Iván Cachanosky
Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.
INFOBAE – El Gobierno de Cambiemos deberá encarar el año electoral en un contexto económico sumamente complicado. En un año que tendrá mucho tinte político, lo económico probablemente quede más relegado a un segundo plano, pero siempre atento a que no estalle otra crisis cambiaria, ya que el oficialismo no tendría chances de resistirla. En este marco, el Gobierno enfrenta tres desafíos económicos (coyunturales y no estructurales) para sobrevivir en el camino a las elecciones: que no se produzca otra corrida cambiaria; que muestre que la promesa de cumplir con un déficit primario cero está encaminada; y que el riesgo país baje.
El principal objetivo del Gobierno es evitar otra corrida contra el peso y que este sufra una fuerte devaluación. Recordemos que durante 2016-2017 y hasta febrero del 2018, el mercado cambiario se encontraba equilibrado hasta que la oferta de dólares se cayó (por la sequía y la reversión de dólares financieros) y la demanda de dólares comenzó a crecer. Esto también impactó en la demanda de pesos, que se derrumbó y generó que la corrida cambiaria fuera aún mayor. La fuerte devaluación del 2018 hizo que cayera la demanda de dólares (principalmente turismo e importaciones que caen con la demanda interna) y desde octubre-noviembre se encontró un nuevo equilibrio en el mercado cambiario.
Parte del desafío es que la oferta de dólares sea más genuina y no producto de la especulación financiera, ya que los dólares de carry trade, así como vienen, se van (sobre todo si no se tiene un buen prontuario económico). ¿Por qué es tan importante que no ocurra otra corrida cambiaria? Porque con el actual acuerdo con el FMI, en caso de que el tipo de cambio supere el techo de la zona de no intervención, solo podrían utilizarse 150 millones de dólares diarios para combatir al dólar. Estos montos son pequeños para frenar una corrida.
Por otro lado, como las necesidades de financiamiento siguen siendo elevadas, cumplir con las metas del FMI es clave para recuperar credibilidad. En otras palabras, es de suma importancia alcanzar el déficit primario cero este año. Llegar a un déficit primario cero (que no incluye los intereses de la deuda) es bueno, lo malo es cómo se pretende alcanzarlo: castigando aún más al sector privado, que ya se encuentra demasiado asfixiado de impuestos. Con la implementación a los derechos de exportación, más el pago del sinceramiento de tarifas que los privados deberán hacer, aproximadamente el 80% de la reducción del déficit cae sobre los hombros del sector privado, mientras que solamente el 20% sobre el sector público (principalmente obra pública). Argentina ya es campeón mundial en cobrar impuestos, incrementarlos para reducir el déficit primario puede dar cierto aire de corto plazo, pero en el largo nos vuelve aún menos competitivo. Paradójicamente, es la competitividad lo que debe recuperar la Argentina si quiere volver a las sendas del crecimiento. Una reducción del déficit primario sano es vía reducción del gasto público más que por incrementar impuestos al sector privado.
Finalmente, el objetivo del FMI, y de cumplir sus metas, tiene como principal objetivo que el riesgo país de Argentina baje. El mega-préstamo otorgado por el FMI es para, idealmente, financiar el 2019 y que Argentina mientras tanto reduzca su riesgo país para que pueda volver a financiarse en los mercados internacionales. Este punto es clave y hasta finales de diciembre la tendencia del riesgo país asustaba cuando alcanzó un techo de 829 puntos. En enero, la trayectoria ha sido a la baja y hoy ronda los 650 puntos. No obstante, sigue siendo un riesgo país alto y es indispensable que continúe bajando para que el plan acordado con el FMI sea exitoso; idealmente debería quebrar los 500 pb para poder volver a los mercados internacionales.
Como corolario, todo esto ocurre en un contexto donde también se debe bajar la inflación e intentar que la recuperación sea lo menos lenta posible. En concreto, en el 2019 se continuarán tapando parches mientras las reformas estructurales continúan pendientes, que es lo que permitiría una salida más rápida de la recesión y un crecimiento alto sustentable.
El autor es economista jefe de la Fundación Libertad y Progreso.