El costo laboral y fiscal compromete a las exportaciones

Abogado. Asesor laboral de empresas y cámaras empresarias. Consejero Académico de Libertad y Progreso.

LA NACIÓN – El universo exportador y todo lo que implique exportar será la única fuente de divisas frente a un país que ha perdido el crédito, y tal vez, la única forma de volver en la reconstrucción de la economía con crecimiento sustentable.

Es una de las esperanzas más importantes, tal vez la única de la economía argentina, frente a los desafíos de la reconstrucción de las empresas y la producción que nos impone la salida de la pandemia. Sin embargo, conspiran contra su desarrollo y crecimiento infinidad de factores, la mayoría de los cuales giran en torno del costo laboral total de nuestro país, directo o indirecto, si lo comparamos con nuestros vecinos de Latinoamérica, y con el resto del globo.

El costo laboral total promedio mensual de Argentina (US$1450) es el doble o el triple del que tienen actualmente Brasil (US$750), Chile (US$650), Perú (US$520), Ecuador (US$480), Colombia (US$570) y Bolivia (US$480), y triplica el costo de México (US$420). En China el mismo costo es de US$580, en India es de US$490, en Bangladesh es de US$370, y en Pakistán llega apenas a US$300.

El costo laboral promedio mensual del transporte de carga internacional con camiones en la Argentina es de US$1780, el de Chile es US$770, el de México US$520, y el de Panamá de US$760, el de Costa Rica US$400, y el de Nicaragua US$380, el de Colombia US$660, y el de Brasil US$850.

Las exportaciones tienen además un costo de flete interno entre el lugar de producción y los puertos de salida que a menudo es mayor que el trasporte en el exterior hasta llegar a destino final, también originado en el alto costo laboral bruto de las empresas de carga, el precio del combustible (y su carga fiscal) y los aportes y contribuciones previsionales y sindicales.

Ostentamos el triste liderazgo además de ser el país con mayor porcentaje de impuestos al trabajo del globo, con alrededor del 73% sobre la masa salarial bruta, donde incluimos aportes y contribuciones a la seguridad social, a los sindicatos y el impuesto a las ganancias 4ta categoría.

Somos también depredadores y saqueadores del éxito. En efecto, el Estado crea más cargas retenciones o impuestos a cualquier actividad que la detectan como relevante y en crecimiento, en lugar de fomentar con incentivos para contribuir a su competitividad internacional. Fenómenos que se dieron entre otros casos con el campo y con las TIC, y con la inteligencia artificial y la robótica.

La productividad argentina es una de las más bajas de América, con niveles elevados de ausentismo, interrupciones frecuentes de la producción por conflictos de diverso tipo, y hasta con el curioso e irónico crecimiento de los feriados y días no laborables nacionales, provinciales y municipales.

El costo laboral se ve agravado por la elevada conflictividad e interacción de los sindicatos, las comisiones internas y los delegados, y la sistemática rebeldía de los grupos de izquierda organizados como Barrios de Pie, el Partido Obrero, el PTS y el MTS, el Nuevo MAS, la CCC, la CTA y los grupos sociales integrados en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular.

El costo se transformó en imprevisible, en forma colateral, con la jurisprudencia laboral a menudo arbitraria, que recurriendo a las más variadas argumentaciones castiga a las empresas con sentencias imprevisibles, de montos desproporcionados y con efectos catastróficos, que a menudo comprometen su subsistencia. La pérdida de puestos de trabajo guarda proporcionalidad directa con la litigiosidad judicial.

En este contexto, además irrumpió la crisis generada por la pandemia, que paralizó gran parte de la actividad pública y privada, y solo permitió la continuidad acotada de las actividades consideradas esenciales. Estas son aquellas que proveen servicios que no pueden suspenderse, como el suministro de agua potable, la energía eléctrica, los alimentos, los productos de limpieza y los productos farmacéuticos.

En función del escenario descripto y la realidad que nos impide fomentar las inversiones y crecer, se impone claramente una revisión completa del mundo laboral, de la seguridad social y del plano fiscal laboral integral.

Como la expresión “reforma laboral” se ha devaluado y se la estigmatiza como una amenaza directa a los derechos del trabajador, hay que garantizar que la reconstrucción se deberá encauzar sobre la legislación ya existente, sobre lo ya construido, y no destruyendo las conquistas vigentes.

Modernizar el modelo

En síntesis habrá que hablar de modernización del modelo de relaciones laborales o expresión análoga.

La contraposición entre lo que hay y lo que necesitamos es paradigmática. Veamos. El contrato por tiempo indeterminado debería tener opciones por obra, por tiempo por acuerdo de partes, y por objetivos. La jornada fija vigente debe contemplar la hora flex u horario flexible. El banco de horas, la jornada promedio, y la jornada ultraflexibles son imprescindibles en las nuevas actividades que se crean bajo las nuevas tecnologías. La retribución en base a un valor por hora por día o por mes deben reemplazarse por la ponderación de los resultados y los objetivos de productividad. Los descansos fijos deben reemplazarse por los flexibles.

La capacitación permanente de los trabajadores debe contar con incentivos exenciones y promociones, y debe ser constante.

El régimen de despido indemnizado debe sustituirse por un fondo de despidos o de desempleo que le brinde cobertura al trabajador y costos previsibles a las empresas.

La crisis del Covid-19 nos aceleró la tecnología y nos impone una nueva etapa fundacional, en donde la innovación y la creatividad juegan un papel clave.

El costo laboral argentino en su actual composición expulsa trabajadores. La demostración es simple, desde hace ocho (8) años, los empleados en relación de dependencia de todo el país no superan los 6.200.000 trabajadores, salvo alguna rara excepción.

Si las exportaciones serán nuestra única y genuina oportunidad de ingresar divisas, no podemos insistir con problemas viejos sin soluciones nuevas.

Solo si se sale fuera de la madeja del problema (“out of de box”) se puede visualizar con claridad que debemos optimizar nuestros costos, para poder competir en el medio de la incertidumbre y la volatilidad de nuestros días.

* El autor es abogado, Doctor en Ciencias Jurídicas, asesor de empresas y de cámaras empresarias, profesor titular ordinario de la Facultad de Ciencias Económicas y de la Facultad de Derecho de la UCA. Director del Posgrado en Conducción de RR HH de la UCA.