Vuelve el colectivismo en la cabeza de la Iglesia

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

LA PRENSA – Originalmente hubo un problema serio en la Iglesia: la versión de Santiago el Mayor estaba colocándola al borde de la liquidación terrenal si no fuera por la vigorosa reacción de San Pablo. Así se lee por un lado, el mensaje central de Santiago: “Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotro”. (Epístola de Santiago, 5: 1).

También en Epístola de Santiago (2: 5-6): “Escuchen, hermanos muy queridos, ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que aman? Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que oprimen a ustedes y los hacen comparecer ante los tribunales?”. 

Más aun, la línea de Santiago expone la receta en cuanto a que “todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno” (Los Hechos de los Apóstoles, 2:44/45). 

Esto en la ciencia moderna se denomina “la tragedia de los comunes”, es decir, lo que es de todos no es de nadie y los incentivos operan en dirección a la debacle. Y esto es precisamente lo que ocurrió en la iglesia primitiva paupérrima y como una carga insoportable para la Iglesia madre, de allí el mensaje contundente de Pablo de Tarso que afortunadamente predominó en cuanto a que “día y noche con fatiga y cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de vosotros (…) Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven desconcertados, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A estos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan” (Segunda Epístola a los Tesalonicences, 3: 8/10, 11 y 12).

Sin la pretensión de una recopilación exhaustiva, a titulo de ejemplo a continuación hemos seleccionado pasajes de la tendencia inaugurada por Pablo que fue la que, como queda dicho, predominó al efecto de rescatar el espíritu cristiano, especialmente a partir de Constantino, aunque la Iglesia posconciliar a partir de Medellín, Puebla, el tercermundismo, los desvíos de la llamada teología de la liberación y más notoriamente a partir de Francisco ha vuelto en gran medida a la línea de Santiago que acabamos de resumir. 

CONTRACORRIENTE

A contracorriente de estos desvíos que vuelven a asomar con fuerza y en concordancia con los Mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos que hacen referencia a la trascendencia de la propiedad privada, en Deuteronomio (viii-18) “acuérdate que Yahveh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (v-3). 

“Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos””, fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “Fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento”, y que la “clara fórmula de Mateo -bienaventurados los pobres de espíritu- da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos x, 24-25) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24) y en la parábola del viñatero se concluye: “¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero?” (Mateo, xx: 15).

En cuanto a los textos papales, aunque en no pocas ocasiones ambivalentes y contradictorios es de interés destacar a León XIII en Rerum Novarum en el siguiente pasaje: “Quede, pues, sentado que cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo que principalmente, y como fundamento de todo se ha de tener es esto: que se ha de guardar intacta la propiedad privada. Sea, pues, el primer principio y como base de todo que no hay más remedio que acomodarse a la condición humana; que en la sociedad civil no pueden todos ser iguales, los altos y los bajos. Afánense en verdad, los socialistas; pero vano es este afán, y contra la naturaleza misma de las cosas. Porque ha puesto en los hombres la naturaleza misma grandísimas y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud ni la fuerza; y a la necesaria desigualdad de estas cosas le sigue espontáneamente la desigualdad en la fortuna, lo cual es por cierto conveniente a la utilidad, así de los particulares como de la comunidad; porque necesitan para su gobierno la vida común de facultades diversas y oficios diversos; y lo que a ejercitar otros oficios diversos principalmente mueve a los hombres, es la diversidad de la fortuna de cada uno”.
 
SOCIALISMO RELIGIOSO

Por su parte Pio XI ha señalado en Quadragesimo Anno : “Socialismo religioso y socialismo cristiano son términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero”. Y Juan Pablo II -el Papa de los pedidos de perdones por mayúsculas barrabasadas oficiales en la Iglesia y el formidable ecumenismo- ha puesto de manifiesto en Centesimus Annus: “Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados adecuadamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente (…) Si por capitalismo se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva”.

