La causa madre de nuestros problemas: la frivolidad

Presidente del Consejo Académico en

Doctor en Economia y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Ciencias.

 

LA PRENSA – Según el diccionario un persona frívola “se dice del que no da a las cosas la importancia debida”. En esta nota periodística me refiero a aquellos que piensan que la responsabilidad para que lo respeten en sus derechos descansa en otros y no en su persona. No se percatan que vivir en libertad no es algo automático sino que requiere esfuerzo cotidiano.

Todos están interesados en que se los respete independientemente de a qué se dedican, sea a la música, la jardinería, el comercio, el arte, la filosofía, la economía, la medicina, la arquitectura o el derecho. Si no hay trabajo diario en estudiar los fundamentos de la sociedad libre y difundirlos, no hay solución frente a los problemas vinculados al atropello de los aparatos estatales o los grupos que los gobernantes toleran y alientan para que se inmiscuyan en las vidas y haciendas ajenas.

Y no se trata de criticar en la sobremesa o en las reuniones sociales, se trata de una faena que a todos compete. No es que todos deban abandonar sus quehaceres y dedicarse de lleno a lo dicho, se trata de dedicarle unos minutos en el transcurso de cada semana al efecto de contribuir a frenar la barbarie estatista que todo lo invade y destruye.

Este es el sentido de lo dicho por Thomas Jefferson: “El costo de la libertad es su eterna vigilancia”. Y este es el sentido por el que entre nosotros Esteban Echevarría ha sentenciado que para ser libres “no nos basta el entusiasmo y la buena fe, necesitamos mucho estudio y reflexión, mucho trabajo y constancia”.

Por su parte, Alexis de Tocqueville ha escrito que es común que en países de gran progreso moral y material la gente da eso por sentado, lo cual es el momento fatal pues otros ocupan los espacios vacantes.

Todas las tareas legítimas son bienvenidas y necesarias para la buena marcha de las cosas pero, reiteramos, para que nos respeten hay que proceder en consecuencia, no es cuestión de parlotear a la hora de engullir alimentos y luego cada cual se dedica a sus asuntos personales que, como decimos, si resultan bienhechores son indispensables para la vida de cada cual pero estas dedicaciones no prosperan si otros las invaden y no las respetan.

MANOS A LA OBRA

Los trabajos más fértiles para la comprensión de los valores de la libertad y el contraste con tradiciones de pensamiento que operan en sentido contrario son la cátedra, el libro, el ensayo, el artículo y las conferencias pero en modo alguno constituyen los únicos canales para lograr los antedichos objetivos.
Una de las maneras de estudiar y difundir los pilares filosóficos, jurídicos y económicos del respeto recíproco son los ateneos de lectura donde grupos reducidos de personas se reúnen para debatir un buen libro y por turno uno expone y otros analizan y critican desde muy diversos ángulos y al tiempo cada uno de los miembros inaugura otro grupo y así sucesivamente.

En estos casos no sólo se aprende lo estudiado sino que se generan efectos multiplicadores en las familias, los lugares de trabajo y demás manifestaciones sociales.

No hay escapatoria moral posible, todos tenemos esta obligación indelegable. Algunos actúan directamente y otros le hacen de imprescindible apoyo logístico pero no puede eludirse la misión primordial que es el sine qua non de todo lo demás. Por ejemplo, recuerdo la célebre dedicatoria en una de sus obras del multifacético Murray Rothbard que ha producido una cantidad y calidad notable de libros: To JoAnn the indispensable framework. Fui testigo del equipo de Rothbard y su mujer al presenciar las conversaciones y el trato mientras aquél nos dictaba su tan recordado seminario de seis sesiones de una vez por semana en su departamento de New York cuando fui becado a la Foundation for Economic Education.

En el libro en homenaje a este coloso del pensamiento titulado Man, Economy and Liberty: Essays in honor of Murray Rothbard, JoAnn escribe un ensayo muy emotivo sobre su marido a quien apoyó incondicionalmente para que pudiera producir, lo cual no hubiera podido hacer lo que hizo sin la otra parte del equipo que fue de un apoyo invalorable.

Pero quienes no hacen nada en la dirección indicada no tienen derecho a la queja y en verdad se merecen el maltrato del Leviatán y sus secuaces. Es la obligación moral de todo ser humano mayor de edad el contribuir para que pueda vivirse en paz. A todos nos gustaría dedicarnos a nuestros gustos personales y no tener que lidiar con las defensas de la sociedad pero esto no es posible. Divertirse -es decir divertir, separarse del tronco principal de nuestros deberes- es recomendable pero convertir eso en un hábito sin solución de continuidad nos aparta de nuestras obligaciones y la primordial es poner nuestro granito de arena para el respeto recíproco.

TIBIEZA

Si todos los que se dicen partidarios de la libertad fueran consistentes con lo que expresan son sus deseos el mundo no estaría como está. Dante lo ha puesto de manifiesto con claridad y contundencia: “Los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral se mantienen neutrales”, y por su parte la Biblia condena enfáticamente a los que son tibios.

Es fácil y cómodo alegar que no se tienen las condiciones para lo dicho o que se está muy ocupado, pero nada de eso sirve como pretexto para incumplir con lo que a cada uno corresponde como ser humano.

Como ejemplos a seguir de extraordinarias contribuciones a los pilares de la sociedad libre, menciono a muy apreciadas personalidades con quienes he tenido la satisfacción de haber mantenido un mano a mano en recintos universitarios, centros culturales, programas televisivos o por Zoom (todos se encuentran en Youtube), y ellas son: Loris Zanatta, Antonio Escohotado, Santiago Kovadloff, Javier Milei, Gloria Alvarez, Carlos Alberto Montaner, Ricardo Lopez Murphy, Juan José Sebreli, Agustín Laje, Marcos Aguinis, Alvaro Vargas Llosa, Axel Kaiser, Cayetana Alvarez de Toledo, Luis Pazos, Carlos Rodríguez Braun, Alvaro de Lamadrid y Jorge Fernández Díaz.

La Prensa de Buenos Aires pone de manifiesto desde su fundación hace más de ciento cincuenta años la relevancia del periodismo independiente, lo cual es afortunadamente acompañado por periodistas de gran calado en diferentes medios que día a día defienden la libertad con argumentaciones sólidas, en abierto contraste con fantoches aliados al poder de turno.