Luego del gran viraje, las reformas que vienen
CLARÍN Desde el inicio de la actual gestión de gobierno, Argentina ha realizado un viraje respecto a las políticas vigentes en la mayor parte de las últimas más ocho décadas. Falta mucho por hacer; pero nadie puede creer que tanta perseverancia en sostener un camino de empobrecimiento y de ir de crisis en crisis podía revertirse en menos de dos años.
Fue un gran avance que los argentinos empezáramos a entender que era falso que los gobiernos podían gastar permanentemente de más y no pasaba nada; mientras que si nosotros hacíamos lo mismo con nuestra familia o negocio quebrábamos. El Estado, también lo hace; pero el costo lo pagan los ciudadanos que tuvieron que sufrir las incontables crisis que causaron esas quiebras.
Ya sea porque se financiaban con deuda hasta llevarnos a nueve cesaciones de pago o, cuando nadie les quería prestar, saqueaban el Banco Central (BCRA), gestando alta inflación, debacles monetarias y cambiarias e, incluso, tres hiperinflaciones. La actual gestión ha conseguido ir recuperando la solvencia del Estado y la del BCRA; lo que permitirá que puedan cumplir con sus roles constitucionales. Por ejemplo, aspirar a tener un dígito de inflación anual en 2026.
Por otro lado, utilizando las escasas facultades delegadas por el Congreso y que le da la Constitución al Gobierno, se ha hecho un gran esfuerzo desregulador, para quitarle las ataduras absurdas que impedían o acotaban las posibilidades de progreso de los argentinos.
También, se avanzó en la reforma del Estado, para que pase a dedicarse a aquello que manda la Carta Magna y no a generarle beneficios indebidos a corporaciones políticas, gremiales, profesionales e intelectuales. Cierto, queda mucho por hacer.
Por ejemplo, una profundización de la legislación laboral, que está anquilosada y que desincentiva la creación de empleo en relación de dependencia. Un padre sabe que proteger a un hijo está bien; pero sobreprotegerlo está mal. En los países que prosperan entendieron que hay que proteger los derechos de los trabajadores; pero que, si se sobreprotege a quienes tienen un empleo, se excluye de tener uno al resto de los que quieren trabajar. Desde hace muchas décadas, esa es la historia argentina.
Por ejemplo, no tiene sentido que haya un convenio colectivo que rija obligatoriamente para todo el país; ya que las empresas de un sector no son todas iguales. Incluso, su situación puede variar mucho según donde estén ubicadas. Por ello, más allá que exista un convenio nacional, hay que permitir que las condiciones laborales se puedan negociar a distintos niveles, si así lo prefieren las partes, y que prime el que esté a un nivel más cercano al de los trabajadores que lo negociaron. Ellos y sus empleadores son los que más saben que es lo mejor para ambos.
Otra reforma que hay que realizar es la del régimen impositivo y la Coparticipación Federal. Lamentablemente, hay unos 45 impuestos nacionales que complican la vida de los contribuyentes y que hay que llevar, en un tiempo razonable, a no más de 10. Por otro lado, el régimen de Coparticipación les quita a los gobernadores el costo político de determinar y recaudar los impuestos que comprende, pero les deja el beneficio del gasto.
Esto incentiva que, sobre todo en las provincias chicas, se mal administren esos recursos. Así, lejos de ser una redistribución tributaria que les permita mejorar, ha terminado empobreciéndolas aún más. Nuestra propuesta es ir a un sistema donde las provincias recauden lo que gastan y haya un fondo que subsidie a las provincias pobres a las que se quiere ayudar a desarrollarse. Así, el costo político de recaudar más lo pagará quien quiera gastar más y se acercará la capacidad de reclamo mucho más a los residentes de cada provincia.
En el Congreso no dejan de “emparchar” el régimen previsional que, junto a los anteriores gobiernos, se encargaron de quebrar. Lo malo es que todo lo que se sigue sancionando sólo garantiza que los actuales y futuros jubilados cobrarán cada vez menos respecto de lo que les correspondería por sus aportes. Esa es la realidad hoy, hay que asumirla y ver cómo se maneja esta quiebra para que esos haberes sean los mejores posibles en el tiempo.
Hay proyectos presentados; pero la mayoría de los legisladores no quiere pagar el costo político de reformar el régimen de reparto. Prefieren continuar con la demagogia que sólo garantiza “pan para hoy, hambre para mañana” a los que aportaron.
La lista de reformas necesarias no se acaba acá e incluye temas que habrá que sumar a la discusión. Como la Salud, donde hemos desarrollado una propuesta muy buena. O la vital atención de la primera infancia y el necesario profundo cambio en la Educación, para abandonar el régimen actual que hipoteca el futuro de nuestros hijos. También, hay que continuar con las reforma y modernización de la Justicia, en Seguridad, en Defensa y mucho más.
Llevará tiempo; pero permitirá que los argentinos podamos tener cada vez más libertad y oportunidades de progreso para todos.
