Enrique Blasco Garma
INFOBAE – Insistir con prácticas que han fracasado en el mundo solo conduce a más retraso y pérdida de oportunidades para volver a crecer.
El PBI, la creación de riqueza e ingresos, es el producto exclusivo de intercambios voluntarios, acotados por imposiciones forzadas. La multiplicación de beneficios obtenida cada vez que las personas acuerdan entregar algo que valoran menos que lo recibido a cambio, nivelan insatisfacciones diferentes.
El empleado entrega su trabajo a cambio de dinero; el empleador entrega dinero a cambio del esfuerzo de su trabajador. Cada uno recibe lo que necesita más y paga con lo que le urge menos, beneficiándose ambos. Un verdadero milagro, incomprendido por muchos.
Sin embargo, la razón de la ganancia compartida es simple. Los intercambios voluntarios generan valor satisfaciendo, nivelando, necesidades crecientes de la gente. Las libertades de transacciones multiplican los ingresos, expandiendo y, también, saciando insuficiencias individuales crecientes. Multiplican los ingresos tanto como las brechas de casi 400 veces entre los países más prósperos y los más carenciados. Grietas tan poco comprendidas como las desigualdades individuales tan criticadas. Despotrican confirmando ignorancias y envidias por éxitos ajenos que corroen a tantos observadores.
Agradecer a los que más ganan
Explico en mi último libro: “Los ingresos miden el valor de los bienes entregados para atender demandas personales. Los individuos que más ganan son los que entregan más bienes, cuando las reglas son justas. Al tiempo que las intensidades y habilidades de los trabajos entre las personas difieren, pues se esmeran en tanto los ingresos superan el valor del ocio marginal de cada uno”.
Atención: Las satisfacciones menguan con las actividades trabadas artificialmente. Las imposiciones redundantes contrarían deseos y empobrecen. Las redistribuciones de ingresos son forzadas. Lo opuesto a los negocios voluntarios. En lugar de generar satisfacciones individuales, las restricciones artificiales violan, contrarían voluntades, destruyen valores, incrementando la pobreza.
La definición más abarcadora de trabas a las libertades de transacción es todo acto que las entorpezca, disminuyendo el valor de los ingresos conjuntos. Los impuestos que desvían esfuerzos hacia destinos menos satisfactorios son un ejemplo. Entonces, no cualquier impuesto es negativo. Son favorables los que posibilitan actividades que contribuyen a aumentar los ingresos individuales del conjunto. La actual carga impositiva empobrece mucho a la población.
Con las restricciones, redistribuciones, los bienes pasan de quien los valora más a quien los valora menos. Empobreciendo a la gente. Esto no es novedoso. Desde el inicio de los tiempos, las civilizaciones prohíben hurtos, asesinatos y violaciones, de ahí los Diez Mandamientos.
Mandato constitucional
La Constitución de 1853 establece amplias libertades a las actividades lícita y fuertes trabas a las expropiaciones y a su utilización posterior. Combo soslayado por los autoritarios.
Valga un ejemplo concreto. En los robos, el ladrón revende el botín a menor precio del que pagaría la víctima para recuperarlo, una pérdida de valor concreta. Las liberaciones de delincuentes, sin resguardar a la ciudadanía, confirman desinterés por los sufrimientos privados. Aterrorizan a las gentes y envalentonan a los violadores.
En contraste, las naciones prósperas defienden a la gente común. Los jueces no liberan a los violadores sin garantías protectoras de potenciales víctimas.
La revelación de que las redistribuciones empobrecen es rechazada por muchos. Aceptarla restaría poderes a quienes basan su política en redistribuir propiedades, limitar competencias. El encantamiento de “nos prohíben para protegernos” y redistribuir propiedades atrapa a los incautos, empobreciendo sociedades.
Diversos países sufren extensas expropiaciones. China soportó enormes privaciones y la muerte de 50 millones de personas, bajo el liderazgo de Mao Zedong, hasta que Deng Xioping y los dirigentes que lo sucedieron cambiaron el enfoque. Su Partido Comunista valoriza propiedades privadas y libertades comerciales.
Retraso vertiginoso
El cuadro siguiente delinea el ingreso promedio de los 197 países compilados por el FMI, demostrando los estragos de la corrupción de derechos inciertos. En 2020, con idénticas tecnologías disponibles para todo el mundo, unos países apenas consiguen un ingreso de USD 250 por habitante por año. En el otro extremo, Suiza genera USD 82.000 anuales por persona. Los argentinos, arruinados con violaciones crecientes, apenas consiguen USD 8.400, al tipo de cambio oficial.
A pesar de su reconocido progreso, China sigue siendo un país relativamente pobre. Sujetas las libertades individuales a los dictados del partido, obtiene USD 10.600 anuales por cabeza. Sin embargo, el contraste es contundente. Mientras la China autoritaria liberó actividades, la Argentina democrática las restringió. En 1980, los ingresos de los argentinos eran 26 veces los del chino promedio; en 2020 eran 25% inferiores. Es tiempo de replantear prioridades.
Las restricciones a las competencias y propiedades empobrecen. Cada restricción forzada coarta ingresos del conjunto. Sin embargo, valiéndose de relatos, algunos políticos suelen preferir usurpar poderes, aunque reduzcan los ingresos de la gente. En especial, cuando diseñan restricciones para favorecer las rentas de seguidores y aliados, restando capacidades de sus opositores.
El PBI de la Argentina es el resultado neto de la creación de valor, en actividades competitivas, y las pérdidas sufridas, reasignando retribuciones favorables a funcionarios, provincias, entes estatales, proveedores y otros privilegiados.
No asombra que países con pobreza creciente tengan líderes poderosos. Cuánto más corruptas las sociedades, mayores las divergencias de los deseos de la población con los de sus líderes.
En tanto las naciones libres y democráticas consiguen ingresos y propiedades valoradas. Las Grandes Divergencias entre los objetivos políticos de autoridades y los deseos de la población se sustentan en corrupción de los poderes públicos y un sistema electoral usurpador de las voluntades de la gente.
La corrupción de premios y castigos diferentes para los mismos actos, en función de las actividades, identidades y ocasiones, es lo contrario a la competencia de reglas justas, iguales y estables para todos. Enseña el libro “Por un País más Justo y Floreciente”.