La Peligrosa Indiferencia en el Voto

“El precio de no involucrarse en política es ser gobernado por los peores”

¿Se puede ser indiferente entre Milei y Massa?

Sin juzgar la motivación detrás de cada voto, y sin tomar un rol de inquisidor ni “catador” de votos, creo que como ciudadanos tenemos el deber moral de tomar partido y elegir.

Lamentablemente, Argentina se encuentra en una situación alarmante a efectos de pretender que la elección entre candidatos no se encuentre previamente condicionada, siendo que cerca del 60% de la población recibe ingresos de forma regular por parte del sector privado formal, vía el gobernante de turno. La clase política tiene así grandes incentivos a conservar sus políticas clientelistas.

Está claro que en Argentina el sistema de incentivos se encuentra completamente pervertido. En una Argentina muy lejana (tristemente) se deberá repensar el esquema electoral, y considerar seriamente que aquellos beneficiarios de planes sociales no puedan ejercer su derecho a voto. De esta manera se alinearían los incentivos de la clase política, de los beneficiarios sociales, y del sector privado que financia tales planes. La clase política dejaría de tener un instrumento de manipulación perverso sobre los más necesitados, y si quisiera captar votos deberá ser atractiva para el sector privado en lugar de serlo para los primeros. Está claro que la asistencia social con fines clientelistas se reduciría drásticamente, porque si algo ha dejado en evidencia el populismo peronista/kirchnerista es que su estima por aquellos en situación de pobreza es nula, son meros instrumentos de perpetuación en el poder.

Dicho esto, si bien entonces lamentablemente hay quienes ni siquiera tienen la libertad de elegir, siendo que se encuentran presos de la demagogia populista y cuyo voto está cautivo o condicionado, hay otra gran proporción de la ciudadanía que sí está en condiciones de elaborar un juicio de valor respecto de un candidato u otro. Y como son alternativas mutuamente excluyentes, y opuestas, no se puede ser indiferente.

Aquel que considere que canaliza su rechazo a la política no participando de la elección entre dos candidatos, está claro que sí participa, tanto por su acción como por su intención. Votar en blanco o no votar es una acción deliberada con intenciones políticas. Implica evaluar a ambos candidatos y elegir una alternativa que no incluye a ninguno, con total libertad de hacerlo. Pero su voto afecta el resultado.

Como no se puede ser indiferente entre alternativas mutuamente excluyentes, el resultado final del escrutinio muy posiblemente satisfaga al votante en mayor o menor medida, a pesar de este no haber expresado alguna inclinación vía su voto. Entonces, si al final el resultado deja más o menos cómodo a quien no votó o votó en blanco, el votante no es indiferente. ¿Por qué entonces no se anticiparía a votar al “mal menor”? Al final simplemente está dejando su voto librado al “azar”, porque tanto su voto como su abstención al mismo sí afecta al resultado, resultado que también afecta en algún grado su satisfacción por el mismo.

Se podrá ser indiferente en cuanto a determinadas propuestas o atributos de cada candidato, pero todo individuo tiene una escala de valores, ordenada de distinta manera según precisamente sus valoraciones. Y en algún escalón la indiferencia se quiebra, sea por mayor afinidad política, económica, social o, sobre todo en Argentina, moral.

Un claro denominador común entre los países que han prosperado en términos sociales y económicos es la calidad de sus instituciones y el respeto a las libertades individuales.

En la cúspide de los países en donde se respeta la libertad de elegir de las personas se encuentran naciones como Suiza, Singapur, Irlanda, Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Nueva Zelanda, Australia, Alemania, Canadá, Estados Unidos, entre otros. Es decir, países a donde muchos de los argentinos trabajadores y en búsqueda del progreso deciden radicarse dispuestos a realizar trabajos poco calificados, pero aun así mejor remunerados que en su país de origen.

Las ideas que propone el candidato que defiende la libertad son, en su núcleo, las mismas que llevaron a estos países a crecer sostenidamente y a lograr sociedades prósperas, con indicadores sociales y económicos superadores, con mayor riqueza por habitante, mejores índices de desarrollo humano, de alfabetismo, de esperanza de vida, entre tantos otros. Las mismas sociedades que atraen extranjeros anhelando libertad y progreso. Estas ideas contienen un componente social de gran magnitud, con un gran efecto positivo sobre los más necesitados. Condujeron a las mencionadas civilizaciones a convertirse en modelos a seguir, que bajo la igualdad ante la ley y el respeto a la propiedad privada han transformado sociedades pobres en sociedades avanzadas, con altos grados de movilidad social.

