Milagro en Casavalle, Montevideo: ¿por qué no en la Villa 31 o en la 1-11-14?

Edgardo Zablotsky

Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.

LA NACIÓN Hace pocos días una nota de LA NACION centró su interés en la inauguración de una escuela primaria, Impulso, en unos de los barrios más pobres de Montevideo, Casavalle. Del acto participaron el presidente del Uruguay, Luis Lacalle Pou; el ministro de Educación y Cultura, Pablo Da Silveira y Marcos

Galperin, CEO y fundador de Mercado Libre, quien financió la obra y se hizo de cargo de los gastos operativos de su funcionamiento, al menos por los próximos 10 años.

En el acto, Marcos Galperín comenzó explicando: “todo empezó en una noche de 2020, cuando la pandemia nos permitió juntarnos, en una comida en la que el (presidente de la Fundación Impulso) y su equipo estaban llevando a cabo en Casavalle”. Y agregó: “nos entusiasmamos muchísimo con el proyecto”,

destacando la posibilidad de brindar de forma gratuita educación de calidad. “Este ambiente de educación inclusivo, laico, riguroso, abarcativo y con la intención de estar siempre adaptada al mundo moderno es un paso fundamental para lograr el progreso y la inclusión de personas que nacen con menos oportunidades”.

Esta noticia no es sino la punta del iceberg de un fenómeno de mucha mayor relevancia, el denominado “milagro de Casavalle”, donde liceos (escuelas secundarias), de gestión privada y gratuitas funcionan exitosamente hace más de una década obteniendo excelentes resultados académicos gracias a la legislación que en el país hermano facilita su financiamiento.

Desde 2014 he propuesto en múltiples columnas la conveniencia de replicar dicha legislación en nuestro país, con lo cual les otorgaríamos la posibilidad de una vida mejor a muchos de nuestros niños y jóvenes que menos tienen y más necesitan.

Veamos, a modo de ilustración, el caso de las dos primeras de dichas escuelas: el liceo Jubilar Juan Pablo II y justamente el liceo Impulso.

Desde sus inicios, el objetivo de ambos liceos ha sido eliminar la brecha de aprendizaje de alumnos provenientes de un barrio extremadamente pobre, creando las condiciones que les permitan estudiar e insertarse en la sociedad.

La historia del liceo Jubilar es más conocida, pues el domingo 17 de marzo de 2013 el papa Francisco elogió a su fundador, el sacerdote jesuita Gonzalo Aemilius. “Quiero agradecerle su trabajo”, dijo Francisco abrazando al sacerdote frente al altar de la repleta Iglesia de Santa Ana, y agregó: “Quiero hacerles conocer un sacerdote que ha venido de lejos. Que desde hace mucho tiempo trabaja con los niños de la calle, con los drogadictos. Para ellos ha hecho una escuela, ha hecho tantas cosas para hacer conocer a Jesús. Todos estos niños de la calle hoy trabajan, con estudio, y tienen capacidad de trabajo”.

El Liceo se financia con recursos provenientes de empresas y personas que apadrinan el proyecto. El diario El País de Montevideo señaló que “uno de sus primeros aportantes fue el papa Francisco, cuando era cardenal y arzobispo de Buenos Aires”.

A modo de anécdota, el 13 de junio de 2013, aún el por entonces presidente de Uruguay, José Mujica, defendió el proyecto, al afirmar: “a mí me dicen una y otra vez que el liceo Jubilar es una cosa bárbara y yo también lo veo así”.

En agosto de 2017, Ana Balsa, investigadora de la Universidad de Montevideo, describió en una entrevista los resultados de un trabajo que comenzó en 2009 en el liceo Jubilar, tomándose como grupo de comparación a los jóvenes que no salieron sorteados para ingresar a escuela, dado el exceso de demanda: “La repetición cae a lo largo de toda la educación media. En primer año la repetición es diez veces mayor para los que no salieron sorteados que para los que van a estos liceos, 20% versus 2%”. Respecto al egreso, señaló que “la asistencia a liceos como Jubilar aumenta la probabilidad de graduarse. La tasa de graduación alcanza el 30%, casi cuatro veces superior a la de los no sorteados, que es de 8%”.