Respecto al Papa Francisco, sin perjuicio de sus alabanzas a sacerdotes tercermundistas y sus reiteradas declaraciones en Cuba, Bolivia, Paraguay, Chile y en el Vaticano sobre lo males del capitalismo y las virtudes del intervencionismo de los aparatos estatales en las vidas y haciendas del prójimo, a título de ilustración decimos que en el segundo capítulo de Evangelii Gaudium se lee que la economía abierta “mata” y donde “todo entra dentro del juego de la competitividad”, y “como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas sin trabajo, sin horizontes, sin salida”. También ha dicho que “el dinero es el estiércol del diablo” sin hacer referencia al reiteradamente corrupto banco en su jurisdicción que de modo insolente se lo ha denominado el banco de Dios, ni a las abundantes riquezas del Vaticano. 

En verdad, las reflexiones del Papa resultan sorprendentes. En primer lugar y antes que nada, debe precisarse que el mundo está muy lejos de vivir sistemas de competencia y mercados abiertos sino que en menor o mayor medida ha adoptado las recetas del estatismo más extremo en cuyo contexto el Leviatán es cada vez más adiposo y cada vez atropella con mayor vehemencia los derechos de las personas a través de múltiples regulaciones absurdas, gastos y deudas públicas colosales, impuestos insoportables e interferencias gubernamentales cada vez más agresivas, todo lo cual no es siquiera mencionado por el Papa en su documento.

Si no somos racistas y nos damos cuenta que las causas no residen en el clima imperante ni en los recursos naturales (recordemos que Africa es el continente que exhibe la mayor dosis y que Japón es un cascote donde solo el veinte por ciento es habitable), podremos concluir que dichas tasas permiten incrementar salarios e ingresos en términos reales.

En resumen, los valores y principios de una sociedad abierta no matan, lo que aniquila es el estatismo de hace ya mucho tiempo. En este sentido, estimo de una peligrosidad inusual el consejo papal basado en una cita de San Juan Crisóstomo cuando escribe en el documento referido: “Aanimo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos”. San Juan Crisóstomo el antisemita rabioso que con el título de Adversus Judaeos escribió que los judíos “son bestias salvajes”, que son “el domicilio del demonio” y que “las sinagogas son depósitos del mal” para quienes “no hay indulgencia ni perdón”.

PENSAR COMO COMUNISTAS

Cuando le preguntaron al Papa Francisco si es comunista respondió que “son los comunistas los que piensan como los cristianos” (La Reppublica, noviembre 11 de 2016), lo cual subraya una vez más su simpatía original por el colectivismo impregnado de muy joven por la marxista doctora Esther Balestrino y luego por Monseñor Enrique Angelelli que celebraba misa bajo la insignia de los terroristas Montoneros. Es sumamente curioso que por un lado se condena la pobreza y, por otro, se hace alarde de pobrismo, con lo cual -como expresé mucho antes de este papado, cuando pronuncié el discurso inaugural en el congreso del Celam en Tegucigalpa, el 30 de junio de 1998 invitado por Monseñor Cristian Trecht Bañados- la Iglesia debería rechazar la mismísima caridad puesto que mitiga la pobreza del receptor y también dedicarse solo a los ricos pues los pobres ya estarían salvados.
Este lamentable derrumbe no es aceptado por los fanáticos de siempre que se niegan a ver una de los muy pocos temas con los que puede concordarse con el Papa actual y es su repetida manifestación en cuanto a que “los cortesanos son la lepra de la Iglesia”. Afortunadamente hay obispos, sacerdotes y laicos que perciben este problema grave, es de esperar que se esté a tiempo de revertir la situación para no caer en lo que advertía el sacerdote polaco -doctor en teología, doctor en derecho y doctor en sociología- Miguel Poradowski en su libro El marxismo en la Iglesia: “No todos se dan cuenta hasta donde llega hoy día la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia (…) tarde o temprano vamos a encontrarnos con una Iglesia ya marxistizada, es decir en una anti-Iglesia”