en magnitud.

Durante el año pasado, los resultados debieron superar en términos nominales al 23,5 por ciento de inflación que el Banco Central de la República Argentina estimó para los últimos 12 meses.

Con esa marca por superar, la mayoría de las producciones agropecuarias quedaron por debajo de ese registro.

Precios “versus” costos

La soja, el producto que lidera la producción y las exportaciones agrícolas, acumuló durante el año una mejora del precio del 13,2 por ciento. La tonelada había arrancado 2017 con un valor de 4.170 pesos la tonelada y lo terminó en 4.720 pesos por tonelada. El trigo tampoco pudo con la inflación. Si cotización durante el año subió 21 por ciento, por debajo de la expectativa inflacionaria del Central. Ni hablar del maíz, cuyo precio permaneció casi estable durante el año, con apenas una mejora del uno por ciento, de acuerdo con los valores informados por la Cámara Arbitral de Rosario.

En lo que hace a la rentabilidad del negocio agrícola, el ciclo 2016/2017 resintió sus números respecto anterior. De acuerdo con el Ieral de la Fundación Mediterránea, la rentabilidad en campo alquilado (pagando alquileres de mercado y logrando rindes medios zonales) habría quedado muy cerca o por detrás de la tasa de inflación. “La tonelada de soja, a nivel de productor, perdió 13 por ciento de su valor en relación al costo de una canasta básica en 2017”, indicó el Ieral. El precio de la hacienda logró acercarse bastante a la inflación. Pero no le alcanzó. En el Mercado de Liniers, el novillo promedió un alza durante el año de 23 por ciento.

El que sí aventajó a la inflación anual fue el precio de la leche. Luego de un 2015 en el cual su valor cayó 20 por ciento –en un escenario en el cual la inflación superó 30 por ciento–, durante el año pasado la cotización que recibió el productor por la materia prima creció 30 por ciento.

La puja podría quedar zanjada este año en favor de la producción agropecuaria. Si es que el Gobierno logra cumplir la meta, acordada con el Banco Central a finales del año pasado, de que la inflación no supere el 15 por ciento.