Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Consejero Académico de Libertad y Progreso.
ÁMBTIO FINANCIERO – Hace pocos días, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, hizo pública su decisión que lo jóvenes que cursan el último año de la escuela secundaria en el sistema público y privado en la provincia de Buenos Aires tengan su viaje de egresados gratis.
Como reporta Ámbito Financiero, el mandatario expresó que “se trata de un beneficio para 220 mil pibas y pibes a los que les debemos un aporte desde el Estado”, a lo que agregó que “se trata de viajes y paquetes por hasta 30 mil pesos por estudiante, para viajar en febrero, marzo y abril próximos a destinos bonaerenses ya sea en la costa atlántica, lagos o destinos rurales”.
Treinta mil pesos por estudiante, 220 mil estudiantes, 6,6 millones de pesos. ¿Gratis? Nada es gratis, para ilustrarlo me retrotraeré a una nota que publiqué en Ámbito hace casi 5 años, en noviembre de 2016. En ella, frente a la iniciativa del, por entonces, presidente Mauricio Macri de establecer el mecenazgo cultural, la cuestioné con exactamente el mismo argumento. Veámoslo en detalle, seguramente es nostálgico para muchos colegas en la profesión.
Pocos manuales de economía han sido reeditados tantas veces como el famoso Economía, de Paul Samuelson, Premio Nobel 1970 y uno de los más grandes economistas de todos los tiempos. Su primera edición se publicó en 1948 y ha sido traducido a más de 40 idiomas. Generaciones de economistas comenzamos sus estudios con él y recordamos aquel ejemplo sobre la producción de cañones o mantequilla, la cual ilustra la necesidad de definir qué es más importante para una cierta sociedad en un momento determinado: destinar los escasos recursos existentes a la producción militar o a la producción de alimentos, presentando de una forma muy intuitiva el concepto de costo de oportunidad. Es decir, aquello a lo que debemos renunciar cada vez que tomamos una decisión.
La genialidad pedagógica de Samuelson ha logrado que un sencillo ejemplo escrito hace mucho más de medio siglo perdure en nuestra memoria y que aún hoy me sea de utilidad para explicar una vez más, algo que debería ser tan obvio: ¡Nada es gratis!
Recursos escasos frente a fines múltiples y de distinta importancia. ¿Qué economista no recuerda esta oración? El Gobierno, como gestor económico de los bienes y recursos públicos, debe decidir en qué y cuánto gastar para maximizar los objetivos de la sociedad, tomando en cuenta la existencia de recursos limitados. Es claro que de financiar viajes de egresados, necesariamente algo debería dejar de financiar… o por lo menos eso es lo que aprende un estudiante de primer año de cualquier licenciatura en economía, de lo contrario mayores impuestos, una mayor inflación o más deuda pública sería el resultado.
Viajes de egresados “gratis” para 220 mil pibas y pibes. Veamos un ejemplo, para comprender el despropósito de semejante iniciativa. Como bien señala el doctor Abel Albino, sinónimo en nuestro país de la lucha contra la desnutrición infantil, “para tener educación hay que tener cerebro. El 80% del cerebro se forma en el primer año de vida. Crece un centímetro por mes. La formación del sistema nervioso central está determinada en los primeros dos años de vida. Si durante este lapso el niño no recibe la alimentación y estimulación necesarias se detendrá el crecimiento cerebral y el mismo no se desarrollará normalmente, afectando su coeficiente intelectual y capacidad de aprendizaje; corriendo el riesgo de convertirse en un débil mental. Con alimento y estímulo adecuado el individuo tendrá rapidez mental, capacidad de relación, de asociación”.
Frente a la pobreza que asola hoy nuestro país, ¿qué política es más inclusiva, dedicar un mayor presupuesto a enfrentar la vergüenza de la desnutrición infantil en una provincia en la cual hay miles de pibes y pibas pobres o dedicarlo a financiar viajes de egresados?
Planteo un tema tan políticamente incorrecto que ni siquiera se menciona en la discusión, pero es necesario ponerlo sobre la mesa. No se trata de falta de solidaridad con los jóvenes que culminan la escuela secundaria, luego de años de una pésima calidad de vida en virtud del cierre de las escuelas, se trata de comprender que nada es gratis. Comprender que un pibe o piba que participe supuestamente gratis de un viaje de egresados probablemente impida que un niño pobre ingrese siquiera a la escuela secundaria, sencillamente por no haberse dado un uso alternativo a fondos que hubiesen permitido mejorar su alimentación durante su primera infancia.
Nada es gratis, ¿es tan difícil comprenderlo?