Lula y Alberto, coincidencias ideológicas; pero caminos distintos

Revista Desafío Exportar – Recientemente, en el contexto de la cumbre de la CELAC, el Presidente Alberto Fernández recibió al recientemente reasumido mandatario de Brasil, Lula Da Silva. Las coincidencias ideológicas entre ambos dirigentes hicieron que pareciera una reunión de amigos. Allí acordaron ir hacia una moneda común (el “Sur”) e intensificar el intercambio comercial entre ambos países y del MERCOSUR. Más allá de los discursos, hoy ambas cosas parecen lejanas.


Si observamos lo que es la evolución de la participación de dicho mercado común en el comercio exterior argentino, podemos identificar distintas etapas. Un inicio en el que se logró el objetivo buscado por este tipo de asociaciones, que consistió en poner en competencia a los productores de los países que lo integran llevando a un mínimo las restricciones para comerciar entre ellos. De esta forma, se esperaba que el empresariado ganara eficiencia y se fuera especializando en aquello que cada país hacía mejor. No sólo en lo que hace a bienes finales, sino también en la de insumos, llevando la integración a las distintas cadenas de producción. Con el tiempo, esta ganancia de competitividad debía permitir liberar progresivamente el comercio del MERCOSUR con el mundo; ya que nunca fue pensado como una zona amurallada para proteger a los productores locales. Eso hubiera sido poner el “caballo atrás de la carreta”.

Los empresarios deben ganar plata porque les brindan a los consumidores mejores y más baratos bienes y servicios, no hacerse ricos con prebendas a costa del bienestar de gente “cautiva” a la que pueden venderle malo y caro Cabe aclarar que la integración nunca fue plena; ya que el intercambio en algunos sectores continuó siendo limitado o regulado (por ejemplo, el automotriz). Además, es cierto que en algunos períodos ha sucedido que alguno de los gobiernos de la región tuvo tintes más proteccionistas y generó restricciones sectoriales que, a veces, fueron respondidas con otras de los países afectados.
Sin embargo, se puede ver que el período que va hasta el 2001 es el de mayor esplendor del comercio argentino con sus socios, alcanzando su máximo en 1997, con un 30,2%. Es cierto que fue el impulso de los inicios de integración; pero también de gobiernos que, en general, coincidían en creer en el comercio libre dentro del MERCOSUR. Luego de la crisis argentina de 2002 que afectó todo el intercambio del país, hubo una importante recuperación, si bien no alcanzo los niveles del período anterior.
No es raro que la siguiente etapa se iniciara con la instrumentación del cepo a fines de 2011. Durante dicho año de comicios presidenciales, el Banco Central (BCRA) mantuvo un valor del dólar que no reflejaba todo lo que el peso perdía de poder adquisitivo para financiar los gastos electorales con “impuesto inflacionario”. Así lograba que los precios de los bienes que están en las góndolas no subieran tanto y los votantes estuvieran más contentos; pero a costa de una fuerte pérdida de reservas. Por eso, una vez que terminó el sufragio, la entidad optó por poner un control de cambios reduciendo la demanda de divisas en el mercado oficial para mantener el atraso cambiario sin perder divisas.


Para entenderlo, demos un ejemplo que todos los argentinos hemos vivido. Si se pone un precio máximo al aceite, cuando vamos a comprarlo escasea en las góndolas; porque quienes lo producen quieren fabricar menos ya que está muy barato y, por el mismo motivo, quienes lo compran quieren más. Sucede lo mismo cuando el BCRA fija un tipo de cambio oficial muy bajo; pero no pueden faltar divisas en ese mercado, por lo que las provee agotando sus reservas internacionales.


Por supuesto, esto no es soste- nible en el tiempo; por lo que el BCRA hace lo mismo que haría el supermercado, cuando lo obligan a tener siempre aceite a un precio muy bajo. Restringe la demanda y vende una botella de aceite por cliente. Con el cepo, el BCRA hace lo mismo, sacando de su mercado a determinadas personas y empresas. Sin embargo, como el tipo de cambio oficial sigue sin reflejar todo lo que se deprecia el peso, la oferta se reduce, obligándolo a vender reservas para luego reducir cada vez más la demanda en ese mercado. Así, hasta que el Banco Central quiebra De hecho, es lo que pasó con los 21 cepos, de 22 que hubo antes que el actual, que se intentaron mantener en el tiempo y llevaron a graves crisis cambiarías y monetarias. Incluso, tres de ellos, terminaron en las tres hiperinflaciones que sufrimos los argentinos.
Así que, sumado a un gobierno proteccionista, el control de cambio hizo escasear las divisas y, por ende, las restricciones a la compra de divisas al BCRA se empezaron a ampliar hasta alcanzar a los insumos y bienes finales importados de los países del MERCOSUR. No es extraño que la participación de esta asociación en nuestro comercio bajara hasta 2015, hasta un 23,6%; ya que a finales de dicho año se abandona el cepo y cambia el Presidente, que tenía una impronta más “libre comercio”. Esto se notó en la mejor evolución del indicador durante los siguientes 2 años, creciendo dos puntos porcentuales; pero luego se vio morigerada por la crisis de 2018 y 2019, más la implementación de un nuevo control de cambio a fines de este último año. Así, comienza otra etapa de decadencia de nuestro comercio con el MERCOSUR, alcanzando mínimo en 2022, con un 20,6%.


En conclusión, mientras se mantenga el cepo y un gobierno con tendencias proteccionistas en Argentina, hay que olvidarse de un mayor intercambio comercial con el área común Lamentablemente, también será muy difícil avanzar en acuerdos de libre comercio del MERCOSUR con otras regiones, como la UE, a pesar de que los otros tres socios (Venezuela está suspendido) tienen voluntad de ir para adelante. Le guste o no al actual Presidente de Brasil, su idea de ampliar el comercio intrarregional y con el mundo tendrá que esperar a un nuevo mandatario argentino con el que, seguramente, no tendrá tanta afinidad ideológica.


Respecto a la propuesta de una moneda común llamada Sur, es posible que haya una moneda común que se use para evitar el comerciar bilateralmente con dólares. De hecho, hoy se puede hacerlo con las monedas de ambos países; pero con demasiadas limitaciones. Quizás, el Sur sea la unidad de cuenta que permita ampliar y eficientizar el comercio entre ambas naciones Por otro lado, no cabe duda que beneficiaría a los argentinos que los brasileños impusieran su relativamente buen manejo de su Banco Central en la instrumentación de una divisa de uso común y que suplante las monedas propias actuales. En 2022, Argentina tuvo una inflación anual de 94,8%, en ascenso, y, Brasil, una de 5,9% en el año, menos de lo que tuvo nuestro país en un mes. Sin embargo, está lejos la posibilidad de que esta moneda sea una realidad. ¿Quién cederá? ¿Los brasileños aceptarán tener más inflación para financiar los excesos de gasto de los gobiernos argentinos de turno? No creo. ¿Los políticos locales estarán dispuestos a acomodar las erogaciones de su sector público a la realidad de un banco central común que no los financiará más? Seguro que la gestión actual, no. Habrá ver qué sucede con quien asuma la presidencia de Argentina a fines de 2023. Es notable, pero para que Lula Da Silva vea avanzar esta propuesta, nuevamente es necesario que haya un nuevo mandatario que no coincida ideológicamente con él.