Argentina, en la cuenta regresiva

Por Mario Teijeiro*

Esta nota no se refiere al reloj electoral de 2019. Se refiere a la cuenta regresiva de una bomba de tiempo, social y política, que es la pobreza y su proyección en el tiempo. Argentina tiene una pobreza superior al 30% entre los adultos, pero del 50% entre los menores de 18 años. Esto significa que, por mero funcionamiento de la demografía en las próximas décadas, si no cambiamos de modelo de país con rapidez, naturalmente la pobreza seguiría creciendo hasta alcanzar el 50% de los adultos. A medida que nos vayamos acercando a esa proyección, el piso electoral de los gobiernos de izquierda se irá también acercando desde el actual 38% (sumando el piso del populismo duro de Cristina Kirchner más los votos de la izquierda) al 50%. Obviamente que ese será el punto de no retorno, pues a partir de entonces ya no será posible en democracia evitar gobiernos chavistas que se sucedan hasta convertirnos en la Venezuela del cono sur.

Las causas de este punto de partida

La primera de las causas de la pobreza está en el modelo de país que nos rige hace 75 años, caracterizado por una economía ineficiente cerrada al comercio que no tiene mercados para emplear rentablemente a todos; por un sector publico sobredimensionado que subsidia el empleo improductivo; un sector publico deficitario que nos condena a un consumo excesivo y a una tasa de ahorro insuficiente para financiar la inversión necesaria para crecer; y un modelo sindical que desalienta el empleo en blanco y nos condena a la marginalidad laboral y al desempleo.

Foto gentileza Diario Uno de Entre Ríos

La segunda razón importante de este punto de partida ha sido la destrucción de la educación publica, único medio posible de rescatar la pobreza. Hay que tomar conciencia primero que esto no ha sido un tema meramente técnico. Esta destrucción ha sido producto de la descentralización de la educación a manos de gobernadores provinciales (muchos de ellos, señores feudales) financiados por la incondicionada coparticipación federal, a cuya sombra la extrema izquierda se apoderó del sindicato docente para destruir los incentivos y cumplir con su evidente objetivo: “destruir la posibilidad de que la gente se eduque para ser esclavos explotados por el capitalismo”. La exclusión social que el populismo y la izquierda denuncian ha sido en gran parte consecuencia de su propia hechura. Es la educación estatal, cooptada por los sindicatos de extrema izquierda, la que ha fracasado en proveer la educación necesaria para permitirles a los pobres ser incluidos en el sistema capitalista.

Las dos causas, el modelo económico y sindical y la destrucción de la educación, han sido causales de esta situación; y es inconducente discutir en qué proporciones. Hay que cambiar radicalmente ambas cosas pues ambas son condiciones insoslayables para crecer y superar la pobreza masiva. No podremos generar demanda de trabajo sin incentivos apropiados para la inversión ni acceso a los mercados del mundo; pero tampoco habrá empleos para la marginalidad empobrecida si no está debidamente capacitada.

La proyección es mucho mas grave que la foto

El 50% de pobreza entre los niños hace que la proyección social y política sea mucho mas grave que la foto de hoy. ¿Por que tenemos 50% de niños pobres con 30% de pobreza? En parte por razones de falta de educación procreativa de los sectores de menores ingresos. Pero en buena parte se explica también por la política de subsidio a la reproducción irresponsable de los pobres que significa la Asignación Universal por Hijo (AUH). Este subsidio le permite “ganar un sueldo” a madres solteras (proporcional al numero de hijos), para luego desatenderlos irresponsablemente, porque no le alcanza ni para ella. Y en esta política sin sentido, multiplicadora de una pobreza quizás irrecuperable por el daño mental permanente de niños mal nutridos, sin modelos paternales adecuados y luego expuestos al contexto del paco y el crimen, no podemos culpar solamente al populismo y a la extrema izquierda. Todo el arco político progresista, incluyendo a las principales figuras políticas de Cambiemos, han apoyado y siguen apoyando esta política social, políticamente suicida para la Republica.

La tercera política que está acelerando el nivel de pobreza en adultos y niños, es la política de inmigración irrestricta. No pongo en el banquillo a una inmigración de gente capacitada, con ganas de progresar por su esfuerzo, como son los venezolanos que escapan del infierno chavista o inmigrantes laboriosos de otros países limítrofes. Estoy hablando de aquellos que vienen atraídos solo por las prebendas populistas de nuestro país, sin capacidad o intención de tener una ocupación en blanco. Al colmo llegamos cuando permitimos votar a esa marginalidad extranjera dependiente y les urbanizamos sus villas, como hace con orgullo el gobernador de Cambiemos de la CABA, incrementando (¿a sabiendas o por ignorancia?) los incentivos para multiplicar la inmigración prebendaria.

