“Argentina y la barra brava del mundo”

MEMO – Un consejo familiar podría aplicarse a la política exterior de los países. “Si te juntas con buena gente siempre te va a ir bien aunque alguna vez te vaya mal, a su vez, si te juntas con mala gente siempre te va ir mal aunque ocasionalmente alguna vez te vaya bien”

La Argentina es amiga de lo que podríamos denominar “la barra brava del mundo”.

Adam Smith en La Riqueza de las Naciones (1776) apela varias veces a la expresión “aquello que es válido para un padre de familia, difícilmente deje de serlo para un jefe de Estado”.

La actual administración del gobierno argentino, (no el estado, ni el país), tiene particular afinidad con países que tienen un común denominador. La autocracia.

Nicaragua, Cuba, Rusia, China e Irán son los países con los cuales la actual administración se siente más cómoda.

Tres vectores forman parte de ese común denominador. Las voces opositoras están silenciadas, la prensa libre fuertemente cuestionada y hasta perseguida y en tercer lugar, es escaso o nulo el número de argentinos que piden visas para emigrar a tales países.

Desde visitas oficiales, negocios cuantiosos, contratos siempre confidenciales, y apoyos en organismos multilaterales hasta un discurso político alineado y condescendientes con violaciones fragantes a los derechos humanos.

Luego de más de tres décadas de política de estado de integración regional iniciada en los años setenta, coronada en los ochenta por los acuerdos entre los Presidentes Alfonsín y Sarney y formalizado en 1991 con el Tratado de Asunción constitutivo del Mercosur, el kirchnerismo se encargó de enfriar las relaciones y enfocar la política exterior hacia las “barras bravas”.

Así en 2005 se rechazó en Mar del Plata la Iniciativa de las Américas y fueron boicoteadas otros acuerdos de libre comercio como el eterno Mercosur – Unión Europea.

De esta manera la Argentina, en el marco de un enfriado y alicaído Mercosur, es uno de los países que menos Tratados de Libre Comercio firmó en la región.

Perú cuenta con veintiún acuerdos de libre comercio. APEC, Canada, Chile, China, Estados Unidos, Japón, Mexico, Singapur, Australia, Corea del Sur, Tailandia entre otros.

Chile, por su parte, tiene acuerdos vigentes con Canadá, México, Centro américa, Unión Europea, Estados Unidos, Corea, EFTA, China, Nueva Zelandia, Singapur, Panamá, Colombia, Perú, Japón, Australia, Turquía, Malasia, Vietnam, Hong Kong, Uruguay, Argentina e Indonesia.
Una Pyme Chilena puede acceder al 90% del mercado mundial con aranceles bajos o cero. El mercado de una pyme chilena es el mundo.

La Argentina tiene una participación en el mercado mundial absolutamente marginal y vergonzante para un país del tamaño y los recursos naturales con que cuenta. De cada cien dólares que se comercializan en bienes y servicios en todo el mundo cada año, la Argentina representa sólo diecinueve centavos.

La actitud frente a comercio mundial ha sido históricamente cobarde y timorata. Aranceles, retenciones y tipos de cambios diferenciados lograron el propósito para el cual fueron aplicados. El aislamiento.

Uruguay ha mostrado una actitud valiente. “El mundo no nos puede esperar” sentenció su Presidente Luis Lacalle Pou al manifestar la decisión de su administración de negociar tratados de libre comercio por separado.

El libre comercio implica la reducción (en el extremo abolición) de barreras arancelarios y para arancelarias. Las vías para lograr el libre comercio son tres. Las negociaciones multilaterales en el marco de la Organización Mundial de Comercio (OMC), la vía regional (Acuerdos de comercio con países socios, ej Mercosur) o la apertura unilateral.

La vía regional corre el riesgo de constituir un bloque cerrado al comercio con terceras partes. Requiere mucha seriedad, persistencia y compromiso de los estados miembros. Uruguay comenzó a percibir que el Mercosur perdió dos de estos tres requisitos. Y el mundo no espera.

El Mercosur pretendió en sus orígenes constituirse una plataforma para potenciar el comercio de los estados parte. En los últimos veinte años tal pretensión ingresó en un letargo.

Los clásicos sostenían que el comercio tiene tres fundamentos. En primer lugar permite aprovechar y beneficiarse de las ventajas comparativas de otros. En segundo lugar el comercio es un gran promotor de la paz. “Donde no pasan las mercaderías pasan los ejércitos”. Y en tercer término, el comercio permite emular el progreso. El progreso de las naciones se ve, se observa a través del comercio.

La decisión uruguaya puede resultar un ejemplo para la región. Si Uruguay logra firmar y llevar a cabo acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, Unión Europea y economías desarrolladas de otras latitudes tendrá serias chances de constituirse en la Irlanda de Sudamérica. En términos de atracción de inversiones, centro financiero, y éxito económico y social con crecimiento del PIB per cápita histórico y exponencial.

Argentina necesita imperiosamente abrir el comercio, recibir inversiones y llevar sus productos al mundo como condición necesaria para reducir los niveles intolerables de pobreza.

Buena parte de nuestro fracaso económico y social se explica en el rechazo al mundo. Y si abrirse a la competencia es de valientes, cerrarse al planeta es de cobardes.