Diego Piccardo
Analista Económico en Libertad y Progreso.
A24 – El único objetivo del gobierno es ganar las elecciones de noviembre. El resto parece que no entra en la agenda ya que puede solucionarse una vez que pasen los comicios. La vieja receta del kirchnerismo de los años electorales es subir artificialmente los ingresos reales de las familias, para que esa sensación de mayor bienestar los induzca a votarlos.
La artillería pesada en términos de gasto público se empezó a ver a partir de junio. Antes, el ministro Guzmán venía ajustando silenciosamente a los jubilados y a los empleados públicos, incrementando sus ingresos por debajo de la inflación. Así, se llegó a mayo con un déficit primario de apenas 0,15% del PBI que subió al 0,5% del PBI en el sexto mes del año. De esta manera, a partir de junio, la “austeridad fiscal” quedó en el olvido y la ecuación cambió por completo. Perder unos puntos en las elecciones por ser fiscalmente responsables no es algo que se permita en un gobierno kirchnerista. De esta manera, se empiezan a ver proyectos de expansión fiscal como incrementos de subsidios al gas para zonas frías (que se suma al incremento natural de subsidios por no aumentar las tarifas), bonos a los jubilados de $5.000, y el incremento de obra pública, especialmente en el conurbano, entre otras medidas.
La ecuación del dólar
Nada nuevo en un año electoral. Sin embargo, es importante ver lo que puede llegar a suceder en el mercado cambiario. Para empezar, el gobierno tiene que buscar la manera de financiar esa expansión del gasto. Deuda internacional, imposible, solo basta con ver el riesgo país en 1600 puntos. ¿Deuda en el mercado local? Esta es una opción que viene utilizando el gobierno mediante licitaciones y viene teniendo bastante éxito. En lo que va del año acumula $403.700 millones de financiamiento neto, es decir, que no solo refinanció la deuda que vencía, sino que pudo levantar mediante bonos en pesos un monto no menor que le permite financiar parte del déficit. La cuestión es que el segundo semestre se presenta desafiante en términos de vencimientos. Solamente entre julio y septiembre vencen $1.185.780 millones (aunque $216.312 millones que vencen en julio ya fueron canjeados). La Secretaría de Finanzas podría descorchar si logra refinanciar ese monto a pesar de no sumar más financiamiento neto. En los últimos tres meses del año, la carga de vencimientos es menor: $600.690 millones. El punto al que se quiere llegar es que esta fuente de financiamiento va a estar limitada en el segundo semestre por los fuertes vencimientos venideros.
El hecho de que el gobierno ponga plata del Banco Central en el bolsillo de la gente generará tensiones en el mercado cambiario.
Así es como la asistencia del BCRA, mediante Adelantos Transitorios y Transferencias de Utilidades, se vuelve la herramienta principal para financiar el déficit fiscal electoral. Si bien es posible que no toda la asistencia se transforme en emisión, ya que el BCRA puede financiar las transferencias vía deuda remunerada (Leliqs), el hecho de que el gobierno luego ponga esa plata en el bolsillo de la gente generará tensiones cambiarias. Las familias que reciban esos pesos enfrentan una realidad colmada de incertidumbre. Elecciones, una recuperación económica débil y una inflación del 50,2% anual hacen que cualquier ingreso transitorio que recibe lo destine al ahorro. Así, los pesos que el gobierno ponga en la calle pasarán rápidamente a dolarizarse haciendo que los dólares libres suban de precio, reflejando así la depreciación del peso.
Además, se suma la menor oferta de dólares por parte del campo. Si bien el BCRA aprovechó a comprar divisas en el período de mayor liquidación, no son para nada suficientes para controlar el dólar en caso de que se descontrole la cotización. La herramienta del BCRA en caso de tensiones cambiarias es darle una vuelta más al torniquete cambiario. La última vuelta fueron las nuevas regulaciones al mercado del dólar CCL. La próxima vuelta será ¿restricciones a la importación? ¿Más regulaciones al mercado del dólar financiero?
Las medidas para calmar al dólar (o intentar hacerlo) son dañinas para la economía. No dejar que empresas argentinas importen insumos para producir bienes y servicios hace que no puedan producir o compren dichos insumos a un precio mayor y/o peor calidad, incrementando los costos de producción. Impedir que salgan dólares restringe también la entrada de dólares, ya que nadie va a poner un dólar en una economía que no te deja sacarlo. Así, la inversión cae, y seguimos siendo un país que no crea empleo privado. Manejar la economía mirando constantemente la agenda electoral no nos va a sacar de la crisis permanente que vive nuestro país.