Un equilibrista en Economía

Analista Económico en Fundación Libertad y Progreso

Economista de la Universidad Torcuato Di Tella

INFOBAE Desde su asunción como Ministro de Economía en agosto del año pasado, Sergio Massa se vio bombardeado por varios frentes que tuvo que esquivar. Comenzó su gestión en medio de una corrida cambiaria muy importante y la inflación disparándose. Con el correr de las primeras semanas, logró calmar la tensión que había generado su antecesora respecto al rumbo económico que tomaría el gobierno. Su moderación y capital político le permitieron obtener un voto de confianza que calmó las aguas.

A partir de la suba de tasas, logró contener la velocidad a la cual cae la demanda de dinero y durante algunos meses se vio paz cambiaria. Sin embargo, en materia inflacionaria, tardó hasta noviembre para perforar el 6% mensual. En relación a las cuentas fiscales, anunció la segmentación de tarifas para disminuir el gasto en subsidios y dejó de pedir asistencia monetaria directa al Banco Central. Además, se recortaron algunas partidas presupuestarias y, en cierta medida y en términos reales –teniendo en cuenta la inflación– el gasto primario comenzó a disminuir. Con esto, el déficit primario según la contabilización del FMI se ubicó en $1.955.140 millones, el equivalente a 2,4% del Producto Bruto Interno (PBI).

Claro está que, en un país cuya inflación roza los tres dígitos y una prima de riesgo elevada, el equilibrio fiscal debe ser prioridad absoluta e incluso alcanzar un superávit que le permita comenzar a pagar las cuentas. Vivir endeudado no es una opción y las secuelas de un Estado que gasta más de lo que recauda las sufrimos día a día cobrando en una moneda que se deprecia diariamente.

El equilibrio fiscal debe ser prioridad absoluta e incluso alcanzar un superávit que le permita comenzar a pagar las cuentas

Llegando al medio año de gestión, el Ministro se enfrenta a nuevos desafíos y deberá seguir mostrando su capacidad para evitar que los desequilibrios económicos terminen desestabilizando al gobierno. El problema es que no solo se trata del déficit fiscal, la inflación incontrolable, el tipo de cambio o la deuda remunerada explosiva del Banco Central, sino que, además la coalición de gobierno parece embarrar más la situación como con el ataque al poder judicial. Dada esa decisión política, el dólar volvió a dispararse y desde el Ministerio de Economía tuvieron que salir a hacerse cargo para evitar que la suba se espiralice y termine presionando excesivamente al nivel de precios. De ahí nace la recompra por $1.000 millones de deuda en manos del BCRA, autorizada por la Secretaría de Finanzas; así como también la suba de tasa de interés de los Pases Pasivos y el posterior incremento del rendimiento de los Fondos Comunes de Inversión.

La maniobra realizada con la compra de bonos, puso de manifiesto que la confianza del mercado en el gobierno es cada vez menor y, por lo tanto, la baja del tipo de cambio fue transitoria y de muy corto plazo. Esto complica la llegada de financiamiento externo que será de vital importancia para pagarle al FMI, dado que este año, el gobierno recibirá cerca de USD 3.800 millones menos de financiamiento respecto a los vencimientos con el organismo.

La falta de dólares se agrava más con las pérdidas causadas por la sequía, que se estiman en USD 10.000 millones e implican una pérdida de ingresos fiscales de más de USD 3.000 millones

Esa falta de dólares se agrava más con las pérdidas causadas por la sequía, que se estiman en USD 10.000 millones y le implican al gobierno una pérdida de ingresos fiscales de más de USD 3.000 millones. Pero a su vez, el Banco Central estará más limitado en la compra de dólares y la escasez de reservas de libre disponibilidad no le dan suficiente margen para intervenir el mercado cambiario y la estrategia de atrasar el valor del dólar en año electoral se dificulta. Por otro lado, ajustar más el cepo cambiario y pisar las importaciones es un factor altamente recesivo. En 2022, el 52% de las importaciones se repartieron entre “Bienes de Capital” y “Bienes Intermedios”.

Así, el margen de maniobra es cada vez más escaso, dado que las variables a tocar son menos. Con año electoral en marcha, habrá que ver en qué posición querrá jugar Massa y en base a ello, definir sus acciones como ministro. En caso de encabezar fórmula, deberá consolidar su figura desde su puesto actual y tratar de llegar con una economía irreversiblemente golpeada pero no hundida. La principal dificultad que se le va a presentar es el accionar de sus propios aliados y una mala reacción del mercado puede dejarlo fuera combate. Por el contrario, una eventual disputa interna y la salida de su figura puede desencadenar una crisis institucional que le deje al próximo gobierno una economía en caída libre.