Los costos de no cambiar de rumbo son cada vez más altos

Por Gabriel Amos Fridrij 

La República se encuentra en uno de los momentos más difíciles de su propia historia.  Los desafíos actuales y futuros son importantes. Una de las tantas preguntas que podemos hacernos radica en la existencia o no de una visión común, referente a la salida de este contexto.  Parece existir una divergencia muy marcada en la forma de planificar la estabilización y el crecimiento posterior del país. La República tiene una cantidad de recursos muy valiosos, que en muchos países es muy escaso.

Desde mi visión, lo primero que debe hacer el gobierno, es generar confianza interna y externa. Para ello no hay que descubrir ninguna nueva teoría, solo hay que marcar un camino que contemple una serie de lineamientos. Estos no deberían ser negociables a lo largo del tiempo y es necesario que se materialicen como pilares de este proyecto.

Así como una familia no puede todo el tiempo gastar más allá de sus ingresos en forma permanente, porque en algún momento el crédito que la financia se agota, lo mismo pasa con un país, es fundamental lograr un equilibrio fiscal sostenible en el largo plazo, además de generar una calidad en el gasto superior a la actual. Dar mas peso relativo en educación, salud, seguridad.  

Hay que reformular el sistema impositivo del país, y brindarle más oxígeno al sector privado, allí es donde se genera riqueza genuina. Esto permitirá que los privados puedan tener más incentivos para invertir, generar ganancias, contratar más gente, producir productos y servicios que la sociedad y el mundo valoren. Es muy probable que estemos en un punto de la curva de Laffer (mide la relación entre ingresos fiscales y los impuestos) decreciente.

La política monetaria debe asegurar la estabilidad de la moneda, para que la misma cumpla sus funciones básicas: medio de cambio, unidad de medida y reserva de valor. La emisión desmedida de pesos para financiar al estado en las diferentes formas que se realiza genera en el fondo inflación, además de generar un exceso de pesos que parte de ellos va al dólar como cobertura, justamente porque los agentes no tienen confianza en el peso, y buscan una reserva de valor para sus ahorros.

Hay que unificar el tipo de cambio, no es viable tener una país con tal variedad de tipos de cambios, esto genera muchos costos transaccionales, perdidas de eficiencia, poca claridad en los senderos futuros para establecer precios. No se puede forzar en forma permanente al mercado, en la economía todo se materializa por algún lado, es como tratar de mantener una olla a presión cerrada. Imposible.

La congruencia de las políticas fiscales, monetarias y cambiarias, deben brindar estabilidad y bajar la inflación a niveles razonables. Si queremos bajar la pobreza, una condición necesaria es tener bajos niveles inflacionarios, pues aquí es donde la misma repercute de peor forma. La estabilidad de precios permite planificar, generar eficiencia real y sostenible en forma competitiva con el mundo.

A medida que pasan los años, y como país seguimos discutiendo y no resolviendo los principales pilares de crecimiento, perdemos cada vez más posicionamientos y competitividad respecto de otras naciones, no tenemos tiempos eternos. Para ilustrar el punto anterior, el crecimiento del PBI per cápita entre el año 2009 y 2019, en dólares constantes de 2010, (Fuente: elaboración propia en base a los datos del Banco Mundial) indica lo siguiente: Uruguay creció un 31%, Chile un 23%, Brasil un 5% y Argentina un 2%.  Los costos de no cambiar de rumbo son cada vez más altos.