Todos los caminos conducen a hiperinflación y devaluación

MARCELO BONELLI El gobierno insiste en aplicar recetas equivocadas a su lucha contra la inflación mientras la suba de precios, combinada con una creciente presión tributaria sobre los sectores de ingresos medios, sigue haciendo estragos en el bolsillo de la sociedad.

Desde el Palacio de Hacienda sólo se escuchan meras expresiones de deseo ante semejante desorden fiscal, administrativo y financiero con que se mueve la gestión de Sergio Massa.

El aumento del 6,3% en el costo de vida de octubre, una ficción estadística que le permite al gobierno ocultar la feroz incidencia que tienen los servicios en la ponderación del índice de precios, no hace más que rubricar la impotencia de Massa y su equipo para frenar la inflación.

El problema de la inflación sigue reposando en el exceso de liquidez y la aguda caída en la demanda de dinero. Con un Banco Central impotente para absorber la liquidez pasada -del plan Platita, la presente -de los millones de planes sociales que entre otras cosas terminaron en la compra de dólares blue-, y la futura -correspondiente al año electoral-, la Argentina marcha inexorablemente hacia un escenario de espiralización de la inflación con una corrección cambiaria que puede alcanzar proporciones importantes.

Un flamante trabajo de la Fundación Libertad y Progreso (FLyP) mostró que “en octubre la base monetaria rotó cada 5,8 días y la velocidad de rotación de la Base Monetaria y del M1 están en los mayores niveles de toda la Administración Fernández, lo que se refleja en la pérdida acelerada del valor real del peso”.

La FlyP enfatiza que “la velocidad de circulación de la BM se aceleró 55% en 28 meses, reflejando la mayor caída en la demanda de dinero desde las PASO de 2019.

El informe continúa subrayando que “este mismo resultado se verifica al calcular la velocidad de circulación del M1, para el cual la velocidad de circulación cayó de 14,9 días en el II trimestre de 2020, hasta 8,8 días en octubre de 2022. En comparación, para el promedio 1987-1990 la velocidad de circulación del M1 era de 7,5 días. Mientras que, previo a la hiperinflación de 1989, la rotación se daba cada 4,7 días”.

La FLyP destaca que “el índice de velocidad de circulación, calculado a partir de la teoría cuantitativa del dinero, es la inversa de la demanda del dinero. Este índice, que depende de la masa monetaria existente, el ingreso de los argentinos y los movimientos en el nivel de precios, refleja cuál es el deseo de los argentinos por demandar dinero nacional. A mayor velocidad de circulación, menor demanda de dinero, y viceversa”.

En términos más llanos, cada vez que la velocidad de circulación del dinero esté subiendo implica que las personas huyen cada vez más rápido del peso.

Al igual que los excesos de emisión de moneda, la caída de su demanda, también, genera una baja del valor de la misma. Por eso, quien venda algo exigirá que le entreguen más pesos, cuando más baje su poder adquisitivo; lo que llamamos inflación.

Eugenio Marí, economista jefe de la FLyP dice “como bien mencionó el Viceministro de Economía, los desequilibrios macroeconómicos argentinos hacen que el país coquetee con la hiperinflación. Para evitar este desenlace y que la Argentina empiece a crecer es necesario una combinación de medidas fiscales, monetarias y productivas que simultáneamente devuelvan la sostenibilidad fiscal, bajen la inflación y devuelvan los incentivos a la inversión y la producción en el sector privado”.

Aldo Abram, director de la Fundación, comentó que “la aceleración de la inflación, que pasó a 7%, o más, mensual se debió a los excesos de emisión. Pasamos de un desplome de la demanda de pesos a una moderación de la misma por la menor incertidumbre que trajo el ingreso al gobierno del Ministro Massa y como resultado a algunas medidas que tomó. Es importante que el ministro logre pronto un shock de confianza; ya que la credibilidad en su gestión está empezando a debilitarse y, con ella, la demanda de nuestra moneda”.