Las nefastas consecuencias de no lograr superar la grieta

Presidente del Club de la Libertad de Corrientes.

VISIÓN LIBERAL

Los desilusionados solo opinan ante la evidencia 

El oficialismo no puede alegar su propia torpeza 

Parafraseando aquel conocido principio jurídico, son cada vez mas los que se sienten molestos ante la contundencia de los hechos y la dificultad de defender lo inadmisible. Los que mandan deberían tomar nota de lo que sucede, en vez de ofenderse con sus víctimas por no comprender una estrategia, a todas luces, desafortunada.

Ha quedado atrás, al menos por ahora, aquel tiempo del discurso monolítico y compacto, en el que solo cabía la posibilidad de aplaudir al mandamás de turno y eludir cualquier tipo de discrepancia, especialmente en público, a riesgo de ser desterrado rápidamente de la casta gobernante.

La derrota electoral del año 2015 se convertía en una bisagra interesante, sin mas dogmatismos inapelables, ni un exceso de fanáticos lineales plagado de cobardes sin valentía para cuestionar ninguna de las decisiones.

Nadie tenía garantía alguna de que estos nuevos vientos pudieran, realmente, resolver los problemas de fondo, pero esa esperanza irracional, tan típica de las sociedades modernas, dio paso a un moderado entusiasmo.

Se iniciaría así una sucesión de aciertos y errores. Aparecieron entonces los nuevos halagadores, esos que pretendieron transformar los éxitos puntuales en determinaciones brillantes dignas de alabanzas desproporcionadas. Esos mismos condescendientes, minimizaron cada uno de los desatinos aduciendo siempre diversas justificaciones, como la poca experiencia, el escaso tiempo transcurrido y el recurrente recurso de la herencia recibida. Los meses pasaron, las explicaciones fueron perdiendo ímpetu y las equivocaciones se multiplicaron en cantidades, aumentando inclusive el nivel de impacto sobre la ciudadanía con indisimulables consecuencias.política argentina

A estas alturas, la decepción viene ganando por paliza y quienes conformaban el núcleo central de apoyo al gobierno transitan un sendero de descomposición tan gradual como las políticas que defendieron a rajatablas. En la vereda de enfrente, acecha ese populismo primitivo que ha construido los pilares de este desastre y que ni siquiera tiene la decencia de asumir la paternidad de este patético modelo que ha fracasado en todas partes.

Ellos no son una amenaza aún porque disponen de las soluciones adecuadas, sino porque quienes gobernaron eligieron un nefasto camino. No están allí, agazapados, esperando una nueva oportunidad por sus propios méritos, sino por la inocultable incapacidad de los arrogantes e ineptos. 

Los que están ahora cometen el mismo renovado despropósito que sus adversarios, cuando no tienen siquiera el coraje de admitir la inviabilidad del sendero seleccionado, ese que tanto veneraron con pasión y que solo trajo consigo los decepcionantes resultados que están demasiado a la vista. No supieron hacerlo, no tuvieron la voluntad suficiente, subestimaron el panorama, creyeron que su sola presencia atraería al mundo y eso funcionaría mágicamente.

La verdad es que ya no importa ese diagnóstico. El futuro es incierto. Las opciones no son las mejores y la sociedad se encuentra atrapada en un dilema tan incómodo como complejo. Muchos creen que esta eventual polarización ya es un hecho y que habrá que optar. 

Es posible que eso suceda, pero lo que sigue siendo inaceptable es que quienes destruyeron el país por décadas sigan dando cátedra de moral, como si no tuvieran nada que ver con todas las penurias del presente. La gente no es tonta. Puede que la ciudadanía aun sea algo inmadura, un tanto abúlica y hasta bastante ingenua por esperar “peras del olmo”, pero de ninguna manera es saludable menospreciar su criterio.

Quienes lo hagan sufrirán, mas tarde o mas temprano, el desprecio cívico que se merecen. Pero es igualmente intolerable, y enormemente injusto, que los acérrimos promotores de las actuales políticas afirmen que quienes critican al gobierno le hacen el juego a la oposición y quieren que vuelvan los de antes.

Los que no han hecho los deberes son los que gobiernan y fueron los aduladores seriales de estas decisiones los que consiguieron estos deplorables resultados.
Deberían tener vergüenza de lo logrado en vez de ofenderse con quienes advirtieron que por allí no estaba el porvenir. No se ocuparon de ninguno de los problemas estructurales. No solo no aportaron soluciones concretas, sino que agravaron muchos de los que ya estaban presentes, que siguen deteriorándose a pasos agigantados. Mas inflación y pobreza, mayor endeudamiento y una presión impositiva impagable, un Estado gigante repleto de incompetentes, holgazanes y exponentes de lo mas despreciable de la política contemporánea, son parte del paisaje cotidiano. 

Nada bueno para destacar, ni para sentirse orgulloso. Reclamar apoyo incondicional en ese escenario es de una perversidad enorme y de un descaro incomparable. Ni siquiera tienen la humildad de reconocer que no han hecho lo necesario, que dejaron pasar oportunidades irrepetibles y que dilapidaron una ocasión, producto de su infantil necedad. Si su mejor argumento es que los otros son un peligro, que son mucho peores que ellos y que sería terrible que regresaran, significa que son unos energúmenos y un mamarracho totalmente impresentables.

Si eso finalmente sucede, se tendrán que hacer cargo, porque será absoluta responsabilidad de quienes tuvieron el mando y se equivocaron sistemáticamente pese a las múltiples advertencias de gente de buena fe que les propuso una agenda bien diferente que descartaron efusivamente.

No es imposible qué gracias a este callejón sin salida, el oficialismo actual triunfe. Si lo hace será solo porque la sociedad no quiere retroceder, pero será también la señal inconfundible de un nuevo tropiezo, porque jamás en la historia la soberbia y la impericia han sido sinónimo de éxito y progreso.