Iván Cachanosky
Lic. en Administración de Empresas. Magister en Economía Aplicada de la UCA. Doctorando en Economía en la UCA.
DATA CLAVE– El presupuesto prevé una cifra del 29%, cuyo cumplimiento es imposible. El gobierno, en año electoral, usará todas las herramientas de las que disponga para que sea la menor posible.
Luego de haber atravesado un año entero de Pandemia, la economía de Argentina sufrió un “golpazo” en el nivel de actividad (-10% anual), los dólares paralelos avanzaron enérgicamente durante el 2020, obligando al BCRA y ANSES a intervenir fuertemente para disminuir parcialmente la brecha y la inflación se redujo de un 52% a un 36% el año pasado, producto de la fuerte recesión y el incremento de la demanda de dinero.
Para el 2021, algunas ecuaciones cambian. Este año el nivel de actividad mostrará un rebote estadístico que jugará a favor en las elecciones, pero que no alcanzará para volver a los niveles pre-pandemia. El mercado cambiario, que siempre genera nerviosismo, todavía tiene margen para atravesar cierta paz cambiaria ya que por un lado comenzarán a ingresar los agro-dólares y por otro, todavía hay ciertos instrumentos para intervenir en el los dólares paralelos. La gran preocupación es sin dudas la inflación. El presupuesto prevé una inflación del 29% este año cuyo cumplimiento es imposible. La inflación estará por arriba de ese nivel, pero el gobierno, en año electoral usará todas las herramientas posibles para que sea la menor posible.
En primer lugar, está claro que el gobierno intensificará su programa de Precios Cuidados. Como es sabido, este tipo de medidas viene acompañados de problemas de abastecimiento y le genera a las empresas grandes problemas en el mediano plazo. Por otro lado, el ajuste de tarifas será menor a lo esperado. Probablemente el gobierno busque que las tarifas se ajusten lo menos posible para reducir el impacto en el índice de precios. Por supuesto, esto implica incremento un incremento en el gasto de subsidios económicos, generando complicaciones en el saneamiento fiscal.
Otro frente de ataque sería el mercado cambiario. Durante el 2020, el gobierno había adoptado la estrategia de que el tipo de cambio oficial se devaluara al ritmo de la inflación. Sin embargo, las devaluaciones diarias han comenzado a ser menores en un contexto donde la inflación es más alta. La devaluación de febrero no llega al 3% mientras que la inflación rondará por lo menos en el 3,5% para el segundo mes del año.
Por último, el gobierno buscará avanzar en acuerdos de precios y salarios tratando de generar menores expectativas futuras de inflación. Esto es muy difícil que funciones ya que las expectativas responden mejor cuando hay señales más claras de atacar la inflación de raíz y no con parches.
Ninguna de estas medidas contribuye a bajar la inflación de manera sostenida. Son medidas que sirven para ganar tiempo, pero que no solucionan los problemas de fondo. Sin embargo, lo que el gobierno necesita es tiempo para llegar a las elecciones sin que la economía se desordene aún más. En otras palabras, el gobierno busca combatir la inflación desde la microeconomía, pero tarde o temprano “macro mata micro” y la realidad se impone. La gran pregunta es si esto ocurre antes o después de octubre, cuando se lleven a cabos las elecciones legislativas.
Finalmente, tampoco debemos olvidarnos de que el desenlace de la complicada negociación con el FMI también es importante en materia de inflación ya que un buen acuerdo puede traer confianza y ayudar a que el gobierno deje de depender exclusivamente de la emisión monetaria para financiar el déficit fiscal. La emisión en el 2020 ha sido un protagonista importante en el financiamiento, pero contaba con algunas ventajas que no se observarán este año. La economía se derrumbaba y esto empujaba los precios a la baja. En cambio, este año es de rebote estadístico. Además, la demanda de dinero crecía debido a la incertidumbre del Covid-19 y la cuarentena prolongada. En cambio, este año la demanda de dinero comenzará a mermar.
Para concluir, durante el año pasado, el BCRA pudo esterilizar gran parte de la emisión, pero la deuda remunerada se incrementó tanto que superó el total de la base monetaria. Este año, claramente es una receta que no puede repetirse.