Breve apunte sobre un par de aspectos de alguna prédica de la Iglesia Católica

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

PRENSA REPUBLICANA – Es frecuente que irrumpan aquí y allá interpretaciones erradas de aspectos cruciales del actuar del hombre por parte de ciertos representantes de la Iglesia. He escrito en reiteradas ocasiones sobre distintas facetas del asunto, pero ahora quiero centrar mi atención solo en dos puntos que estimo cruciales y agregar una breve nota a pie de página.

El primer punto trata de aquello de “negarse a si mismo” interpretado como una renuncia a cuidar el alma de uno mismo lo cual niega el primer deber de cada cual y antes que ninguna otra cosa. El Padre Ismael Quiles lo explica bien en su obra Como ser si mismo donde señala que cada uno debe autoperfeccionarse, ensanchar su alma, realizar sus potencialidades que “significa autorrealización, es decir, cumplir con lo que nuestra realidad nos pide para sentirse mejor. Ser para no ser nada es una contradicción sin significado alguno en su sentido, simple vacío de palabras que resuenen sin decir nada […] este si mismo mío que tengo y que puedo perfeccionar, porque otro es imposible, y sólo negarlo es una empresa absurda”. El Padre Quiles consigna en el mismo libro que el sentido de la fórmula en realidad se refiere a “negar o reprimir los impulsos de nuestro ser que tienden a desintegrar, a negar nuestro propio ser, anulándonos, enajenándonos y por ello, en realidad, actuando contra nuestro verdadero si mismo.” (Obras de Ismael Quiles, S.J., Buenos Aires, Ediciones Depalma, 1990, vol. 20, pags. 108/110).

La iglesia la política

En esta misma línea argumental es especialmente relevante lo escrito por Sto. Tomás de Aquino: “amarás a tu prójimo como a ti mismo, por lo que se ve que el amor del hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo debe amarse más a si mismo que al prójimo […] esto es evidente según la razón misma de amar […] Y por esto debe el hombre amar por caridad más a si mismo que al prójimo.” (Suma Teológica, 2da, 2da, q. xxvi, art. iv, vol x, Buenos Aires, Club de Lectores, 1267-73/1988, p. 86).

Es que el que no se quiere a si mismo es imposible que ame a otro pues en ese acto la persona en cuestión debe sentir satisfacción ya que es el fin mismo del hecho de amar, está en su interés personal (en el fondo una tautología, puesto que inexorablemente está en interés del sujeto actuante el actuar como lo hace). En este contexto es importante destacar que el adverbio como en la antedicha fórmula de “amar al prójimo como a ti mismo” necesariamente significa menor que puesto que si fuera igual no habría acción alguna ya que todo acto voluntario implica preferencia, si hay indiferencia o igualación de inclinaciones frente a cualquier disyuntiva no tiene lugar el acto. Y si fuera mayor que la acción tampoco se llevaría a cabo puesto que, como queda dicho, el móvil consiste en la propia satisfacción.

En este sentido se considera una persona buena y noble cuando su interés estriba en hacer el bien y se estima que una persona es malvada o ruin cuando su interés radica en hacer el mal.

Estos son los dos puntos que anuncié a los cuales agrego la nota también anticipada y es la manía de alabar la pobreza material como una virtud en lugar de aludir a la pobreza de espíritu que establece la prelación de Dios respecto a otras consideraciones, esto es el propio autoperfeccionamiento que apunta a acercarse al Ser Perfecto, que existe puesto que si las causas que nos generaron fueran en regresión ad infinitum significaría que las causas que nos engendraron nunca comenzaron, por ende no existiríamos.

En esta materia y para volver a Sto. Tomás es de interés transcribir otro de sus pensamientos: “no es preciso que donde hay mayor pobreza haya mayor perfección; antes por el contrario, puede haber gran perfección con gran opulencia” (Opus cit. 2da., 2da., q. clxxxv, art. vi, vol. xiv, p. 196). Es que si fuera una virtud la pobreza material habría que condenar la caridad puesto que mejora la situación del receptor y si “los pobres ya están salvados”, el cristianismo solo debiera ocuparse de los ricos. Tal como concluye Michael Novak (uno de los principales responsables de redactar la sección 42 de Centesimus Annus): “La tradicional ignorancia de los católicos sobre la moderna economía puede, de hecho, tener más que ver con la razón de la pobreza latinoamericana que ningún otro factor.” (The Spirit of Democratic Capitalism, New York, Simon & Schuster, 1982, p. 276).