Lautaro Moschet
Economista de la Universidad Torcuato Di Tella
ÁMBITO FINANCIERO – En estas últimas semanas se ha convalidado una caída fenomenal en el valor de las reservas netas de Banco Central (BCRA), que no han quedado al margen de la dinámica caótica que hemos vivido en el país. La desconfianza que se generó desde la salida del Martín Guzmán provocó una corrida cambiaria, salida de depósitos y una notable intervención de la entidad conducida por Miguel Ángel Pesce para mantener la estabilidad en el tipo de cambio oficial.
Desde principios de julio hasta la actualidad se han perdido más de US$5.500 millones. Gran parte de esto se explica por el pago a Organismos internacionales por US$2.495 millones y la intervención en el mercado cambiario por alrededor de US$2.100 millones. Además, hubo otras operaciones del sector público que generaron salidas de divisas por casi US$1.000 millones. Como resultado, el stock de reservas netas ronda los US$1.200 millones.
Ahora bien, no hay que olvidar que el programa con el FMI incluye la meta de acumulación de reservas netas. En la revisión previa a la finalización del segundo trimestre se estableció que, al término del mes de septiembre, el Banco Central deberá haber acumulado US$4.100 millones. Sin embargo, se puede ver que, en este aspecto, vamos en sentido contrario. Desde el 1° de enero se han perdido cerca de US$950 millones. También es cierto que días previos a la finalización del tercer trimestre habrá un nuevo desembolso por US$4.180 millones que dejarán a la posición de la entidad monetaria mucho más cerca del objetivo, aunque de igual manera, deberán esforzarse por conseguir la diferencia y evitar que siga la sangría de dólares.
Bajo este contexto, desde el Ministerio de Economía se anunciaron una serie de medidas para fortalecer las reservas del Central. En el corto plazo, se busca estimular la liquidación de divisas proveniente de las exportaciones. Para ello se aprobó la emisión de una Letra en dólares con el objetivo de que los exportadores puedan utilizar este instrumento para hacerse de una ganancia, a cambio de la liquidación de divisas obtenidas por la prefinanciación de manera anticipada. De esta manera, el Banco Central podría engrosar sus reservas de manera mucho más rápida, pero no hay que olvidarse que no están aumentando las exportaciones, sino adelantando el pago de las mismas. En consecuencia, los dólares que entren ahora serán menos dólares para después. Dicho en otros términos, es ganar un poco más de aire sin resolver el problema de fondo.
Si bien esta medida puede generar un ingreso marginal de divisas, lo cierto es que no estimula de ninguna manera a que los productores quieran exportar. El verdadero problema es algo mucho más simple de identificar, dado que radica en la brecha cambiaria y los derechos de exportación. El exportador liquida sus dólares a $134 pesos y cuando quiere recomprar en el mercado financiero lo hace a más del doble del valor. Pero la situación es aún peor si tenemos en cuenta los derechos de exportación, que en muchos casos se ubican por encima del 30%. Con esto, está claro que el verdadero sesgo antiexportador lo pone el propio gobierno, con su política cambiaria e impositiva.
La gravedad del asunto toma mayor relevancia si miramos los excelentes términos de intercambio que atraviesa Argentina en estos momentos y que lentamente se van disipando. Se está desaprovechando una oportunidad que no se volverá a repetir en un futuro cercano, dada la menor liquidez que afrontará el mundo.
Con todo esto sobre la mesa, resulta necesario preguntarse por qué el Banco Central sigue dispuesto a defender un tipo de cambio artificialmente por debajo del valor de mercado, cuando lo único que está logrando es continuar con la pérdida de reservas y generando un desincentivo a las exportaciones. La respuesta oficial viene por el lado de que soltar el tipo de cambio generaría mayores presiones sobre los precios. Pero el diagnóstico en ese caso también es equivocado, ya que se la inflación se determina en el mercado de pesos y no en el de dólares.
Por lo tanto, el salto en el tipo de cambio podrá generar un aumento en el precio de los bienes transables por única vez, pero la dinámica de la inflación seguirá siendo marcada por el exceso de oferta monetaria en una economía que repele a los pesos. En consecuencia, sostener la actual política económica no genera ningún beneficio, aunque sí provoca distorsiones que desfavorecen la entrada de dólares.