Schuldenbremse: El déficit fiscal es inconstitucional en Alemania

Conductor de @dasligahaus. Corresponsal de Fox Sports en Alemania.

En la primera columna les conté cómo me sorprendió llegar a Alemania y ver que la forma de pensar la dinámica social es completamente diferente a la nuestra. Ahora, si nos metemos en temas más específicos de la macroeconomía, vamos a encontrar otra sustancial diferencia en el presente. Digo presente, porque el pasado de la economía alemana sí tiene algunos paralelos con la actualidad o el pasado reciente de la Argentina.

Si hablamos de deuda, ya sea pública o privada, vamos a notar que los alemanes son totalmente aversos a endeudarse. Etimológicamente, “deuda”, en alemán, se dice “Schuld”. Explico esto porque “Schuld”, en alemán, también significa “culpa”. Casualidad o no, para un alemán tomar deuda es un acto culposo, que prefieren evitar.

Si hablamos de microeconomía, el alemán compra sólo aquello que puede pagar con sus existencias actuales. Hay muy pocas cosas que pueden adquirise a crédito. Entre ellas están las casas, como es lógico, y los vehículos, mediante el sistema de “leasing”. Pero nadie financia la compra de un pasaje aéreo, un electrodoméstico ni, mucho menos, un bien no durable.

Macroeconómicamente hablando, el Estado parece comportarse igual. El déficit fiscal, padre natural de la deuda pública, se ha declarado inconstitucional. De hecho, esta regla de oro tiene un nombre impactante: “Schuldenbremse”. “Schuld”, como vimos, significa “deuda” (en plural, “Schulden”) y “Bremse” es un “freno”.

La ley, que fue agregada a la constitución nacional, establece que el déficit fiscal no puede exceder el 0,35% del producto bruto anual, con la excepción de años con catástrofes o caídas muy bruscas del producto, que requieran cierta flexibilidad.

Esta autolimitación obedece a que los alemanes han aprendido, de sus propios errores, el enorme peso que representa para la sociedad un Estado que desahorra y consume en el presente recursos que deberán aportar las generaciones futuras.

Después de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles estableció que Alemania había sido la responsable del conflicto bélico, y debió cargar con una deuda que hoy equivaldría a 270 mil millones de dólares. Con muchísimo esfuerzo, la sociedad tardó 92 años en pagar esas cargas, obviamente con aportes impositivos de trabajadores que nada habían tenido que ver con ese conflicto.

Además de tomar deuda, esta carga se financió emitiendo marcos del reino (Reichsmarks), muy por encima de lo que el mercado demandaba. Para 1923, Alemania sufría una hiperinflación. Su moneda no valía nada. Para ser exactos, 42.000 millones de marcos se necesitaban para comprar un centavo de dólar.

Después de la monarquía llegó la primera República, conocida como la República de Weimar (por la ciudad en donde se forjó), y se debió encarar un brutal plan de ajuste fiscal. Claro, en el medio, llegaría la Gran Depresión.

Más tarde, Hitler terminaría con la incipiente República y declararía el default de esa deuda. La sociedad lo tomó como un acto de patriotismo, y ni un centavo salió de las arcas estatales hasta el final de la Segunda Guerra. El resto de la historia es más conocida, y los costos de esta nueva guerra ya no sólo serían monetarios, sino que los aliados tomarían virtualmente el país, dividiéndolo y administrándolo, para compensar los costos bélicos.

La administración de Alemania del oeste, a cargo de los aliados, debió crear una nueva moneda, en junio de 1948. Así nació el marco alemán (Deutsche Mark), del que les conté en la primera columna que aún existe el equivalente a 6.600 millones de euros. Una moneda fuerte, respaldada por una administración creíble, como método para combatir una inflación que, en el este, había llevado a que los cigarrillos se usaran como moneda, porque esta no era demandada por nadie.

Saquemos el contexto de la Guerra y al nazismo de la discusión. Centrémonos en la economía. Déficit, emisión monetaria, hiperinflación, destrucción de un signo monetario, default… ¿No son palabras que leemos en los diarios de la Argentina a menudo? Bueno, por otras razones y en condiciones mucho más gravosas que las nuestras, a los alemanes les pasó algo parecido, en materia económica, a lo que endémicamente sufre la Argentina.

Pero ellos, el 3 de octubre de 2010, exactamente 20 años después del día de la Reunificación de ambas Alemanias, hicieron el último pago de aquella deuda, que avergüenza a toda una nación.

No obstante, el nivel de deuda pública como porcentaje del producto bruto siguió creciendo sin pausa. Desde un insignificante 25% en 1975, el Estado llegó a superar el 80% de deuda sobre el producto, en 2011, cuando se estableció el llamado “Schuldenbremse”.

Después de haber tenido déficits de casi 10% del producto, como en 1995, desde 2012 las cuentas están en orden, incluso logrando superávits anuales de entre 1,5 y 2% del producto. La carga de la deuda sobre el producto es hoy del 60% y bajando.

¿Resultado? Los superávits no sólo han permitido al gobierno desendeudarse, sino que se ha elevado la inversión en infraestructura, educación y salud, recuperando los niveles de 2011, cuando se estableció el freno, y se debieron ajustar.

Claro que existen interrogantes sobre cómo se financiará el sistema de pensiones en el futuro, dado que el Estado de Bienestar, que funcionó como una tentación de los políticos en Europa de repartir dádivas hoy, comprometiendo fondos futuros, implosionó en todo el continente. Las consecuencias de ese delirio aún no se han pagado. Como ven, en Europa también hay populismo…

Pero, en líneas generales, los alemanes, que han pagado durante más de 90 años los costos económicos de las guerras que ellos mismos impulsaron, entendieron que el déficit y la deuda eran una inmoralidad, especialmente para las generaciones futuras.

Ahora, cabe preguntarse, si tenemos por lo menos un caso probado de éxito de esta política, ¿qué podría pasar en la Argentina si se reformara la constitución, estableciendo un “Schuldenbremse” federal, provincial y municipal? ¿Será que hay un camino diferente al que sigue el país hace 80 años con remarcable obstinación? Pregúntenle a los alemanes…