La libertad salva vidas

Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.

ÁMBITO FINANCIERO  A lo largo de los últimos años he publicado varias notas resaltando las decisiones del gobierno de Suecia frente al Covid-19, las cuales se diferenciaron de las seguidas por la mayor parte de los países del mundo,

Veamos algunos titulares de entonces: por qué el modelo sueco de lucha contra la Covid-19 es un desastre (Time, octubre 2020); La historia interna de cómo Suecia falló en su respuesta al coronavirus (Foreign Policy, diciembre 2020); Suecia permaneció abierta y más personas murieron de Covid-19, pero la verdadera razón puede ser algo más oscuro (Forbes, 2020). Esto es sólo una muestra de las reacciones contra Suecia en 2020. Al optar por permitir que sus 10 millones de ciudadanos siguieran viviendo vidas relativamente normales, Suecia estaba, en palabras de The Guardian, llevando no sólo a los suecos sino al mundo entero “a la catástrofe”.

Es claro que estas predicciones nunca estuvieron cerca de materializarse. Como reporta una interesante nota del pasado 6 de marzo de la Foundation for Economic Education (FEE): para marzo de 2021era evidente que Suecia tenía una tasa de mortalidad más baja que muchas naciones europeas. Al año siguiente su tasa de mortalidad ya era una de las más bajas de Europa y en marzo de 2023 algunas estadísticas mostraban que Suecia tenía la tasa de exceso de mortalidad más baja de toda Europa. Para ese entonces, aún el New York Times admitió que el enfoque de laissez-faire de Suecia no era el desastre que muchos habían predicho.

Más aún, la nota publicada por FEE comparte un análisis estadístico basado en datos gubernamentales de todos los países europeos desde enero de 2020 hasta agosto de 2022, realizado por el economista danés Bjørn Lomborg, el cual concluye que Suecia tuvo la tasa de mortalidad estandarizada por edad más baja de toda Europa.

¿Cómo explicarlo? Como bien señala la nota, la historia muestra que las respuestas colectivas durante los pánicos tienden a no terminar bien, pues la gente quiere que alguien haga algo y no desea escuchar sobre consecuencias no deseadas de dichas políticas; ese fue el caldo de cultivo para las políticas llevadas a cabo por la mayor parte de los países, frente a la pandemia.

Por cierto, esta es la gran falacia que Henry Hazlitt advirtió hace décadas. Hazlitt, autor de Economics in One Lesson, señaló que “hay una tendencia persistente de los hombres a ver sólo los efectos inmediatos de una política dada y a descuidar la indagación de cuáles serán sus efectos a largo plazo”.

Los confinamientos no fueron científicos y demostraron ser ineficaces para frenar la propagación del Covid. Pero incluso si hubieran funcionado, tuvieron graves daños colaterales. A modo de ejemplos: las pruebas de detección del cáncer se desplomaron, el consumo de drogas aumentó, se perdió el aprendizaje y se disparó la pobreza mundial. La depresión y el desempleo se dispararon, las empresas quebraron… la lista sigue y sigue. Las consecuencias secundarias de los confinamientos causaron un daño irreparable a los seres humanos que se experimentará en las próximas décadas.

El principal experto en enfermedades infecciosas de Suecia, Anders Tegnell, fue una de las pocas personas que lo entendió; por ello Tegnell pudo evitar los efectos perniciosos de los confinamientos, una política que sedujo a tantos pseudo planificadores centrales. Hoy en día, muchas personas en Suecia están vivas gracias a su coraje.

Pero esta no fue la primera vez que Suecia no siguió al rebaño. Desde la década de 1970 el sistema escolar sueco había disminuido considerablemente en calidad. Sólo quienes podían hacer frente a las altas matrículas de las escuelas privadas, mientras a su vez pagaban los elevados impuestos característicos de Suecia, tenían la capacidad de proporcionar una educación de excelencia a sus hijos. El resto de la población debía concurrir a las escuelas públicas de sus municipios. Suena conocido, ¿verdad?

En virtud de ello, en 1992, Suecia llevó a cabo una reforma radical de su sistema educativo, a partir de la cual toda familia puede decidir libremente dónde educar a sus hijos, si en instituciones públicas o privadas (denominadas escuelas independientes), con o sin fines de lucro, y el Estado (a nivel Municipal) se limita a proporcionarles un voucher con el cual pagar por dicha educación.

Es claro que no existen las casualidades, uno de los pocos países del mundo que ha implementado un sistema educativo que privilegia la libertad, 30 años después decide, en soledad, no cercenar irrestrictamente las libertades para enfrentar la pandemia.

A riesgo de ser reiterativo, hoy en día, muchas personas en Suecia están vivas gracias a ello.