Las instituciones son la condición sine qua non para el crecimiento económico. En esta línea, entre los factores más determinantes para el desarrollo económico y social de un país se encuentran esencialmente (i) la apertura económica, que implica la apertura comercial y la libre movilidad de capitales, (ii) el balance de las cuentas fiscales como resultante del nivel del gasto y la presión tributaria, (iii) la eficiencia regulatoria, que trae consigo flexibilidad laboral y facilidad para hacer negocios, y (iv) el estado de derecho, es decir, primordialmente el respeto a los derechos de propiedad y la seguridad jurídica. En otras palabras, la libertad económica.

Los habitantes de menores ingresos en países con alto grado de libertad económica son en promedio 10 veces más ricos que los habitantes de menores ingresos en países sin libertad económica. Los datos hablan por sí solos, y detrás de los datos hay personas que los componen.

Ahora bien, ¿se puede ser indiferente entre la libertad y la represión de la libertad?

Javier Milei propone, lisa y llanamente, acercarse en el mayor grado posible a las políticas públicas de naciones como Dinamarca, Noruega, Suiza, Irlanda, y los demás países arriba mencionados. El fundamento moral esencial detrás de sus motivaciones es respetar el proyecto de vida del prójimo, como tantas veces ha parafraseado aquel al referente liberal Alberto Benegas Lynch (h), es decir, respetar la libertad de elegir de cada individuo de qué manera proyectar su vida, con sus implicancias en el plano comercial, partiendo de la base de que ningún otro ser humano tiene la autoridad moral para cercenar sus libertades, extendiéndose tal premisa lógicamente a todo servidor (?) público, quien naturalmente se ve tentado a utilizar el aparato del estado y su monopolio de la fuerza para dirigir las voluntades ajenas atentando contra la libertad.

Sergio Massa, por su parte, ya se encuentra al mando del actual gobierno, por lo que más que evaluar sus propuestas, si las hubiera, habría que evaluar su función al mando. De nuevo, la realidad habla por sí misma. Vemos claros atropellos a los derechos de propiedad, con tasas impositivas que lideran el ranking mundial, con controles de precios y salarios, con restricciones al comercio y con centralización y posterior manipulación de la currícula educativa. Vemos un nivel de inflación que atenta contra todo tipo de actividad económica, legislaciones y regulaciones que atentan contra el trabajo, y niveles de endeudamiento por las nubes. Vemos una clara parcialidad y manipulación de la propaganda oficial. Vemos expresas intenciones de vincularse con gobiernos que han atentado sistemáticamente contra las libertades de las personas. Naturalizamos hechos escandalosos de corrupción al punto de no afectar la intención de voto. En fin, si tuviéramos que posicionar a Argentina entre sus pares en términos de aquellos factores mencionados que conducen al crecimiento económico y desarrollo social, la Argentina actual, conducida por Sergio Massa, se encuentra en posiciones similares a países como Ruanda, Uganda, Venezuela, Angola, Haití, Pakistán, entre otros. Es decir, las propuestas de política actuales nos han llevado a niveles de pobreza y precarización sin precedentes en nuestra historia que nos hacen comparables con países del tercer mundo.

Si consideramos únicamente los últimos 20 años, el kirchnerismo gobernó 16 años, es decir, el 80% de este período.

Argentina cuenta con récord de gasto público, récord de gasto en asistencia social, récord de planes sociales, récord de empleados públicos como % de empleados privados y, al mismo tiempo, récord de pobreza y de indigencia. Más alarmante aun es la composición etaria de la pobreza, ya que aproximadamente el 75% de la población joven se encuentra en tal condición, lo que refleja perspectivas futuras realmente poco alentadoras. Por otro lado, del sector privado productivo, aproximadamente el 40% se encuentra en la informalidad.

Se ha afirmado reiteradas veces que el candidato liberal es anti-sistema. Y afortundamente lo es, porque es el actual sistema el que condena a la Argentina al fracaso.

Lamentablemente, es cierto que en Argentina Javier Milei es anti-sistema. Lo cierto también es que, en el mundo desarrollado, el anti-sistema es Sergio Massa.

Cuando las personas son libres de elegir, eligen la libertad. Pero claro, antes deben ser libres de elegir.

¿Se puede ser indiferente entre la libertad y el autoritarismo?

*Por Facundo María Daireaux, Candidato a MS en Finanzas (UTDT)