Veamos ahora el caso del liceo Impulso.

La Fundación Impulso nació en 2012 conformada por un grupo de cinco amigos (entre ellos, el actual ministro de Educación y Cultura, Pablo Da Silveira y el excandidato presidencial y ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Talvi) con el fin de crear una escuela secundaria laica, gratuita y de gestión privada, en el barrio de Casavalle, con la convicción que era posible eliminar la brecha de aprendizaje entre sus alumnos y los de las mejores escuelas públicas y privadas del país. Con el paso de los años la evidencia habría de demostrar con creces lo correcto de dicha convicción.

En setiembre de 2012 el liceo Impulso realizó su primera convocatoria a los alumnos próximos a graduarse de las más de 25 escuelas primarias del barrio de Casavalle. La recepción fue notable, de una población potencial de 1200 niños se preinscribieron 377. La mayoría tenía problemas en lectura y escritura, y desconocían muchas operaciones matemáticas. El 85% de los ingresantes era incapaz de aplicar las tablas. Los 100 cupos fueron asignados por sorteo ante escribano público, no hubo prueba previa alguna.

En diciembre de 2014, en su mensaje para Navidad, el arzobispo de Montevideo,

privada “demuestran que si se quiere se puede” y resaltó que “multiplicando los Jubilares en Uruguay se estaría dando una respuesta educativa seria, responsable, que permitirá que los jóvenes se desarrollen en la educación”.

Es más, en abril de 2015 el cardenal salió al cruce de las declaraciones del sindicato docente contra este tipo de liceos, señalando que “si ponemos al chico en el centro hay que apoyarlo. Sea público o privado, no importa. Lo que importa es salvar a los chicos concretos porque si no caen en lo que ya sabemos, la deserción escolar y, por tanto, lo que eso trae aparejado: la droga, la esquina, la cerveza”.

¿Por qué no considerar para nuestro país una ley de beneficios fiscales similar a la que existe en Uruguay, la cual permite el financiamiento de esta clase de establecimientos? Veamos el artículo 78 de la Ley 18.083/2006 y su modificación, el artículo 269 de la Ley 18.834/2011 (sintetizado): “Las donaciones que las empresas contribuyentes del Impuesto a las Rentas e Impuesto al Patrimonio realicen a las entidades que se indican en el artículo siguiente (ej. instituciones privadas cuyo objeto sea la educación primaria o secundaria que atiendan a las poblaciones más carenciadas) gozarán del siguiente beneficio: el 75% de las sumas se imputará como pago a cuenta de los tributos mencionados. El 25% restante podrá ser imputado a los efectos fiscales como gasto de la empresa. Las entidades que reciban subsidios del Presupuesto Nacional deberán optar entre percibir el subsidio o ampararse en el beneficio previsto en la presente norma”.

Alumnos de la escuela Impulso, con el presidente Lacalle Pou

Es decir que, por cada 100 pesos que donan, las empresas perciben un costo real de 18,75, dado que el 75% lo pueden aplicar directamente a impuestos y el otro 25% es un gasto deducible de la base del impuesto.

Los liceos Jubilar e Impulso son un claro ejemplo de un modelo que ha crecido en Uruguay y demuestra la posibilidad de alcanzar excelentes resultados educativos en medio de la pobreza más extrema.

Es hora de instrumentar incentivos fiscales similares a los del país vecino.

Generar las condiciones adecuadas para el funcionamiento de esta clase de escuelas incrementaría las oportunidades de los niños de familias desfavorecidas

Milagro en Casavalle, ¿por qué no en la Villa 31 o en la 1-11-14? Tan sólo depende de la voluntad de nuestros legisladores. Sería útil al emitir nuestro sufragio conocer quiénes de nuestros nuevos potenciales representantes se opondrían a una legislación que otorgue a los niños y jóvenes que menos tienen y más necesitan la oportunidad de acceder a un futuro mejor.

Rector de la Universidad del CEMA y Miembro de la Academia Nacional de Educación

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