Es difícil parar la cuenta regresiva

Viendo a Venezuela, no me cuesta imaginar que si gana Cristina Kirchner el reloj se acelere como un “fast forward” y la cuenta regresiva acorte mucho su tiempo. Bastaría que volviera “para ir por todo” para generar un parate en las inversiones, un aumento del desempleo y una aceleración de la pobreza. Pero aun ganando Lavagna o Macri, el reloj no se detendrá. ¿Acaso vemos en un segundo mandato de Macri que Carrio, Vidal y Stanley digan, “perdón, me equivoque, tenemos que dar marcha atrás con la AUH porque los niños pobres se están multiplicando”? ¿Acaso vemos como factible que un Lavagna repudie sus lealtades al modelo industrialista y abra la economía al comercio? ¿O que Rodriguez Larreta decida parar con la urbanización de villas porque se están multiplicando los asentamientos, a la espera que a ellos también se los urbanice? ¿Acaso vemos a Lavagna o Macri peleándose con los gobernadores por la coparticipación y terminando con el derecho de huelga y el estatuto de los docentes?

En el mejor de los casos veo a Lavagna o Macri intentando un programa de inflación cero, con la (falsa) creencia que la inflación es el mayor impuesto a los pobres y la (falsa) expectativa que su eliminación será una garantía que el salario real aumentará y la pobreza caerá a pique. Pero de las reformas estructurales que son imprescindibles para parar la cuenta regresiva, esperaría de ellos MUY POCO o NADA.

Con esta cuenta regresiva en marcha, el tiempo tampoco le sobraría a alguien como Espert, que es el único que propone las reformas necesarias. Después de 75 años de daños físicos y culturales acumulativos, la pobreza no bajará sino con mucho tiempo y políticas correctas. Pensemos por ejemplo los años que tomaría recuperar la calidad educativa en las escuelas publicas que atienden a los segmentos empobrecidos. Aun suponiendo que elimináramos de un plumazo la injerencia del populismo y de la izquierda en la docencia y cambiáramos su estatuto, ¿cuánto tiempo llevaría formar a nuevos docentes con un nivel que permita la calidad educativa? Antes que eso, ¿cuánto tiempo llevaría elevar la calidad de los institutos de formación del docente? Ahora, una vez recuperada la calidad educativa, ¿qué porcentaje de los niños pobres podrá usufructuarla? ¿Cuántos no podrán hacerlo porque ya tienen limitaciones cognitivas irremediables? ¿Cuántos ya habrán abandonado la escuela y serán presa del crimen y del paco? Ya seria un gran éxito si en 20 años la pobreza no exceda la que tenemos hoy pero esté en una tendencia declinante.

Argentina es hoy un Titanic con un iceberg enfrente, pero con una gran limitación para girar rápidamente, aun queriendo. El problema adicional es que nuestra dirigencia no kirchnerista, enfrascada en defender sus curros y en la lucha inmediata por retener u obtener el poder, opera como un capitán ciego y sin radar que no ve el iceberg que tiene por delante.

Conclusión

Mi visión es que, sin cambios de modelo, estamos condenados a ser Venezuela, sea al contado con Cristina o tras algunas cómodas presidencias con Macri o Lavagna. En mi generación, la de los hoy abuelos, habría mucha satisfacción si gana cualquiera menos Cristina. Su visión es de aceptación de una Argentina mediocre pero vivible en lo que resta de sus vidas, antes que arriesgar vivir tiempos turbulentos. De esa vieja generación, que ha sobrevivido 75 años de decadencia, pero está muy atada a lo malo conocido antes que lo supuestamente bueno por conocer, no se puede esperar un apoyo “revolucionario”. Son muy pocos los que se sienten culpables de haber sido cómplices de lo que nos pasó y dispuestos a hacer algo al respecto, aunque sea con su voto.

El futuro político está en las manos de los jóvenes y adultos de clase media baja para arriba. Y más vale que tomen conciencia que están heredando una hipoteca pesadísima y van a tener que vivir, si no hay cambios profundos, con migajas después de pagar los impuestos para sostener a ñoquis, a jubilados sin aportes, a inválidos truchos, a una marginalidad descerebrada por el paco, a aparatos de seguridad sobredimensionados para contener la violencia, a políticos y sindicalistas corruptos, a empresarios prebendarios, entre otros “curreros”. Y si no votan por un cambio oportuno y decisivo, con el tiempo tendrán que emigrar con una mano adelante y otra detrás para poder rehacer sus vidas en otro país.

*El autor es economista liberal, graduado en la Universidad de Chicago, profesor de UCEMA. Para consultar otras publicaciones de Mario Teijeiro, haga click aquí  

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