Competitividad de entrecasa y las penurias del ciudadano de a pie

LA NACIÓN – ¿Por qué es importante hacer profundas reformas estructurales? Porque es cada vez más difícil emprender un negocio en la Argentina. Expliquémoslo con un ejemplo sencillo y real. José tiene un lavadero automático de ropa en un barrio de clase media. En 2016 vio multiplicarse las tarifas de la energía y el agua por la quita de subsidios. Encima, le aumentaron fuerte tasas e impuestos; así que sus costos volaron. Además, ante la recesión, la gente optó por usar mucho menos sus servicios, que no eran imprescindibles, por lo que le cayó fuerte la demanda. Pudo subir poco sus precios para no perder más clientes. Por lo tanto, fue un año muy duro, en el que le costó mantenerse a flote.Gastopúblico ajuste de los agertinos

En 2017 volvieron a subir sus costos por nuevas quitas de subsidios a la energía y excesivas subas de impuestos y tasas. Por suerte, a medida que avanzaba el año, la demanda se incrementaba con el aumento del poder adquisitivo de sus vecinos y con la reactivación de la economía. Sin embargo, José siente que, si bien tiene más trabajo, no le alcanza la plata como antes. Y eso es lógico. En definitiva, a su negocio le quitaron buena parte de los subsidios que le daban y le incrementaron las tasas y los impuestos por encima de lo que subió la inflación. Así que, aun lavando la misma cantidad de ropa que antes, no logrará que su lavandería le dé lo mismo. Va a tener que trabajar mucho más para poder pagar el aumento de costos y recuperar su nivel de vida.

¿Por qué no son competitivas las empresas? Al caso de José sólo tenemos que sumar como costo los trabajadores, que lógicamente, en 2016, querían perder el menor poder adquisitivo posible y, en 2017, buscaron recuperar lo más que se pudiera de lo que había caído el año anterior. El problema es que el empresario antes recibía un subsidio a las tarifas de servicios públicos que le permitía ser más generoso con los pagos de sueldos, y que ahora se lo están quitando. Encima, a la gran mayoría de los sectores, los Estados nacional, provinciales y municipales les bajaron poco o nada, o incluso les aumentaron la carga fiscal. Esto quiere decir que, con igual nivel de ventas que antes de la recesión, a los comercios y empresas no les alcanzará para pagar salarios con el mismo poder adquisitivo y obtener iguales ganancias que entonces. Por otro lado, con semejantes incrementos de costos, les será imposible competir con los productores de otros países. Obviamente, sólo podrán hacerlo si invierten para ganar productividad y bajan costos, entre ellos la cantidad de empleados para producir la misma cantidad de producto, es decir, generando menos puestos de trabajo.

¿Quién es responsable de esta situación? Principalmente el Estado, que cuando subsidiaba las tarifas de servicios públicos cobraba cada vez más impuestos para poder costearlos y, ahora que los quita, pretende seguir manteniendo la misma carga tributaria. Sólo algunos sectores recibieron un alivio de parte de la Nación con la eliminación o baja de retenciones o los cambios en el impuesto a las ganancias y bienes personales. En tanto, la gran mayoría de las provincias y municipios aumentaron la carga fiscal.

Lamentablemente, la realidad de que la política se resiste a hacer su parte del sacrificio ha implicado que el resto de la población deba hacer el propio y el de ellos. Es como una familia que se desmadró con la tarjeta de crédito y debe ser más austera por un tiempo para reencaminar sus finanzas. Si todos comparten el esfuerzo, reordenarlas será más rápido y fácil que si la mitad decide no hacer la parte que le toca.

Dado que el Estado no iba a hacer su parte del ajuste, los empresarios y trabajadores debieron haber negociado aumentos de salarios acordes con el hecho de que iban a cargar con todo el esfuerzo. Sin embargo, no fue así; quizás porque no advirtieron dicha realidad o porque la arcaica legislación laboral actual y el feudalismo gremial imperante no se lo permitieron. Primera lección, si mantenemos esa normativa seguiremos teniendo recesiones profundas con mucha desocupación o crecimiento económico moderado y baja creación de empleo. Además, recordemos que la responsabilidad primaria de esta situación fue que una mitad de la familia, el conjunto del Estado, no quiso hacer su parte del esfuerzo. Segunda lección: cuando los políticos dicen: “No habrá ajuste”, lo que están diciendo es que no lo harán ellos, sino vos y tu familia.

Durante décadas, dejamos que los políticos construyeran un Estado que sirve a la política y se sirve de los argentinos. Exijamos una reforma para tener uno que nos sirva a los ciudadanos y que podamos pagar. Así, la baja de la presión tributaria podría ser mayor que la muy acotada que proponen los gobiernos nacional y provinciales. Además, es necesario un cambio de la normativa laboral mucho más profundo. No podemos dejar que los sindicalistas sigan preservando sus “cajas” a costa de menores salarios y una mayor desocupación y empleo formal de los argentinos. El resultado electoral avala que ahora “Sí, se puede”.