En el acuerdo con China por la nueva Ruta de la Seda, la mayor amenaza es la política argentina

TNPor Eugenio Mari – Jefe de economía de LyP – Luego de mucho suspenso, la Cancillería argentina dio a conocer el memorándum que formaliza la adhesión de nuestro país a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda. Por un lado, nos abre la posibilidad de conseguir financiamiento chino para desarrollar proyectos de infraestructura. Al mismo tiempo, nos desafía a profundizar nuestra cooperación con la segunda mayor potencia mundial, algo que en el pasado no ha estado exento de polémicas (incluyendo la instalación de bases militares, inicio y paralización de obras de infraestructura, y escándalos de corrupción). Todo en el marco de una profunda debilidad económica.

Empecemos por decir que es (y por consiguiente que no es) esta iniciativa. En 2013, China lanzó el mayor programa de infraestructura y desarrollo de telecomunicaciones a nivel internacional desde el Plan Marshall de 1948. Esencialmente, la iniciativa permite acceder a financiamiento preferencial chino para llevar adelante inversiones que sean de interés mutuo. Estas incluyen ferrocarriles, puertos, rutas, energía y telecomunicaciones, entre otras.

Según lo informado por la Cancillería, Argentina accedería a unos US$ 23.700 millones. Lo que se utilizaría para varias obras que siguen pendientes, como el acueducto del norte, el desarrollo de parques eólicos e infraestructura vial. Los proyectos más importantes que se destrabarían son las represas en Santa Cruz, cuyo financiamiento fue suspendido hace unos años. Y también se reabriría la posibilidad de construir una nueva central nuclear en el país.

La adhesión de Argentina no es algo extraordinario. Es más, nuestro país, en cierta medida, está llegando tarde a esta iniciativa, que fue lanzada en 2013. Desde ese año, ya se sumaron otros 20 países de América Latina y el Caribe, incluyendo Chile, Uruguay, Perú y Bolivia. Llevando el total de firmantes a nivel mundial a 145, excluyendo a Estados Unidos y un puñado de sus aliados más cercanos, pero también incorporando a economías como Corea del Sur, Italia y Portugal. En otras palabras, la rivalidad entre Estados Unidos y China no ha evitado que los países cooperen donde tienen intereses comunes.

El presidente Alberto Fernández acordó el ingreso de la Argentina a la ruta de la seda china durante su visita a Beijing en febrero de 2022. (FOTO: Presidencia, Esteban Collazo/AFP)
El presidente Alberto Fernández acordó el ingreso de la Argentina a la ruta de la seda china durante su visita a Beijing en febrero de 2022. (FOTO: Presidencia, Esteban Collazo/AFP)Por: AFP

El “financiamiento” es más deuda

Sin embargo, algo para alertar es que cuando hablamos de financiamiento chino estamos hablando de tomar deuda. Probablemente será a una tasa y con condiciones preferenciales, pero no por eso dejará de exigir un repago. Sobre estas cuestiones no hay mayores detalles, pero vale la pena preguntarse si Argentina está en condiciones de lanzar un ambicioso plan de infraestructura financiado con deuda externa cuando el Estado argentino se encuentra prácticamente quebrado.

Por otro lado, la adhesión a la Nueva Ruta de la Seda, en cierta medida, enlaza con el Acuerdo con el FMI. En este último se hace una mención al fortalecimiento de la posición argentina mediante el financiamiento bilateral. Aquí es donde entra a jugar el gigante asiático. El memorándum incluye un apartado donde menciona explícitamente la posibilidad de fortalecer el swap de monedas que tenemos vigente y la transferencia de Derechos Especiales de Giro (DEGs). Ambas medidas, podrían utilizarse para aumentar el nivel de reservas internacionales del Banco Central.

Hasta aquí parecen todas buenas noticias. Se nos abren oportunidades. Pero (y estamos hablando de un gran pero) la mayor amenaza es la propia política argentina. En varios países que se unieron a la Nueva Ruta de la Seda, los proyectos que se lanzaron han sido criticados por favorecer un desarrollo asimétrico de las partes (favoreciendo a China), no cumplir con estándares mínimos de calidad laboral e incluso vulnerar la seguridad de los países. Esto sin contar la corrupción.

Mientras la cosmovisión que guía nuestra política sea cortoplacista y esté sesgada únicamente por las necesidades de financiamiento, hay pocas razones para pensar que estos escándalos no se repetirán en estas playas. Pero esto no es exclusivo del acuerdo con China; más bien aplica al relacionamiento de Argentina con el resto del mundo en general. La primera barrera para aprovechar las oportunidades que nos ofrece el mundo es de la propia Argentina.