Eliminar las listas sábana
CLARÍN Los resultados de la elección en la CABA confirmaron la consolidación de la nueva fuerza política —La Libertad Avanza— que tenderá a convertirse en hegemónica en la Ciudad de Buenos Aires cuando se complete la unificación con votantes y referentes que provienen tanto del PRO como de los microespacios colapsados. Esto ocurre en paralelo con el declive inevitable del PRO, que por primera vez desde su creación no ganó en ninguna de las 15 comunas porteñas, tras diez triunfos consecutivos.
Este ocaso no es aislado. El PRO absorbió a Recrear (liderado por Ricardo López Murphy) y a Unión por Todos (liderado por Patricia Bullrich), fagocitando en su ascenso al resto de la centroderecha. Esos espacios desaparecieron tras la fusión. Hoy, es probable que lo mismo le ocurra al PRO; porque los votantes no desaparecen, pero se reagrupan; perciben las estructuras partidarias como herramientas descartables y siguen a líderes potentes con rumbo claro.
Este desplazamiento hacia liderazgos personales no es culpa de Milei. Es consecuencia directa de un sistema electoral que alienta el personalismo y debilita la representación. El problema de fondo es el sistema de listas sábana, impuesto por decreto por el dictador Lanusse en 1973, aún vigente medio siglo después.
Nuestra Constitución, en su artículo 1°, establece que el gobierno es “representativo republicano federal”. Juan Bautista Alberdi omitió comas y conjunciones para subrayar que no son tres principios separados, sino un sistema único con componentes inseparables. Cuando se debilita la representación, se degrada también la república y el federalismo. No hay república sin representación auténtica. No hay federalismo si los legisladores responden a jefes partidarios y no a los ciudadanos.
Las listas sábana vacían la representación. El votante apenas conoce al primer nombre, mientras el resto de la lista se arma desde las cúpulas. El resultado: legislaturas dominadas por funcionarios obedientes, sin vínculo ni lealtad con los vecinos ni control ciudadano. El problema no son los nombres: es el sistema.
En este contexto, fue saludable que La Libertad Avanza no pactara con los microespacios del “chiquitaje político”, que durante años negociaron bancas sin votos ni ideas, sostenidos por redes clientelares y medios aliados. Su colapso no fue casual, sino el resultado de una decisión política acertada: no validar mercaderes de la rosca sin representatividad.
Para reemplazar las listas sábana, existen alternativas probadas. El sistema uninominal —usado en Reino Unido, en los Estados Unidos y antes en Argentina— conecta unívocamente a cada legislador con su distrito. El sistema binominal chileno permitía equilibrar las mayorías al incluir en cada distrito un representante de las minorías. El Voto Único Transferible, aplicado en Irlanda, parcialmente en Australia y en Malta, permite a los votantes ordenar preferencias, combinando proporcionalidad y cercanía. Este modelo podría adaptarse bien a la diversidad política argentina y fortalecer el sistema que soñó Alberdi.
Eliminar las listas sábana es el primer paso para restaurar el principio de representación y recuperar una república moderna, representativa y federal.
